JUbileo para que la misericordia fluya por todo el cuerpo eclesial a borbotones y cale a fondo en sus actitudes y en sus estructuras
(José M. Vidal).- En sólo dos años al frente de la Iglesia católica, Francisco se ha ganado infinidad de calificativos: Papa de los pobres, del fin del mundo, franciscano, de la gente, de la ternura, de los descartados, de la alegría, de la revolución tranquila o de la primavera. Pero el que más le gusta, el apelativo con el que desea pasar a la Historia, después de un pontificado que el mismo prevé corto de «cuatro o cinco años», es el de Papa de la misericordia.
Por eso, el día 13, dos años después de salir al balcón de la Plaza de San Pedro, quiso colocar la misericordia en el frontispicio de su pontificado. Y convocó, por sorpresa, un Jubileo, un año santo extraordinario a ella dedicado. Con su histórica decisión coloca su nombre y el de la misericordia en las letras grandes de los 26 años santos celebrados hasta hoy en la Iglesia católica.
La misericordia deja de ser una palabra más de entre las muchas y muy novedosas que utiliza Francisco, para pasar a ser el núcleo, el corazón, el quicio y la piedra angular de su breve, pero intensa, andadura papal.
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