Sus gestos con sabor a evangelio están mostrando al Dios de Jesús, a quien la gente espera encontrar aún por días y años con valiente esperanza.
(Sergio Montes sj).- El papa Francisco llegó a la ciudad de El Alto procedente desde Quito. Miles de personas lo esperaban, sintiendo su corazón latir cada vez más fuerte a medida que escuchaban los relatos radiales o veían las imágenes en pantalla. Otros miles seguían atentos también desde sus casas.
Pisar el suelo boliviano a una altura de 4000 metros sobre el nivel del mar es todo un acto de valor y de generosidad, evidentes en Francisco que quiere mostrar la figura del buen pastor que se acerca y sale al encuentro de las personas.
En el terreno le dieron la bienvenida los más importantes de entre quienes lo esperaban: niños y niñas con trajes típicos de culturas y regiones de este país tan rico en su diversidad. Sus pequeñas manos quisieron abrazar en un gesto tierno y amistoso al sucesor de Pedro y desde contacto algunos quisieron continuar con él en el recorrido al campus papal. Bella imagen que evoca las palabras de Jesús en el evangelio «dejen que los niños se acerquen a mí». ¡Cuánta ternura y bondad pueden enseñarnos los «pequeños» del Reino de Dios.
Esta imagen es todo un programa, expresado en gestos, de lo que significa una Iglesia que sabe acoger y quiere aproximarse a los más sencillos, como forma cristiana de vivir. Un encuentro de generaciones que se tienden la mano para caminar hacia un futuro abierto.
MILES EN EL SUELO
De todos los lugares del país se dieron cita en la ciudad de Santa Cruz -principalmente, aunque a La Paz fueron también otros grupos. Y la imagen de la espera se encontraba dibujada en el suelo; familias, grupos de jóvenes y amigos, comunidades parroquiales y algunas religiosas. En medio de un clima no del todo favorable y para transcurrir en una suerte de vigilia muchas personas se tendieron al suelo en las calles por las que el papa pasaría a su llegada procedente de la ciudad de La Paz.
El papa algo se hizo esperar por la demora en el arribo a Bolivia y la gente esperó con paciencia, ilusión, natural cansancio y deseo de ver por algo más de un instante al guía de la Iglesia Católica.
Desde abajo, desde el suelo se encumbraron los cuerpos de todas y todos cuando pasadas las 22 horas se anunció la llegada del papa a suelo cruceño. Si bien es cierto que el paso en el papamóvil fue bastante acelerado es difícil que se borre la imagen de Francisco en quienes fueron testigos de su paso por estas tierras, algunas esperas bien valen la pena.
Pero para acoger hay que estar en pie, hay que levantarse y aunque el cuerpo sienta con intensidad las horas de espera, el ánimo y la alegría disiparon raudamente el cansancio. ¿Qué hay detrás de esa ilusión de miles por ver a Francisco? Varias razones seguro que existen pero tal vez su forma de ser, su lenguaje cercano y sencillo, sus gestos con sabor a evangelio están mostrando al Dios de Jesús, a quien la gente espera encontrar aún por días y años con valiente esperanza.
VISITAR A UN HERMANO
Algo que no estaba escrito en el programa de la visita del papa Francisco a Bolivia es la dificultad de salud por la que atraviesa el cardenal Julio Terrazas, arzobispo emérito de santa Cruz.
¿Qué haría Jesús en mi lugar? Sería tal vez la pregunta del papa a la hora de conocer el estado de salud del cardenal Terrazas a quien ha conocido en los años anteriores por diversos encuentros. La respuesta se dio al anochecer del jueves 8 de julio, cuando, se dirigió -después de una jornada llena de actividades- a visitar al hermano enfermo y necesitado del consuelo no sólo físico sino también espiritual.
El evangelio pasa por ahí, por salir a las calles y encontrarse con las múltiples heridas de la gente, por visitar a enfermos y encarcelados (como ocurrirá el último día de su visita), para decirles y hacerles sentir a todos y todas que Dios los ama y por eso mismo se preocupa de cada uno con especial interés.
El Jesús cercano con sabor a pueblo parece ser el que habita en el corazón de este pastor con olor a oveja.