Más que “estar a muerte” hay que “estar en paz” y ser capaces de acoger al diferente
(Martín Gelabert Ballester).- Los hay que dicen «estar a muerte» con no sé qué cosas, como si esta muerte les extasiase, subiéndolos a algún cielo. A muerte con un equipo de fútbol, la pandilla o la cofradía. Otros plantean dilemas jugando con la muerte: «patria o muerte», «revolución o muerte», «santidad o muerte» (divisa de un beato cuyo nombre ahora no viene a cuento). Los himnos patriótico-militares, que suelen ser cantos a la guerra, apelan a la muerte, como el que dice: «que morir por la patria es vivir», o el que espolea al «novio de la muerte». Esas descargas de adrenalina no son manifestaciones de seguridad, sino de odio. Y no conducen a ningún cielo; normalmente terminan con la muerte «del otro». Jesús, más que de muerte, habla de «perder la vida». Perderla para ganarla. Y perderla para que el otro viva. No es una pérdida que conduce a la muerte, sino una entrega que paradójicamente crea la máxima riqueza para los demás.
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