Si nos damos tiempo, estamos a tiempo para que las familias innoven en el estar en familia
(Jesús Bastante).- Fernando Vidal, sociólogo de la Universidad de Comillas con experiencia también en el Boston College, ha escrito El reloj de la familia, un método para apoyar la familia como proyecto, concebido desde la espiritualidad pero no sólo destinado a familias creyentes. Vamos a hablar del Sínodo que está tratando en la Iglesia este tema y de cómo El reloj de la familia propone potenciar «la cultura del corazón», desafiando al fracaso, al desapego y a tantas y tantas cosas que atacan el concepto de familia en comunicación que siempre habíamos tenido.
El reloj de la familia no es un proyecto sólo tuyo. ¿Qué es?
Es una propuesta de la Comunidad de Vida Cristiana de España para responder a la petición de herramientas que nos hace el siglo. Nos está pidiendo herramientas novedosas, claves para el acompañamiento de las familias. Este libro es una forma de acceder a ellas y hacer que se muevan. A través de imágenes que cualquier persona capta, nos hemos propuesto sincronizar nuestros relojes con la familia, para vivir a tiempo.
¿Es difícil ponerse en hora en familia?
Es verdad que la vida te va desajustando y va cambiando los ciclos. Lo importante es que estamos a tiempo de hacer algo, si nos damos tiempo. De actualizarnos, vivir con los corazones mucho más acompasados. Pero para eso hace falta un dónde, un cuándo y un cómo, que es lo que propone El reloj de la familia.
Editado por Mensajero en el centenario de esta editorial jesuita, ¿por qué entre ese dónde y ese cómo está la figura del reloj?
Gran parte de los problemas que nos encontramos en las parejas y en las familias es que realmente no dedicamos tiempo a contemplar qué es lo que nos está ocurriendo ni a saber qué es lo que le ocurre al otro. Preguntarnos, discernir… nos conducirían a alguna renovación; el proyecto de familia pasa porque le dediquemos tiempo a eso. Porque le demos importancia a prestarnos atención.
Este reloj no tiene doce horas, sino ocho pasos. No es que sea un método de autoayuda, pero sí son elementos que se pueden trabajar. Con la propia familia y entre familias, entiendo.
Efectivamente. El fin es hacer un método experiencial, que la gente pueda ejercitar. No es terapia ni autoayuda, sino un proceso grupal. Reflexiones para poner en común en familia y que del libro trascienda a la casa. Te anima escuchar que el otro está haciendo lo que tú estás haciendo. Lo primero es dar las gracias por la familia que se tiene y, luego, elaborar el proyecto de familia que se quiere a través de un juego que se propone. Luego se va viendo cómo cada miembro va desarrollándose y ayudando a los otros a desarrollarse. Las decisiones que se toman, los fracasos de los que se aprende… reformulan el proyecto de familia a la luz de muchos sentimientos y de los ejercicios hechos.
Para hacer estas ocho horas habéis trabajado con un centenar de familias.
Más de cien familias de toda España. A partir de Comunidad de Vida Cristiana, que ya sabes que es de espiritualidad ignaciana, nos preguntamos qué nos había ayudado a nosotros en todos estos años de esa espiritualidad. ¿Qué era lo que realmente nos había prestado un soporte importante para poder continuar en nuestra vida de familia, crecer en nuestra vida de pareja? A partir de ahí, fuimos identificando los elementos que nos habían ayudado y que creíamos que podían ayudar incluso a personas no creyentes. Eso es importante: El reloj de la familia no es sólo para personas cristianas, aunque evidentemente está inspirado en claves religiosas de Ignacio de Loyola. De hecho, hemos tenido la experiencia de hacer el método con parejas mixtas: alguien creyente y alguien ateo, con éxito.
En un momento, además, en el que el Sínodo ha empezado a hablar de distintos tipos de familia. ¿Cuáles son las claves, en tu opinión, para que una familia pueda continuar alegrándose, teniendo sorpresas, creciendo unida, en mitad de una sociedad marcada por las rupturas, donde ya ha dejado de ser lo normal una familia duradera?
