Desde la Transición la Iglesia separó la religión en la escuela de la catequesis en la familia
(Jesús Bastante).- «El nuevo currículo de Religión Católica ha dado pie a caricaturas, aunque es mucho menos catequético». Frente a las críticas, prácticamente generalizadas, a los planes de Estudio de la Religión en Primaria y Secundaria, el experto Carlos Esteban Garcés, defiende los «avances» del mismo. «El nuevo currículo va a permitir a los profesores acoger al alumno en toda su diversidad y regresar a la centralidad de Jesucristo«, apunta.
Carlos Esteban Garcés, director del Área de Ciencias de la Religión de Lasalle, especialista en educación, no duda que hay que valorar positivamente los esfuerzos teológicos y las aportaciones pedagógicas el nuevo currículo sobre la Clase de Religión, que define «minimalista». Nos va a dar su opinión de cómo tendría que abordarse lo religioso en la enseñanza pública: a través de un área en la que hubiera diferentes propuestas para una educación cívica y, como optativas, las tradiciones religiosas. Después, en definitiva, de que los poderes públicos se tomaran de verdad en serio este asunto.
Los hermanos de Lasalle han celebrado el noveno Seminario del Instituto de Estudios sobre Religiones y Mundo Actual. No es tan fácil congregar a tantas personas para hablar de religión y lograr sacar algo en claro. ¿Qué habéis sacado de positivo de este encuentro?
Llevamos casi una década congregando en el centro de Lasalle a prácticamente todas las tradiciones religiosas. Todas vienen cada vez que organizamos un evento y la verdad es que tenemos la suerte de contar con ellas y, junto con ellas, abordar temas complejos, como ha sido el de la mujer, el de la ecología, los derechos humanos, el sistema educativo y el menos fácil, el de la violencia en las religiones.
Muy actual, además.
Ya lo habíamos pensado antes de los acontecimientos de París: queríamos atrevernos a tocar el tema, que ya era difícil. El objetivo también era poner una palabra para que las religiones dejen de asociarse tanto al fanatismo. Es verdad que, entre la Historia y la actualidad, lo religioso queda contaminado de todos esos elementos fundamentalistas… Pero, claro, la experiencia de todas las religiones, vistas desde dentro, no es precisamente de violencia.
Pero, ¿por qué todos esos violentos de la religión que sea, en el momento histórico que sea, han conseguido apropiarse de la identidad religiosa de cada época? Desde el famoso «Dios lo quiere» hasta hoy, siempre ha sucedido: hay un incontestable componente religioso -incluso oficial- en la violencia.
La fuerza tiene más fuerza que la palabra. Los que han querido abusar del nombre de Dios para imponer sus criterios, instrumentalizar su religión, lo han hecho con más éxito que los que han vivido una experiencia «normal», no violenta y no contaminante, de paz y de realización humana.
¿Qué grado de responsabilidad tienen las Iglesias, las religiones, en este sobresalir de la llamada violencia religiosa?
Seguro que las religiones tenemos una parte de responsabilidad: es bueno no mirar para otra parte. Hemos tenido el monopolio de la geografía, la Historia, de la moral y la cultura… Y a una sociedad que conquista, con la Modernidad, las libertades, no le parece un buen recuerdo este peso de poder en las Iglesias. Pesa que las religiones hayan motivado la imposición -no la propuesta- de su normativa. Pero también es verdad que este fenómeno de la violencia no es sólo religioso: está muy contaminado de política, economía, de otros intereses. Los fundamentalismos han sido siempre un fenómeno de dentro y de fuera de las religiones. Lamentablemente, más que un componente de la religión es toda una cuestión humana, antropológica.
¿A qué puntos habéis llegado en este encuentro que acabáis de realizar? ¿Cuáles han sido las conclusiones?
En este seminario hemos seguido compartiendo experiencias. Nos han presentado una escuela en Tel Aviv, una en Israel, que gestionan los hermanos de Lasalle y cuyo alumnado es tanto islámico como cristiano y judío, lo mismo que el profesorado.
