Xabier Pikaza

Y Jesús, poniéndole en medio de todos, dijo: Éste es Aylan

"Desde esa Playa de Aylan se está jugando el futuro de la vida humana"

Y Jesús, poniéndole en medio de todos, dijo: Éste es Aylan
Pikaza, columnista

El problema de la iglesia no se soluciona sabiendo quién domina en ella, quién controla u organiza el poder sacral, magisterial o ministerial, sino acogiendo de hecho a los niños (es decir, a los menos importantes)

(Xabier Pikaza).- Quizá se llamaba Ben-Barek (Hijo de la Bendición), o Ben-Anie (Hijo del Dolor), el niño al que Jesús puso en el centro de su grupo, pero este domingo le ha llamado Aylan (el Niño de la Playa de Turquía, junto a Siria).

Muy cerca de allí, en una isla del Gran Mar, llegó en otro tiempo, a otra playa, Afrodita, en una Concha Marina, como dice el mito griego, radiante de hermosura, para encender en amor la vida de los hombres. Pero la misma Afrodita se ha escondido avergonzada este domingo, porque han dejado morir al niño Aylan, a quien el mar ha devuelto en la playa.

Y la foto del niño Aylan, varado en una playa de muerte, ha sacudido nuestra conciencia satisfecha. Se ha dicho ya casi todo de esa foto, y yo pensaba estar callado, pero el evangelio de este domingo vuelve a sacudirme como el niño de la playa.

La antigua Afrodita no sabe decir nada, está llorando (como Raquel en Mt 2, 16-18). Pero ella deja hablar a Jesús habla, de la manera más fuerte y cariñosa, más dura y más íntima este día. Desde ese fondo he vuelto a leer lo que dice el texto antiguo:

«Y Jesús, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándole, les dijo: «Éste es el más grande…».

No sabemos cómo se llamaba (Aylen, Ben-Barek, Ben-Anie, Antoñito…). No sabemos si era judío, árabe de Siria, kurdo o cristiano… Pero sabemos que era niño, y eso basta.

Un «destino perverso», trazado con la sombra de Caín, le trajo hasta la playa, y le ha puesto ante el foco de millones de miradas… como a aquel niño al que Jesús puso en el centro de los Doce famosos, en el sagrario de su Iglesia, en el verdadero Vaticano, para decir a todos: Éste es Dios, éste soy yo, éste es el más grande (judío o cristiano, kurdo, árabe o ruso…), simplemente un niño.

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Autor

Jesús Bastante

Escritor, periodista y maratoniano. Es subdirector de Religión Digital.

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