os cristianos tenemos que agradecer al Señor el ministerio de Pedro y de sus sucesores y acoger con un profundo sentido eclesial y con reconocimiento el servicio que ofrece a pastores y fieles el actual sucesor de Pedro, el Papa Francisco.
(Lluís Martínez Sistach, cardenal de Barcelona).- Celebramos mañana la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo. La fe cristiana se fundamenta en el testimonio de los Apóstoles. Jesús escogió a los Doce «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar». Los Apóstoles entregaron su vida al anuncio de la buena nueva del Reino, y coronaron su trabajo apostólico con el martirio.
Los apóstoles Pedro y Pablo son las dos columnas de la Iglesia: Pedro, el líder en la confesión de la fe; Pablo, el que la puso a plena luz. Pedro instituyó la primera Iglesia con el resto de Israel. Pablo evangelizó a los otros pueblos llamados a la fe. Esto es lo que expresa el prefacio de la solemnidad de estos dos apóstoles.
El apóstol Pedro fue uno de los primeros llamados por Jesús y siempre ocupa un lugar preeminente en los evangelios. Esta primacía la pone de relieve el Señor con estas palabras que le dirigió: «Tú eres Pedro. Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.» El ministerio de Pedro proviene de la voluntad de Jesús, que quiso que él y sus sucesores fueran instrumentos a través de los cuales el Espíritu Santo constituye y mantiene la unidad de la Iglesia.
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