¿Hay palestinos?
Por supuesto. Conviven las tres culturas en las clases, en la Comunidad de la escuela… Allí es perfectamente posible: los credos no solamente no son un problema, sino que se celebran las fiestas de todas las religiones.
¡Qué diferencia hay entre Tel Aviv y Jerusalem! Son dos israeles distintos…
Fíjate que también se presentó la Universidad de Belén, que es una universidad gestionada por Lasalle, donde el 70% de los alumnos son musulmanes. Casi todo mujeres. Por eso se puede decir, podemos testimoniar, que es posible, viviendo la religión con naturalidad, convivir enriqueciéndonos. No renunciar a las identidades pero ensanchar lo propio compartiendo.
Carlos es uno de los mayores expertos en este país sobre la religión como fenómeno en el mundo educativo. Este debate también es muy actual: estamos en medio de una confrontación entre los nuevos currículos de la clase de religión en primaria, secundaria y bachillerato y la desaparición del estudio de la Historia de otras confesiones dentro de la asignatura de religión católica… Para empezar, ¿cómo ves el nuevo currículo y su aplicación en la nueva ley?
Empezando por la nueva ley y el lugar de la religión en la LOMCE, que es esta última reforma, creo que es verdad que no ha salido bien parada. Hay que reconocer que las expectativas, a lo largo de la preparación de esta reforma educativa, sobre todo por el recuerdo de la LOCE, donde fue una asignatura pendiente de pacto escolar, eran enormes, pero al final se han visto frustradas. La LOMCE hace lo mismo que hicieron la LOGSE y la LOE: relegar la religión al cumplimiento de los acuerdos Iglesia-Estado sin un planteamiento educativo. Con lo cual, empezamos mal. La religión no está pendiente por su contribución educativa, sino porque no queda otra. Y en el no queda otra se da a entender también, que si la religión sigue, es por un privilegio de la Iglesia que suena a otro tiempo, al pasado, y que poco a poco irá desapareciendo.
Eso apoya la tesis de que se haga lo que se quiera en esa materia…
Este imaginario social de la clase de religión no es positivo. Creemos que debería haber uno más cívico, más social. A mí me gusta decir que la clase de religión es más una cuestión de la política educativa, de las administraciones, de los poderes públicos…que de la Iglesia.
Sin embargo, las críticas de estos últimos días vienen precisamente por el otro lado: la Iglesia hace catequesis en la clase de religión, vamos a volver a los rezos… Incluso, sea real o no, se está hablando de si va a volverse a impartir el creacionismo en las clases de religión, etc.
Yo creo que eso es una caricatura. Hubiera habido el currículo que hubiera habido, mejor o peor, la caricatura habría sido la misma. Ha salido el currículo pero no ha habido cambios: da igual, el grupo de siempre se ha movilizado contra la clase de religión.
Pero yo sí he leído que, en el tema de introducir la memorización de las oraciones, ha habido un cambio respecto a 2007.
Hace unos meses salió el currículo de Religión Islámica y prácticamente pasó desapercibido. Los mismos que ahora hablan del de Religión Católica, a los que habrá que agradecer su interés, dejaron de lado éste, que es mucho más amplio y tiene fórmulas parecidas a las que en el otro se critican. Aunque tiene sus límites, su novedad es que es menos catequético y confesional que el de 2007, que era el mismo que el de 2002.
Nosotros hemos publicado un artículo de un salesiano que defiende esta tesis tuya. Pero no es la mayoritaria, ni muchísimo menos.
Porque aquí la opinión pública se ha impuesto. Pero ojalá medios como el vuestro nos permitan explicar las cosas.
¿Puedes contextualizar este currículo?