Lo primero que este reloj concibe es que la familia es realmente la primera comunidad de la sociedad civil. No es algo que se dé por supuesto ahora. Antes la gente venía con unos ciertos papeles establecidos y unas cuestiones muy claras. Pero ahora la familia sigue un camino más libre, más singular: es lo que cada uno hace de ella. De la suya. O la trabajas, o se disipa. O contribuyes a que crezca, o disminuye. Y, ciertamente, el contexto no es que sea adverso a la familia, sino a algunas cosas que vive la familia. Por ejemplo, la falta de individualismo. La sociedad de hoy es más relativista y distraída, mientras que la familia requiere prestar atención al otro y tener proyectos comunes. Vives esa paradoja de que, cuanto más te entregas a la familia, más libertad sientes, y cuanto más libre te sientes en la familia, más unido a ella acabas estando.
La familia es una comunidad contracultural. Tiene que ser consciente, por lo tanto, de que tiene que hacer resistencia.
Suena extraño. ¿Por qué lo es?
Porque es la más creativa de la sociedad. Es el corazón de la democracia y de la resistencia de una cultura individualizada. En la familia es donde la gente se entrega sin fin a los demás. La inmensa mayoría de las personas de este mundo encuentran el sentido de su vida en sus hijos, su pareja, sus padres, sus hermanos. Desde luego, esto va en contra de lo que muchas veces nos marca la sociedad individualista.
A la familia tienes que dedicarla tiempo, profundizando en los sentimientos principales que hay en ella. También es importante que el enfoque, como hacemos en El reloj de la familia, no sea desde la patología y los problemas, sino siempre poniendo primero el agradecimiento. Todo lo que empieza con gratitud, empieza bien. Y todo lo que termina con la gratitud, quiere decir que ha merecido la pena.
No sólo focalizar la familia en sus problemas, que también es necesario, sino tal vez poner en valor tantas y tantas cosas buenas que nos ha dado desde que hemos nacido. Creo que casi todos queremos eso…
En efecto. Y en este tiempo que hemos tenido de prueba -el método ha sido elaborado en dos años y después se ha probado en años distintos; primero un grupo de cincuenta familias y luego en veinte sitios diferentes…- hemos visto que de verdad funciona, que está disponible para que la gente lo practique.
Durante esta experiencia, cuando hemos hecho la hora de la gratitud ha sido increíble, porque hemos hecho que cada uno se haga su mapa de la isla: ¿por dónde ha ido el agradecimiento en su vida? Primero en la pareja, después en los chicos, primero por separado y después juntándose a hacer un único mapa. Para la gente ha sido emocionante y algunos han llegado a colgar su mapa en casa, para no olvidarse de cada detalle por el que tienen que dar gracias. No sólo cosas buenas: también las malas en las que hemos permanecido unidos y hemos descubierto cosas importantes de la vida. Cuando desborda un corazón, todo se transforma.
Esta semana el Papa en la audiencia hablaba precisamente de cuando se dan problemas graves, como la muerte de un hijo o un padre. Habló de la necesidad de vivirlo en familia como parte de un conjunto y no como un final. Desde la fe -que ya te da esa herramienta para entender que la muerte no es el final- y con esperanza. ¿Qué papel tiene la fe en El reloj de la familia?
