Buxarrais, Palenzuela, Delicado y Rubio fueron declarados “altamente peligrosos” por el franquismo
(José M. Vidal).- El «espíritu de Villagarcía» o el «espíritu de la región del Duero» planeó en el salón de actos del Colegio Gredos San Diego de Las Rozas. Allí se presentó el libro de Juan Antonio Delgado ‘La Pastoral de Conjunto. Una contribución al camino de la democracia en la región del Duero 1968-1993‘ (Editorial Celya). Contribución social y eclesial, como una de las plasmaciones pastorales más fructíferas de la primavera conciliar en España.
En la mesa de presentación, moderada por el director del Colegio Gredos San Diego de Las Rozas, José Luis Pérez, participaron Joan Gonper, el editor, José Manuel Vidal, director de RD, Begoña Lafuente, vicerrectora de la Universidad Católica de Murcia, Ángel Galindo, rector de la Pontificia de Salamanca y Eugenio Nasarre, diputado.
Mientras del editor, Joan Gonper, se mostraba satisfecho de haber publicado un libro de ese calado e importancia social y eclesial, la vicerrectora de la Universidad católica de Ávila, Begoña Lafuente enfatizaba que, con la pastoral conjunta de la región del Duero «se pone en marcha la hora de los laicos», aunque los honores del proyecto se los lleven obispos,vicarios, sacerdotes y teólogos.
José Manuel Vidal recordó el efecto inspirador que el proyecto del Duero tuvo en Galicia, concretamente en Ourense, de la mano, sobre todo, de los sacerdotes del Prado y, especialmente, de Felipe Fernández Alía, uno de sus máximos inspiradores. Y, a continuación comparó aquella primera primavera conciliar con la de Francisco.
«Después del Concilio, hablábamos de la primavera de la Iglesia y de su aggiornamento. Estamos, ahora mismo, asistiendo a un milagro inesperado: el de la nueva primavera de Francisco. Una primavera que es posible gracias a gente como Marcelino Legido o Felipe Fernández o Casiano Floristán y tantos otros profesores del Instituto Superior de Pastoral de la Pontificia en Madrid. Todos ellos permanecieron fieles en el surco del espíritu conciliar, sin claudicar, ni siquiera cuando empezaron a soplar (y soplaron con fuerza) los vientos de la involución eclesial».
Y añadía: «Tanto ellos, como los obispos, los curas y los laicos del Duero fueron las ‘parteras’ de esta nueva primavera que, a mi juicio, consiste en descongelar el Concilio». Por último, para ayudar a cuajar la primavera, Vidal invitó a subirse al carro de la ilusión de Francisco, en «un impulso promovido por los obispos, secundado por los curas y asumido con alegría por los fieles». Y, en este sentido, propuso el que los prelados manden a sus curas jóvenes a ‘aggiornarse’ al Instituto de Pastoral de Madrid, como se hizo en la época postconciliar, con tan buenos resultados.
El rector de la Pontificia, Ángel Galindo, se sintió especialmente concernido por el libro. «Me recuerda mis raíces pastorales, porque yo estuve en el nacimiento del fenómeno, cuando era cura en Boceguillas (Segovia) y traté a todos los nombres que salen en el libro de Juan Antonio».
Momentos ilusionantes y también duros, en los años finales del franquismo. Por ejemplo, Galindo recordó el atentado que sufrió monseñor Palenzuela en Rueda, un «atentado que iba dirigido a monseñor Setién».
En cualquier caso, a su juicio, «no podría escribirse adecuadamente la historia reciente de España sin recordar a muchos de los personajes que aparecen en este libro». Por ejemplo, el importante papel jugado por los obispos de Segovia, Palenzuela, y de Valladolid, Delicado. Y de la Iglesia en general, que «jugó un papel decisivo en la Transición».
Por su parte, el «espíritu de Villagarcía» de la pastoral del Duero puso en marcha una serie de propuestas eclesiales democráticas, empezando por el diálogo y el trabajo en conjunto, pasando por una «recepción del Concilio con alegría y esperanza».
El último presentador fue Eugenio Nasarre. El diputado hizo una reflexión sobre el contexto del libro y aseguró que «dentro de la Transición hubo varias transiciones, entendidas como procesos de cambio y conversión, que asumieron la reconciliación, la superación de las heridas de la guerra o el nacimiento de una España plural».
A su juicio, «el Concilio fue la base providencial para el camino de la Iglesia española», al tiempo que reiteraba que «sin el papel jugado por la Iglesia no se puede entender la Transición». Una Iglesia que «abandonó, de una forma sincera, el modelo nacionalcatólico y apostó por la reconciliación y por la pastoral de conjunto».
Y el diputado del PP concluyó asegurando que «la Constitución de 1978 dejó bien resuelta la cuestión religiosa, que fue objeto de litigio durante tres siglos» y, ante «los momentos de cambio intenso que vivimos», invitó a «preservar lo mejor del espíritu de la Transición».
Cerró el acto el autor, que agradeció la presencia de los presentadores, asi como la labor del prologuista, monseñor Castellanos, obispo emérito de Palencia, que junto a Buxarrais, Palenzuela, Delicado y Rubio fueron los máximos artífices episcopales de «este proceso interno de conversión», que irradió, de una u otra forma, a toda la Iglesia española.
Precisamente por eso, muchos de esos obispos pasaron a la lista negra del franquismo, en la que estaban anotados como «altamente peligrosos». Quizás porque pusieron en marcha «una nueva forma de hacer de la Iglesia desde la experiencia del Vaticano II», posibilitando «la participación de los fieles en forma de asambleas y de comunidades cristianas».
A su juicio, «el libro muestra cómo esta Pastoral de Conjunto representó un espíritu que hoy perdura en los corazones de los que la vivieron y sintieron, proporcionándonos el conocimiento de un tema que hasta el momento era conocido solamente de forma descriptiva, en algunos de sus aspectos».
«Además, de fondo de esta poliédrica experiencia, nos encontramos, obispos, vicarios y laicos que sustentaron y marcaron indeleblemente esta Pastoral de Conjunto de la región del Duero, asumiendo la renovación del Vaticano II, impulsando otra presencia de Iglesia, contribuyendo así junto con otros grupos sociales a la construcción de un tejido democrático que incentivó y acogió el fin de la dictadura y el establecimiento de la libertades», concluyó.
Una Iglesia en salida y en las fronteras existenciales de la región del Duero mucho antes de la llegada de Francisco. La primera primavera de la Iglesia postconciliar que echó raíces en el pueblo de esa región y, desde ella, se extendió a otras muchas partes de España. Una Iglesia del, con y para el pueblo. Como la que, ahora mismo, quiere el Papa.