Responde a un esfuerzo teológico y pedagógico que hay que valorar muy positivamente. Quizá no hayamos llegado a un currículo todavía ideal, pero vemos que ha habido un esfuerzo por disminuir la catequesis. Teológicamente, por ejemplo, centra muy bien las cosas en el alumno. Se ha hecho un giro antropológico hacia la experiencia religiosa como diversidad cultural. Eso va a permitir a los profesores acoger al alumno en toda su diversidad.
Se empieza por el alumno y no por Dios, como antes.
Claro. Ése es el primer bloque del currículo. El segundo, es el del esfuerzo de regreso a la tradición bíblica. La Historia de la Salvación, el Pueblo de Israel, todo lo que transmite la narración, el Nuevo Testamento… La recuperación de lo bíblico es muy evidente. La tercera aportación teológica a este currículo es la centralidad de la figura de Jesucristo. No es un proyecto veterotestamentario en el que, como antes sucedía, su figura estaba equiparada a la de Abraham… sino que es profundamente cristocéntrico, es decir, acorde con los signos de los tiempos desde el Vaticano II. Por último, hay una comprensión de la Iglesia como prolongación de la figura de Jesús. No es una parte desvinculada: es una seguidora, la continuidad en el tiempo del movimiento de Jesús. Los cuatro bloques constituyen un avance considerable, sobre todo después de la última década, en que este esfuerzo teológico no estaba presente.
Pedagógicamente, también tiene algunas aportaciones interesantes: se ha tenido muy en cuenta, por ejemplo, cómo los alumnos van madurando en su proceso, desde primero de primaria hasta que acaban el bachillerato. Responde con didáctica a cada uno de esos momentos. No hay cosas, como las había antes, incoherentes, como cuando en los criterios de evaluación de primer ciclo, con seis años, se pedían que buscaran una cita bíblica. Ese tipo de errores didácticos no se han cometido, por tanto es un currículo más profesional, congruente y positivo.
Pero, ¿y estas críticas concretas -los rezos, la desaparición del estudio de otras confesiones…- las compartes?
Eclesialmente también hay que contextualizar este currículo: la Iglesia que lo ha hecho, en cumplimiento de la legislación vigente, ya no es la autorreferencial de antes…
¿Es más de Francisco?
La Iglesia se ha movido con el Papa Francisco. Ha empezado a salir. Es verdad que todavía este currículo tiene sus limitaciones: no llegamos a las periferias existenciales, educativas… Pero sí hay muchos profesores atendiendo a estos alumnos que están en la periferia. Este currículo se entiende mejor porque es minimalista, en el sentido de que sólo indica diez o doce contenidos muy bien seleccionados para cada curso. Eso permite al profesor que conoce la tradición cristiana, el mensaje, el diálogo fe-cultura…contextualizar los contenidos en la realidad de los alumnos. Una mirada más abierta. No es muy largo y, por eso, permite aterrizar en el acercamiento.
Es muy triste que, contándolo tan bien como tú lo estás contando, la opinión mayoritaria de la sociedad sea justamente la contraria: la de que se va a volver a impartir catequesis en las aulas. ¿Por qué nadie ha dado todavía esta explicación que tú nos das?
El currículo tiene 452 frases (me he molestado en analizarlo), y es posible que haya una decena de ellas que no sean las más acertadas, susceptibles de caricatura. No entender la felicidad al margen de Dios, por ejemplo… Pero, situadas en el ámbito pedagógico, de un estándar de aprendizaje, no están pidiendo ni que se rece ni que se crea: están diciendo que sepamos manejar fórmulas de la enseñanza religiosa que nos ayuden a desarrollar competencias en el alumno, como el tema del trabajo de la memoria.
Entonces, ¿se va a enseñar a desarrollar la memoria enseñando a rezar?
