Con este Papa ha quedado muy claro que hay muchos modos de matar: el cerrar una frontera, las estructuras económicas o el comercio de armas matan cada día, y pueden ser pecados tan graves o incluso más que el del aborto
(Martín Gelabert, op).- Ha sido portada de casi todos los periódicos. Ha sido la gran noticia de los portales religiosos. A unos y otros ha sorprendido la autorización del Papa Francisco para que durante el «año de la misericordia» todos los sacerdotes puedan absolver el, para los creyentes, pecado de aborto.
Digo para los creyentes, porque solo para ellos tiene sentido el concepto de pecado, como un acto que no responde, en parte o totalmente, a los criterios del Dios revelado en Jesucristo. Cierto, según la norma eclesial, absolver el pecado de aborto está reservado al Obispo, aunque también hay otros confesores que pueden absolverlo habitualmente, porque tienen «bula» para ello.
La autorización de Francisco tiene precedentes: durante los días en que se celebraron en Madrid las Jornadas Mundiales de la Juventud, el Arzobispo Rouco Varela concedió a los presbíteros una autorización semejante.
Más que los hechos en sí, lo que sorprende en Francisco son los acentos y los enfoques. Los acentos: con este Papa ha quedado muy claro que hay muchos modos de matar: el cerrar una frontera, las estructuras económicas o el comercio de armas matan cada día, y pueden ser pecados tan graves o incluso más que el del aborto (depende de las circunstancias). Cuando se tienen en cuenta todos los modos, entonces uno resulta más creíble en su denuncia que cuando solo se denuncia una modalidad.
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