Antonio Aradillas

Viveros de obispos

"Haber involucrado tanto al Espíritu en el nombramiento de los obispos, les exige a sus responsables mayor atención"

Viveros de obispos
Antonio Aradillas, columnista

La jerarquía eclesiástica, todos cristianos y supuestamente de alguna manera accionistas de la institución mercantil, fueron paisaje, monumento o "niñas bonitas" de ese calendario

(Antonio Aradillas).-Precisamente el hecho de haber involucrado tanto -tal vez demasiado- al Espíritu Santo en el nombramiento de los obispos, les exige a sus responsables «electores» mayor atención y cuidado. Ni los intereses personales, o de grupos, espirituales o no tanto, ni la concreción de un favor «mitrando» al benefactor, podrían jamás constituirse en huellas, o en rastros, en la decisión de elevar al episcopado a cualquier aspirante a tan sagrado ministerio.

Pero el hecho es que, porque entre otras cosas, y gracias sean dadas a Dios, somos humanos, y por diversidad de circunstancias y ponderaciones, los VIVEROS EPISCOPALES de la jerarquía española eran y son, conocidos y reconocidos por muchos, con raras y serias dificultades para equivocarse, en exclusiva o fundamentalmente, los movimientos espirituales definidos por conservadurismos y docilidades, así como las influencias personales directas ejercidas por un determinado Cardenal, que privilegiaba a quienes estaba seguro de ser sus sósias, formados a su imagen y semejanza. Estos y aquellos, habían recorrido ya un buen trecho en la carrera episcopal, en los últimos tiempos en España.

También alguno que otro conventículo bancario, diocesano y cordobés por más señas, formó parte de estos viveros, cargando de razones a quienes, en la concepción popular, aseguraron que la jerarquía se llevó siempre bien con los componentes de ese gremio, matrimoniándose con ellos de manera poco menos que indisoluble.

La foto, ya un tanto mustia y ajada, que ilustra esta información, es prueba de ello, protagonizada por «Excelentísimos, Reverendísimos y Eminentísimos Cardenales, arzobispos y obispos», tomada en el marco de la catedral de Oviedo, el 13 de abril de 1890. La actualidad de la misma la gestionó y acentuó en gran parte el dato de que, en el transcurso de los doce meses largos del año 1962, fue referencia obligada de los calendarios- almanaques que les sirvieron de guía a los potenciales clientes, y a impositores, que ya lo eran en efectivo, del «Banco Asturiano de Industria y Comercio de Oviedo» .

La jerarquía eclesiástica, todos cristianos y supuestamente de alguna manera accionistas de la institución mercantil, fueron paisaje, monumento o «niñas bonitas», que son -o eran- los motivos normales de otros calendarios de signo diverso. La historia refiere, con datos y detalles laborales, sobre todo, mineros, que el panorama social de Asturias no estaba para fotos como la elegida por el Consejo de Administración del banco de la entonces provincia ovetense.

Quiero comprender que «eran otros tiempos». Pero lo que para algunos -pocos-, esta circunstancia pudiera servir de excusa, para otros -los más-, fue, es y seguirá pareciendo irreverencia, deshonestidad e indecencia.

(12) «MONAGUILLAS»

El tema de las mujeres está resultando hoy en la Iglesia tan recurrente como lo es en los ámbitos convivenciales, sociales, comunes o vulgares. Por supuesto que en los mismos, la figura de la mujer, por mujer, no resplandece por sus virtudes o dignidades idénticas a las del hombre, por hombre. La discriminación es patente y sus consecuencias, a veces dramáticas, siempre dolorosas, injustas y hasta carentes de argumentos propios de seres pensantes.

Sin rizar en exceso el rizo, por citar ejemplos recientes, en más de una diócesis norteamericana, uno de los «graves» problemas hoy planteados es el rechazo de las «monaguillas» – chicas- en el servicio al altar, con incuestionada aceptación de los monaguillos -chicos. Doctos, letrados e inefables intérpretes bíblicos y salvaguardas de «sagradas tradiciones» y doctrinas oficiales, desalojan a las niñas «monaguillas» del altar y de sus aledaños, ante el fundado temor de que algún día puedan aspirar al sacerdocio, de igual manera que los monaguillos, lo que hoy por hoy, y al menos en la Iglesia católica, «única y verdadera», es cosa de hombres, por expresa e inconmovible formulación teológica y canónica

Si no resonara de modo estridente, habría que diagnosticar de «patológica» la acentuada obsesión eclesiástica de seguir definiendo, considerando y tratando a la mujer, y cuando se relaciona con ella en todo orden de cosas, como objeto- sujeto de pecado dentro y fuera de la Iglesia. La campaña de tan absurda y anticristiana misoginia católica está abanderada en la noticia de esta referencia, por el sacerdote Joseph Illo, autoproclamado «defensor de tan notable tradición», con las bendiciones expresas episcopales de Mons. Salvatore Cordileone…

Este es el hecho que aquí se nos presenta en su versión de repelente y odiosa noticia, con caracteres esperpénticos y morbosos, pero que a su vez, y en otras latitudes «religiosas», se traduce en las espeluznantes estadísticas de chicas sometidas familiar, social y políticamente a ablaciones indignas y abyectas, ofensivas contra la especie humana .

El de la mujer- sacerdote, con igualdad de derechos y deberes que el hombre, es en la Iglesia católica un problema de notables dimensiones teológicas, canónicas y sociológicas cuyos ecos se tornan noticia diaria, por lo que la insistencia en el mismo está garantizada, y es de justicia que se le preste pormenorizada atención, sin temor a que resulte legítimo concluir que sea una obsesión por mi parte. Si no se concibe la Iglesia como espacio y medida adecuada para el desarrollo integral de la mujer en beneficio de la colectividad y de la común- unión, automáticamente se frustra como obra de Dios, convertida en pías invocaciones del «Amén» y del «Ora pro nobis», al servicio e la jerarquía, todos varones «por la gracia de Dios».

¡Papa Francisco!, no se olvide que la mujer, por mujer, se siente preterida y «anatematizada» en la Iglesia, en tanta, o mayor, proporción a como lo está en religiones veterotestamentarias e islámicas, sobrepasando los efectos de sus ablaciones los linderos de la incivil y deshumanizada biología.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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