No. se va a enseñar qué es lo que los cristianos rezan. Algunos puede que, aprendiendo esto, experimenten un crecimiento espiritual. Pero eso no va reñido con la maduración: todos hemos aprendido el amor a la literatura, el amor al arte, el amor a la educación física practicándolo. Sin embargo, practicarlo no era una condición para evaluarnos positivamente. Lo religioso se aprende en la mente y en el corazón. Si no tocamos el corazón, el aprendizaje no es integral. Los alumnos deberían sentir, pero ese sentimiento no va a ser evaluado. Ni negativa ni positivamente. Simplemente, la experiencia forma parte del proceso de aprendizaje, y luego la evaluación es otra cosa, intelectual, en la que no intervienen ni la fe ni las creencias, sino unas cuestiones que cada vez tienen que ver más con la formación de los alumnos en competencias generales que con conocimientos concretos de una asignatura. Si esto lo aplicamos a todas las asignaturas, no sé por qué no lo vamos a aplicar también a la de Religión.
Tal vez porque el debate de fondo es el planteamiento de la idoneidad o no de unas clases de religión en la escuela pública, especialmente… A nadie debería escapársele -es mi opinión personal- que lo religioso es un valor indispensable para entender la sociedad actual. Desde los derechos humanos hasta las normas de convivencia, empezando por el pasado y hasta el futuro. La cuestión es si en la escuela pública esto se debe enseñar de una manera más aséptica de la que se hace; si el hecho de aceptar un tipo de religión confesional -sea católica, musulmana, evangélica, judía…- puede implicar el abandono de otras tradiciones. ¿Es beneficioso que haya una presencia confesional de la religión en las escuelas?
Creo que este planteamiento es abierto y dentro de él todo se puede hablar. Lo que es verdad es que, hasta ahora, lo que nos ha hecho ser lo que somos nos ha conducido a una situación en la que nosotros podemos dar respuesta, a través de la religión confesional en la escuela, a la libertad de educación, al derecho de las familias. Podemos articular la tendencia de la escuela a esta dimensión de la persona.
Dar la clase por este convencimiento, no porque haya que darla, como decíamos antes.
Hasta ahora, hemos podido dar respuesta a este compromiso con la sociedad desde las confesiones religiosas. Pero necesitamos el acuerdo, porque si no el Estado no podría dar estas asignaturas a las familias que lo piden. Es verdad que podríamos seguir avanzando: a mí me encantaría que los poderes públicos se tomaran mucho más en serio que como hasta ahora han hecho esta formación de la interioridad de la persona, de la dimensión espiritual y trascendente. En el momento en que los poderes públicos planteen en serio, encima de la mesa, cómo va a ser ese abordaje, las tradiciones religiosas que forman parte de la sociedad -que no del Estado- también dialogarán con los poderes públicos. Se pueden llegar a acuerdos sobre la medida en que necesitamos una educación confesional o no, pero hay un requisito que no hemos cumplido hasta ahora: los poderes públicos no se han tomado en serio esta formación religiosa en las escuelas. Con lo cual, las religiones han hecho un poquito más de lo que deberían hacer.
Porque al final la ley lo que dice es que hay que ofrecerla: que el Estado es el pagador (paga a los profesores…) pero se desentiende de elaborar el currículo… Y, en paralelo, las confesiones religiosas han tomado un trozo enorme el pastel, que habría que ver si les correspondía o no. La siguiente pregunta es si no estamos mezclando los ámbitos de la enseñanza y de la catequesis. ¿No deberían ser las propias confesiones las que delimitaran más claramente esa diferencia?