Es cierto que la fe juega un papel importante. Lo primero que resalta el Sínodo es que la familia es Patrimonio de la Humanidad. Y que, por tanto, cuanto más familia nos hacemos, más nos humanizamos. Es una vía para el encuentro con Dios, en definitiva. El primer elemento de fe que hay en la familia es que, sea cual sea su realidad, cuando vamos por un camino de amor tenemos la nueva convicción de ir descubriendo cada vez más a Dios. Por otra parte, la propia estructura de la familia es la que te hace encontrarte con aquello que es eterno entre nosotros. Aunque haya personas no creyentes, todos estaremos de acuerdo en que la familia crea vínculos que se sienten eternos. Por lo tanto, a nosotros nos parece que profundizar en la familia en cualquier momento es encontrarse con el amor de Dios. A fin de cuentas, como decía Juan Pablo II, sólo podemos hacer crecer el amor de la gente si hacemos que experimenten cada vez más ese amor en la familia. Sólo el amor hace crecer el amor. Por eso El reloj de la familia es una apuesta muy grande por el quererse y entregarse íntimamente a un proyecto común.
¿La propuesta está centrada en el modelo de familia tradicional o también es útil para otros modelos de convivencia?
La experiencia, como he explicado, nos ha demostrado que es útil para cualquier tipo de vínculo familiar. Padres e hijos, por matrimonios homosexuales como por cualquier pareja, casados o no… Si conviven, sea cual sea la medida de su proyecto, pueden hacerlo. Incluso hemos tenido experiencias con personas separadas que han hecho el reloj porque han dicho que tenían mucho que perdonarse porque, aunque no se reconcilien, a fin de cuentas pueden tener un proyecto común en sus hijos. Lo importante es generar procesos, esté como esté la relación familiar. Intentar que vaya a más: que la gente ame hasta el extremo. Solamente si nos entregamos descubriremos cómo tienen que ir las cosas.
¿Y por dónde crees que van a ir los tiros en el Sínodo? Quedan unos meses y en algunos rincones se habla de cambios estructurales; en otros, no tanto… ¿Vendrá otra visión de la familia?
Realmente este es un Sínodo pastoral que creo que está haciendo caso a los padres sinodales haciendo un cambio radical en la orientación pastoral.
¿Afrontará, entonces, la familia de otra forma?
Sí: dentro del panorama pastoral, cambiará la atención a la familia de la comunidad católica. No olvidemos que el Sínodo acaba diciendo que, si las parroquias las cuidan las familias, las parroquias tienen que ser parroquias de familias… Eso cambia, en parte, el modelo de comunidad parroquial. La clave de ese cambio de paradigma es la cultura del corazón. Vamos hacia un lenguaje del corazón, y el Sínodo lo explora. Los sentimientos, anhelos y también sufrimientos del corazón de la gente tiene que potenciarse. El Sínodo tiene que examinar el corazón: dónde se engaña, dónde se consuela; tiene que preguntarse qué herramientas tenemos para poder trabajar esa cultura del corazón con cualquier realidad familiar que tengamos. Ahí es donde la familia tiene que hacer su propuesta.
Las personas separadas, por ejemplo, parece que tienen todo tipo de servicios: asesoramiento fiscal, jurídico, parentalidad positiva… Pero es muy raro que encuentren procesos de mediación para perdonarse a sí mismos y al otro. Ahí tendrá que haber una herramienta. Ya hay propuestas reales como la de PADIS, la patoral de la diversidad sexual que se ha hecho en Chile en colaboración con los jesuitas y la congregación de los Sagrados Corazones, que fue impulsada por la Conferencia Episcopal Chilena. Creo que es un gran avance y que debemos continuar explorando esas vías.
Muy interesante. El corazón se parece a un reloj: latidos como segundos, que se van llenando de experiencias que van pasando. Minutos compartidos, como éstos, que han sido poco pero excelentes. El reloj de la familia, de Fernando Vidal, editado por Mensajero, que ha cumplido cien años ya… Hablaremos más de todas estas cosas, porque la segunda parte del Sínodo también se antoja muy interesante.
Otros titulares:
–Para escribir este método hemos trabajado con un centenar de familias
-‘El reloj de la familia’ va dirigido a distintas realidades familiares, también a no creyentes
-Todo lo que empieza por la gratitud, empieza bien
-El Sínodo dice que la familia es el camino de la Iglesia; que es Patrimonio de la Humanidad
-Lo que hace ‘el reloj’ es generar procesos de diálogo