¿Qué acontecería si el “devoto sexo femenino”, por compromiso con la fe y la teología, tomara la decisión de “declararse en huelga de rodillas, de brazos caídos”?
(Antonio Aradillas).- Da la desdichada y documentada impresión -que cada día se reafirma más- , que en los caminos de la «disciplina de la misericordia», predicada y vivida por el Papa Francisco para la Iglesia, son muchos los asaltantes que se apuestan con armas de batracios, argumentos medievales y «presiones rigoristas» para hacerlo desistir del esquema de salvador con el que franciscanamente se comprometió desde el principio y que, pese a todo, pretende seguir encarnando, con el generoso reconocimiento además de propios y extraños.
Arrecian y cobran fuerza las dificultades «oficiales», tal y como era previsible, sólo con pensar y ponderar las seguridades tan copiosamente rentables de las que «por la gracia de Dios» eran titulares únicos y consagrados.
El panorama es ciertamente preocupante, por lo que toda reflexión sobre el tema resultará beneficiosa:
. Por fin, en algunos sectores de la Iglesia, grupos de teólogos /as y de laicos iniciaron actividades intra y extra eclesiales, para sensibilizar al pueblo de Dios acerca de la aguijoneante, concluyente y perentoria necesidad de neutralizar campañas organizadas y dotadas de toda -casi toda- clase de medios, para encarrilar los «desmanes» pontificios, no escandalizar a la grey y evitarle sobresaltos que califican de «heterodoxos y herejes», nocivos, por tanto, en esta vida y en la otra.
Ya era hora de que los teólogos hubieran llegado a la conclusión de que en los últimos tiempos -los postconciliares al Vaticano II-, se frustraron esperanzas que legitiman la existencia de la Iglesia, cuya administración «oficialmente» seguía encomendada al gremio de «curiales», sin más preocupación teológica y pastoral que la de no «escandalizar» al personal, cerrar los ojos, no traicionar «las sagradas promesas», ser fiel al legado recibido, dejar las cosas tal y como están y «sea lo que Dios quiera», con el subrayado del «Amén» y la amenaza de los anatemas.
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