Bueno, yo creo que nosotros, la Iglesia Católica, lo hemos hecho claramente. A los pocos meses de iniciarse la transición democrática, en España la Iglesia publica un documento -junio de 1979- en el que dice que al entrar en unos nuevos tiempos, no podemos mantener el modo de entender la clase de religión de la anterior etapa, la Dictadura franquista y su Concordato del 53. Lo dice la Iglesia públicamente. Tenemos que pasar a un nuevo modelo, que ya no va a ser una iniciación religiosa a través de la cual se evalúa la fe. Diferente de la catequesis, la Iglesia ha definido claramente la enseñanza. Otra cosa es que luego algunos currículos o profesores, algunas opiniones publicadas… no lo hayan sabido tener en cuenta. Pero aquel documento dijo claramente que la escuela no es lo mismo que una parroquia. El propio Vaticano ha sido siempre claro: los destinatarios, ámbitos y los objetivos son diferentes. Por tanto, es perfectamente posible que las confesiones cooperen con los poderes públicos. ¿Se lo toman demasiado en serio las Iglesias? Podríamos decirlo. Pero hay que pensar que los poderes públicos tienen una normativa, a la que hemos hecho referencia, que es de Derecho Internacional. Es la ley. Y lo que dice es que la educación no es competencia del Estado ni del partido político que lo gestione, sino que es un derecho fundamental de las personas.
Sí, pero la plasmación de ese derecho fundamental es mucho más concreta y, en la práctica, si que hemos tenido no sé cuántas leyes de Educación, todas muy distintas, dependiendo el partido que las plantease.
Cuando digo ley internacional no me hoy refiriendo a los acuerdos interestatales. Me estoy refiriendo al Derecho Internacional: Derechos Humanos, Derechos del Niño… que es donde está protegida y explicada lo que es la educación como derecho. Lo último en lo que pensaba, sinceramente, es en los acuerdos Iglesia-Estado, aunque sean la norma que marca las clases de religión. He caído en la cuenta de que te he confundido…
Vamos a tirar un poco por ahí: sin tener en cuenta exclusivamente esos acuerdos, ¿cuál sería tu clase de religión ideal en una escuela pública?
Tenemos que inventarla, con una responsabilidad mucho mayor de los poderes públicos y con una cooperación sana de las confesiones con ellos. Aspirar a crear un área, una asignatura, que comprenda valores. No sé si se llamara «Ciudadanía», «Religiones» o algo parecido; el nombre no es lo más importante, sino la presencia de un área -como existe la de lengua extranjera, que es responsabilidad exclusiva de los poderes públicos- en la que hubiera diferentes opciones: unas que cubrieran los valores que deben ser para todos, no para los que no van a Religión, y luego también unos valores, que no todos pueden querer, que tienen una continuidad, por dentro y hacia fuera, en las confesiones religiosas. Por tanto, creo que habría cursos en los que podríamos tener asignatura común para todos, también alguna que diera cuenta del Hecho religioso universal e históricamente, y luego cursos donde pudiéramos elegir. Ahí entrarían como opción las confesiones religiosas.
Se parece a aquella propuesta de valores que ya se hizo…
Es verdad, yo conocí ese grupo. Ésta es un poco más concreta, mucho más explícita en el sentido de calibrar los valores entre la educación cívica y las religiones. Porque, en aquel momento, quizá la religión no estaba tan incluida. Pero la propuesta es lo de menos: lo que yo reivindico es una mayor responsabilidad de los poderes públicos en la formación de la ciudadanía en las escuelas y una sana cooperación de las confesiones religiosas. Tengamos en cuenta que los alumnos que salen de la escuela tienen que formar la sociedad del futuro. Si salen con una formación cívica y religiosa, llevan dentro un bien social. Nuestra sociedad necesita gente buena, que tenga fondo, porque quizá por desatender durante tanto tiempo esta formación cívica, la gente tenderá tanto a la corrupción… Al menos alguna relación habrá que establecer en algún momento.
Ha sido un auténtico placer, Carlos, sobre todo porque haría falta que algún defensor de la religión confesional en la escuela pública pudiera contarnos las cosas para que las entendamos y no nos encerremos en las caricaturas y en los acuerdos Iglesia-Estado. Tú has explicado tu perspectiva de este derecho muy claramente.
Hay países en los que la enseñanza de la religión funciona estupendamente y no hay acuerdos Iglesia-Estado. Dependen de un compromiso serio de los poderes públicos y de una cooperación de toda la sociedad civil con ellos.
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