¿Cómo nos da hoy su cuerpo? En tantos sin nombre que no pueden entrar en nuestro mundo rico, porque hay vallas, policías y fronteras que impiden el paso; en los enfermos de sida o de ébola; en los olvidados, marginados y despreciados
(Martín Gelabert, op).- Una noche alguien dijo a sus mejores amigos: «tomad, esto es mi cuerpo». No dijo: mi espíritu; no dijo: mi alma. Dijo: mi cuerpo. Años después vinieron los ritos, las ceremonias, las procesiones, las adoraciones.
Vinieron también las profanaciones y las reparaciones. Vino la poesía: «que la lengua humana cante este misterio» (Tomás de Aquino); «¡Oh cosa maravillosa! Convite y quien convida es una cosa» (Cervantes); «amor de ti nos quema, blanco cuerpo» (Unamuno).
Vino la teología. Y alguna muy buena y muy profunda, como la de Tomás de Aquino: «No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales».
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