Gabriel María Otalora

¿Una nueva religión sin Dios?

"Denunciar, evangelio en la mano, esta religión consumista"

¿Una nueva religión sin Dios?
Gabriel Mª Otalora

Esa religión materialista está a las puertas de consolidarse legalidad planetaria

(Gabriel Mª Otalora).-Es necesario leer críticamente ensayos y opiniones de personas que no piensan como nosotros pero que han sido capaces de influir socialmente en periodos concretos de la Historia. Uno de los más disparatados, en mi opinión, fue August Compte al plantear su positivismo como una religión sin Dios a partir de un ideal científico o ciencia positiva como el centro de todo.

Compte pasó de desdeñar a la religión como paradigma espiritual por ser contrario a su positivismo a creer en una religión sin dios: el ser humano, decía, puede vivir sin dios pero no sin religión. Una religión atea (parece un oxímoron) que tendría una función psicológica de estabilidad emocional e incluso social.

Pues bien, al tiempo que Compte reconoce implícitamente que el ser humano tiene inoculado en origen el sentir trascendente de comunicarse con Alguien, concibe la religión como un mecanismo de seguridad y protección en la que él sería el sacerdote de esa iglesia secular, sin dios, pero cuya organización, ceremonial e incluso su jerarquía, debía imitarse a la iglesia católica.

Todo un poco histriónico en las formas aunque en los tiempos actuales, algunos poderes fácticos han logrado hacer de la religión una experiencia muy parecida a lo que proponía Compte, asegurándose de paso una implícita aquiescencia de una parte significativa de la iglesia católica a sus injusticias estructurales. Una parte de iglesia que ojalá se convierta pronto en minoritaria por el soporte que dan a esos poderes que se sirven de la religión vaciándola y tergiversando su contenido.

Esos poderes son los que presionan sin descanso para que se firme cuanto antes el Tratado Trasatlántico de Libre Comercio (TTIP) entre la Unión Europea y Estados Unidos que pretende un blindaje a las multinacionales y convertir de facto a nuestro sistema de libertades y derechos en una posdemocracia gobernada por los mercados financieros y las grandes multinacionales.

Además de las muchas protestas, casi dos millones de firmas se han recogido por la Iniciativa Ciudadana Europea para oponerse a ese acuerdo comercial que se ha llevado en secreto entre la UE y Estados Unidos, ya que supondría la pérdida de más de un millón de empleos y un ataque sin precedentes a los derechos sociales, laborales y ambientales.

Pretenden incluso que ni los Estados puedan controlar, arbitrar o juzgar las actuaciones que quedarían en manos de una especie de comités de arbitraje supraestatales dejando las leyes y los derechos fundamentales europeos, que tanto está costando mantener, en agua de borrajas.

Todo parece indicar que el positivismo de August Comte, que se tenía por superado, vuelve con fuerza en una versión mejorada y actualizada capaz de causar mucho daño porque los defensores de este tratado ultraliberal lo venden como una manera de ampliar la libertad y de mejora de la economía global.

Los que promueven las nuevas formas de tiranía quieren que seamos eternamente niños mientras nuestra iglesia institucional no acaba de reaccionar con la firmeza necesaria para denunciar, con el evangelio en la mano, a esta nueva religión consumista y cada vez más totalitaria sin Dios.

Solo un hombre, aunque sea el papa Francisco, no puede hacerlo todo. Esto es algo que ya lo denuncié en estas mismas páginas digitales (¿Quién sigue a este Papa?): «Parece como si quisiéramos que Francisco fuese capaz de cambiar las cosas y hasta las conductas humanas pero de manera que no nos salpique mucho. Una especie de admiración la nuestra que se rinde a su capacidad de comunicador pero deseando encarecidamente que sea él y solo él quien lleva a cabo la colosal tarea de lograr un mundo mejor. Lo que nos gustaría es que él sea capaz de cambiar lo que haga falta pero sin que ello afecte a nuestra conversión e implicación real en dicha tarea».

El problema no es que estemos a las puertas de una nueva religión sin Dios, sino que esa religión materialista ya implantada, esté a las puertas de consolidarse con una legalidad planetaria que borraría lo que queda en pie del Estado Social de Derecho y los derechos mínimos fundamentales ahora amenazados en Europa. Ante esta amenaza real, la doctrina social de la iglesia, las condenas sin paliativos de los primeros Padres de la Iglesia a injusticias semejantes y las enseñanzas del Maestro sobre nuestro deber con el prójimo más en precario, deberían restallar en los corazones de los cardenales, arzobispos y obispos al calor todavía de las celebraciones de Pentecostés.

Y lo mismo digo de los gobernantes que se les llena la boca diciendo que son cristianos. ¿De qué sirve el poder de la Iglesia si no reacciona? La respuesta nos la dan los muchos que se han marchado del cristianismo en el Primer Mundo: se fueron al experimentar que la institución eclesial es más importante que el Mensaje, convertida en una iglesia mundana y acomodada sin ejemplo profético; una iglesia sin Dios.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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