Mirar al mundo, en sus heridas, y hacerlo con el Amor, será el gran reto de nuestra cuaresma misionera
(Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia).- Queridos diocesanos: No es fácil reconocer que envejecemos. La historia colectiva de los pueblos y la individual de cada persona está llena de fracasos por no haber sabido reconocer que «algo viejo hay que superar» y, por supuesto, que «algo nuevo está pasando». Si trasladamos eso a la vida de la Iglesia y, en ella, a la vida espiritual de cada cristiano, es evidente que, en ocasiones, esa falta de lucidez para pasar de lo viejo a lo nuevo está impidiendo la posibilidad de dar pasos definitivos para el cambio.
Y no será por oportunidades y por los signos que recibimos del Señor. «El que hace nuevas todas las cosas» no deja de poner su impronta para llamar al cambio, a la renovación, naturalmente interior de las personas y, si es preciso, a la renovación de las formas de vida de la misma Iglesia.
Seríamos muy «torpes y necios» si no estuviéramos atentos a lo que decae, para abrir espacios a lo que se renueva; naturalmente a tiempo y sin esperar a tener que dar por necesidad saltos en el vacío que quizás no nos lleven a ninguna parte.
Para leer el artículo completo, pinche aquí