Una cosa es madurar la fe y purificar la experiencia religiosa, otra perder la ternura, el asombro y la misma piedad
(Diego Meza).- El Papa Francisco se encuentra visitando nuestra Suramérica, son evidentes las muestras de cariño y aceptación que él halla en nuestro pueblo. Empero, es necesario ir más allá del fervor y la explosión emotiva. Así lo recordaba hace unos años Leonardo Boff: Desde la perspectiva del entusiasmo popular, podemos decir que la visita del Papa a Brasil ha sido un gran éxito. Aunque sin la irradiación carismática de su antecesor, la figura de Benedicto XVI, naturalmente contenida, se mostró suelta, y se dejó conmover por el arrebatamiento de los fieles. La figura del Papa es un símbolo poderoso que evoca en el inconsciente colectivo arquetipos ancestrales del gran padre, el sabio, el chamán, que dispone de poderes sobrenaturales. Esta clase de arquetipos hablan a lo profundo de las personas y movilizan grandes sentimientos. Por esta razón y reconociendo la diversidad de circunstancias me atrevo a rastrear algunos elementos del último día de la visita de Francisco a Ecuador.
Miles de ecuatorianos participaron de las diferentes actividades organizadas con el Papa, a su vez, muchos colombianos visitamos al hermano país para ver y escuchar al Obispo de Roma. Muy de madrugada un grupo numeroso de sacerdotes, religiosas y seminaristas hicimos fila para entrar al campo Mariano del Quinche, se respiraba un gran ambiente y entusiasmo, no comparado con el de los laicos que a través de grandes vigilias, oraciones y cantos preparaban el encuentro con Francisco. Sí, ya lo sé, somos curas, hemos estudiado, por eso ya no estamos para esas cosas. (Una cosa es madurar la fe y purificar la experiencia religiosa, otra perder la ternura, el asombro y la misma piedad). La constante relación con el fenómeno religioso nos ha hecho presas de la rutina y la acomodación, asunto por el cual, para nosotros consagrados este evento parecía un espectáculo más y no un momento para la fe.
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