Con todas estas medidas, el Papa pretende insertar la "misericordia" (gran objetivo de su pontificado) en el ámbito canónico y judicial
(José M. Vidal).- Francisco busca salidas a los matrimonios que, por falta de amor o por otras causas, fracasan. Y trata de hacerles fácil el que puedan rehacer sus vidas con otras parejas. Sin caer en el ‘divorcio católico’ y, por lo tanto, salvaguardando la indisolubilidad del matrimonio. Porque las medidas aprobadas por el Papa, en sendos ‘motu proprio’, no deshacen matrimonios, sino que los declaran nulos.
Es decir, el Papa agiliza, simplifica y abarata los, hasta ahora, largos procesos de nulidad matrimoniales, que podían durar hasta dos años. Más aún, amplía las eventuales causas para pedir la nulidad y, sobre todo, convierte a los obispos en jueces. Unas veces, a través de sus propios tribunales diocesanos, que se implantarán en todas las iglesias locales. Otras, serán directamente los propios obispos los que podrán decidir una nulidad. En un simple acto administrativo, en un mes y gratis.
Al acercar la justicia a los fieles, se hará menos larga, menos farragosa y, por supuesto, menos costosa. Tampoco ahora los procesos de nulidad son caros e, incluso, muchos de ellos son gratuitos. Es una leyenda urbana el que sólo consiguen la nulidad los ricos. Pero, a partir de ahora, los costes se abaratarán todavía más y el matrimonio se podrá declarar nulo con mucha mayor facilidad.
Se amplían las causas de nulidad. Entre las nuevas causas figuran, por ejemplo, la falta de fe de uno de los cónyuges (algo que ya había aducido Benedicto XVI), la simulación en el consenso matrimonial, la brevedad en la convivencia conyugal, el aborto procurado para impedir la procreación, el adulterio persistente de uno de los cónyuges, el ocultamiento doloso de la esterilidad, de enfermedades graves o de hijos anteriores al matrimonio, la violencia física para conseguir el sí o, incluso, el casarse ‘obligados’ por un embarazo imprevisto.
Con todas estas medidas, el Papa pretende insertar la «misericordia» (gran objetivo de su pontificado) en el ámbito canónico y judicial. La Iglesia maestra, pero sobre todo madre. Trata de decir a sus jerarcas que el principal ‘leit motiv’ de su oficio ha de ser la «salus animarum» (el bien de las almas). O dicho, de otro modo, que tiene que primar la actitud pastoral (de pastores atentos, solícitos y misericordiosos) sobre la canónica. Primero misericordia y Evangelio; después, doctrina. Porque la persona es lo primero y el «sábado está hecho para el hombre» y no al revés, como estipuló el propio Cristo.
Las medidas llegan, además, a menos de un mes del comienzo de la segunda parte del Sínodo, un acontecimiento nuclear en este pontificado, en el que se abordará con parresía (con valentía), como pide el Papa, entre otras cosas, la situación de las familias que fracasan y se vuelven a casar, así como la posibilidad de que estos ‘recasados’ puedan acceder a la comunión sacramental en las misas.
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