"El agua es vida. Este país sin agua muere y cada vez llueve menos y con más retraso", explica Figaredo, mientras e congratula de que el Papa Francisco se hay convertido en el defensor de los más pobres
(José M. Vidal).- Sin todavía poder leerla a fondo, vista desde Battambang, la diócesis del español Kike Figaredo, está encíclica de Francisco parece todavía más verde y más ‘franciscana’. Éste es uno de los países más pobres del mundo, pero también uno de los más verdes. Y sin embargo, también hasta aquí llega la presión de los gigantes internacionales que quieren el máximo beneficio, sin pensar en las consecuencias para las personas. Y éstas, las pobres de los pobres, son las que pagan las consecuencias.
Por ejemplo, en los pueblos de esta inmensa prefectura no hay agua corriente ni electricidad. Y lo que es peor para los que no tiene otra cosa de la que vivir que de la madre tierra: su ciclo se altera cada vez más. «El cambio climático es aquí una realidad», dice monseñor Figaredo, mientras nos acompaña a visitar las escuelitas que sembró entre los arrozales para los niños de los campesinos.
Y el prefecto apostólico asturiano lo explica con la pizarra de los campos de arroz absolutamente secos delante. Hace ya más de un mes que estas tierras deberían estar cubiertas de agua, para que la gente pudiese sembrar el arroz del que viven. Aquí todo es arroz y todo gira en torno a este cultivo.
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