Los auténticos políticos son elegidos "para velar, para atender, para cuidar, para servir"
(Josep M. Bausset, monje).- Este es el consejo que San Benito en su Regla da al abad, para que sepa que su misión en el monasterio es la de ser un servidor de la comunidad, no la de ser amo y señor de la misma.
Este mismo consejo es el que habrían de tener muy presente los concejales que formaran los nuevos ayuntamientos, las diputaciones y los gobiernos autónomos: Servir, más que mandar.
Los políticos que han sido elegidos por los ciudadanos en les elecciones del pasado 24 de mayo, no habrían de imitar la actitud de los Maestros de la Ley, y que Jesús denunció hace dos mil años. Jesús decía a la gente: «No os fiéis de los maestros de la Ley. Les gusta pasearse con sus vestidos, y que la gente les salude en las plazas, que les hagan ocupar los primeros sitios en las sinagogas y los primeros lugares en la mesa; devoran los bienes de les viudas y, cuando rezan, para hacerse ver, se ponen filacterias bien largas». Y Jesús acababa su denuncia así: «Son los que serán juzgados más rigurosamente». (Mc 12:38-40).
El ejercicio de la política, si se entiende como un servicio a los ciudadanos, es una manera noble de ser útil a la sociedad. Pero si la política no se entiende como un servicio sino como un medio para pisotear a los otros despóticamente y para enriquecerse, aunque sea de manera ilícita, entonces se convierte en una cueva de ladrones.
El abad San Bernardo de Claravall se dirigía a su discípulo Eugenio III, cuando éste fue elegido obispo de Roma, con estas palabras: «Vas a presidir para velar, para atender, para cuidar, para servir». Y añadía aun: «Tu has de ser la figura de la rectitud, el que afirma la verdad, el refugio de los oprimidos». ¿No habría de ser esta la actitud de los alcaldes y de los conejales, de los diputados provinciales y de los presidentes autonómicos?
Con estas palabras el abad San Bernardo pedía a los pastores de la Iglesia que fueran solícitos con los más necesitados: «Has de cuidar a los pobres, eres la esperanza de los que sufren miseria y tutor de los huérfanos».
Así habría de ser también el comportamiento de los políticos: Desde la honestidad y la rectitud. Desde la preocupación por los que sufren. Desde la vocación por servir y no de mandar. Es lo que espero de los concejales que han de servir a los ciudadanos, y no servirse de ellos. Para gobernar con rectitud. No para enriquecerse de una manera deshonesta, más propia de una cueva de ladrones que de unos servidores públicos.
Que en les negociaciones y en los pactos entre los partidos políticos, para llegar a los acuerdos pertinentes, prevalezca más la actitud de servicio, que la ambición o el despotismo. Y siempre con generosidad, huyendo de actitudes mezquinas, de trampas o engaños. Con honestidad y con generosidad, porque los auténticos políticos son elegidos «para velar, para atender, para cuidar, para servir».