Tendrá que molestar incluso a la política capitalista de estados como el de España , que, en estos últimos años, han buscado el "bien" de su dinero, no la vida de los ciudadanos
(Xabier Pikaza).- Esta encíclica del Papa Francisco tiene la capacidad de volver a emocionarnos tras su anterior exhortación «Evangelii Gaudium» (el gozo del evangelio). Sorprende y emociona no por su lenguaje falsamente erudito, sino por su cercanía profética y cordial a los problemas de la tierra, que son los de la vida humana.
Es una Encíclica muy positiva, pero…
‒ Acepta y valora el desarrollo de la «modernidad» con su progreso… pero descubre en ella el germen de su propia destrucción, si no se humaniza el progreso y no se pone al servicio de los valores reales de la vida del hombre en la tierra.
‒ Acepta el progreso de la economía productiva (con el valor de la empresa y el mercado)… pero la pone al servicio del ser humano, condenando de forma tajante un tipo de especulación financiera y de ganancia a todo precio, que destruye la hermandad humana.
‒ Valora la política al servicio del ser humano y la juzga necesaria… pero condena de forma tajante su «dejación«: ha dejado de ser política al servicio del hombre, y se ha hecho esclava de un tipo de economía in-humana y mentirosa (Quizá por vez primera en un documento papa, después de cien años, se deja a un lado la oposición retórica entre capitalismo comunista de estado y capitalismo liberal).
‒ Valora, evidentemente, la religión y el pensamiento, citando no sólo a maestros cristianos como Francisco y Asís y Juan de la Cruz (con R. Guardini), sino a musulmanes, como el sufí Ali Al-Kawwas... pero no separa el «cielo» de la tierra, sino todo lo contrario: La mayor fidelidad al Cielo (=Dios) se convierte en gozo y exigencia de mayor fidelidad a la tierra (a la vida de los hombres…).
Lo que más sorprende en esta encíclica es su esfuerzo por superar toda retórica e ideología, volviendo a la realidad.
— No hay en ella retórica religiosa… sino evocación emocionada del misterio (sin ningún tipo de imposición), que se expresa en un inmenso esfuerzo de fidelidad a la vida y tarea de los hombres concretos, en esta tierra amenazada en que vivimos.
— No hay ideología, ni liberal ni anti-liberal, ni capitalista ni anti-capitalismo... sino un serio realismo esperanzado y exigente (profético), al servicio de la vida de todos, empezando desde los más pobres.
Ésta encíclica nos alegra a muchos que, desde un punto de vista religioso o no, valoramos ante todo al hombre y buscamos la justicia en la verdad, a través del amor a los más débiles, dentro de una tierra que consideramos casa común (para todos). Esta es una encíclica profética (retoma el estilo de Isaías y Amós), es una encíclica evangélica (se funda en la vida y mensaje de Jesús), es una encíclica cristiana, una gran protesta esperanzada en línea de humanidad…
Ésta es una encíclica que nos anima a trabajar en la línea de una política y de una economía distinta de la actual… Pero estoy seguro de que dolerá y molestará a los grandes poderes económicos y políticos, que se han olvidado del hombre real en la tierra:
‒ Tendrá que molestar y doler (y hacer cambiar) a las corporaciones-multinacionales, que sólo creen en el dinero financiero (que esta encíclica condena);y si no les molesta es que ya no les importa nada la vida real de los hombres y mujeres, sino sólo su capital.
‒ Tendrá que doler a los grandes estados, que se han puesto al servicio de una economía in-humana, empezando por USA (así lo ha dicho ya Mr. Jeb Bush, aspirante a la Presidencia de USA) y por CHINA, que no cumplen ni siquiera por vergüenza el mínimo de lo que han pedido los compromisos ecológicos que se han alcanzado ya, por ejemplo en Rio de Janeiro 2012.
‒ Tendrá que molestar incluso a la política capitalista de estados como el de España , que, en estos últimos años, han buscado el «bien» de su dinero, no la vida de los ciudadanos… una política vinculada al bien de los bancos, cuya retórica va en contra del mensaje de esta encíclica…
Pero dejo ya mis reflexiones. Que el lector interesado pase directamente al texto de esta «carta» de Francisco. Para los que tengan quizá menos tiempo ofrezco una selección de textos que le ayudarán a entender e interpretar quizá mejor la encíclica. Buen día a todos.
Laudato si’. Textos básicos:
Ecología. Un tema económico y social, político y religioso
Contra una cultura del descarte: Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura(22).
Contra una utilización indiscriminada la la energía fósiles… La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan (23) .
Contra una ecología artificial y elitista: En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones « ecológicas» sólo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial(45)
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad…para legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo (50)
La culpa de la política Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos (54).
El pecado de la economía Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas (56).
El riesgo de unas guerras ecológicas: Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos, se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones(57).. Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad. Como suele suceder en épocas de profundas crisis, que requieren decisiones valientes, tenemos la tentación de pensar que lo que está ocurriendo no es cierto. (59)
La tierra, una herencia común:
Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos… La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada (93)
El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros (95).
El hombre actual, un riesgo: El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental (109)..
Mundo para el hombre, el riesgo de una libertad in-humana:
La falta de preocupación por medir el daño a la naturaleza y el impacto ambiental de las decisiones es sólo el reflejo muy visible de un desinterés por reconocer el mensaje que la naturaleza lleva inscrito en sus mismas estructuras. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacitad -por poner sólo algunos ejemplos-, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza (117).
La cultura del relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: Dejemos que las fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables (123).
Una libertad económica sólo declamada, pero donde las condiciones reales impiden que muchos puedan acceder realmente a ella, y donde se deteriora el acceso al trabajo, se convierte en un discurso contradictorio que deshonra a la política (129)El riesgo de los combustibles fósiles, el gran pecado político. El hilo se rompe por lo más débil
Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes -sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas- necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora (165).
En lo relacionado con el cambio climático, los avances son lamentablemente muy escasos. La reducción de gases de efecto invernadero requiere honestidad, valentía y responsabilidad, sobre todo de los países más poderosos y más contaminantes (169). La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible denominada Rio+20 (Río de Janeiro 2012) emitió una extensa e ineficaz Declaración final. Las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global.
De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil (170).
Política y economía en diálogo para la plenitud humana
La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diá- logo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación (189).
Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana (190).
Un decrecimiento de los «ricos»:
Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más 148 y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes (193).
Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos « cambiar el modelo de desarrollo global», 136 lo cual implica reflexionar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones»… Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso (194).El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente (195).
Otra economía y política es posible y necesaria:
Es verdad que hoy algunos sectores económicos ejercen más poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una economía sin política, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual (196).
Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis… Si el Estado no cumple su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar (197).
La política y la economía tienden a culparse mutuamente por lo que se refiere a la pobreza y a la degradación del ambiente. Pero lo que se espera es que reconozcan sus propios errores y encuentren formas de interacción orientadas al bien común. Mientras unos se desesperan sólo por el rédito económico y otros se obsesionan sólo por conservar o acrecentar el poder, lo que tenemos son guerras o acuerdos espurios donde lo que menos interesa a las dos partes es preservar el ambiente y cuidar a los más débiles (198).
Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción (206).
(Seguirá en días sucesivos un comentario de algunos pasajes de esta encíclica)