Por ser sacerdote, primero he tenido que demostrar que era una persona normal; y luego que era un escritor decente
El escritor y sacerdote Pablo d’Ors ha dicho que no comparte la idea de que la Iglesia católica mejoraría con la supresión del celibato, del que ha señalado que «simplemente debería ser optativo, y no ponerlo como condición para el ministerio sacerdotal«.
«Pero yo, por mi parte, creo en la vocación celibataria y la defiendo», ha añadido en una entrevista, en la que ha asegurado que «nunca» le han llamado la atención por el tono de algunos pasajes de sus novelas, de tema amoroso.
Esto lo ha atribuido a que «en parte porque quienes podrían llamarme la atención no leen novelas; y en parte porque saben que la ventaja de escribir novelas es que uno siempre puede decir que es sólo una ficción».
Sobre ello ha añadido que «la realidad es mucho más peligrosa; mucho más intensa; incomparablemente más rica e inaprensible; pero lo que solemos llamar realidad tiene, desde luego, muchísimo de simple configuración personal y poco de hechos reales y concretos».
Aunque ha admitido que algún lector pueda acercarse a sus libros por el hecho de estar escritos por un sacerdote, «España es un país con una larga tradición anticlerical, de modo que no diría que ser sacerdote me ha facilitado las cosas para entrar en el mundo de la narrativa; primero he tenido que demostrar que era una persona normal; y luego que era un escritor decente, sólo entonces algunos me conceden el beneficio de la duda».
La diferencia de edad entre amantes, uno de los temas de su última novela, le suscita más ternura que ironía: «El amor no tiene edad, eso desde luego; he visto a viejecitos de más de ochenta años totalmente enamorados; pero lo habitual es que la complementariedad que pide la vida de pareja comporte que sus protagonistas tengan una edad más o menos similar».
De otro tema de su libro, la imposibilidad de la vuelta atrás, ha asegurado que esa circunstancia es uno de los atractivos de la vida y que «solamente sabiendo que esto tiene un fin y que lo ya vivido no podrá volver a vivirse, al menos de idéntica manera, permite que la vida sea tomada totalmente en serio».
«De ahí que el hecho de que haya una sola vida, y no muchas, como sostienen quienes creen en la reencarnación, me parece no sólo más sensato, sino un auténtico alivio«, ha añadido.
Del hecho de que la juventud cada vez dure más –Contra la juventud (Galaxia Gutenberg) es el título de su última novela- ha señalado que, precisamente, «la inmadurez caracteriza a la juventud por definición; no saber o no querer madurar supone seguir agarrándose a ideales utópicos y negarse a afrontar las posibilidades que siempre abre la realidad».
«Hoy por hoy, al menos en Europa, adolescencia y juventud es prácticamente la misma cosa: ese estado intermedio entre la infancia y la vida adulta».
No obstante, ha matizado: «Prefiero un joven un poco cabeza loca que uno demasiado sensato; si un tipo es demasiado sensato a los veinte años, las tonterías que debería haber hecho entonces las cometerá seguramente luego, a los cuarenta, y eso suele ser mucho más peligroso y hasta devastador».
Al consabido «Divino tesoro» ha respondido que «toda etapa es un tesoro, si se sabe vivir; pero también es un infierno, si no se sabe vivir. Mucho me temo que lo normal es que sea un purgatorio: todos vamos purificándonos y accediendo poco a poco a la luz».
La juventud tiene más prestigio del que merece «porque es más fácil dejarse llevar de las apariencias que de las esencias; tiendo a desconfiar de lo que brilla a los ojos del mundo y, por contrapartida, a ponerme de parte de lo que permanece anónimo».
(RD/Agencias)