Lo que hay que reprochar a los cardenales Errázuriz y Ezzati son sus palabras de división, de intolerancia, de superficialidad y palabras institucionales
(Paul Buchet, en RyL).- Con este título no se pretende otra cosa que recordar que la intención de Cristo no ha sido de crear por todos los siglos una «institución» como la vaticana con sus cardenales. La intención de Cristo es de congregar a los que creen Él, de convocarlos a la unidad.
Esta unidad es uno de los principios elementales de la Caridad, el mandamiento de amar a Dios y amar al prójimo en un mismo sentir: Dios Padre de todos los hombres que nos hace fundamentalmente hermanos.
En las declaraciones del cardenal Ricardo Ezzati últimamente se percibe como una confusión al respecto. La autoridad institucional, no es de por sí la autoridad de Cristo. Aún es triste ver como los encuentros institucionales como el del «Te Deum» finjan unas falsas unidades políticas y religiosas.
Las encuestas recientes informan de la poca credibilidad del público -creyente o no- en las instituciones y en sus representantes. Lo que preocupa es que las críticas fácilmente hacen olvidar los deseos profundos de cohesión nacional y de comunión cristiana que nuestro mundo complicado necesita.
Cristo reunió un grupo de doce apóstoles. Un cifra que tiene su importancia porque, cuando llegó a faltar uno, los apóstoles buscaron remplazarlo. Esta cifra es simbólica es cifra de las doce tribus de Israel dispersas después de la ruina de Jerusalén en el año 70. Era la prefiguración de un nuevo pueblo de Dios invitado a cohesionarse por ese grupo de apóstoles, ellos que «comieron con Él después de su resurrección». Los cristianos mantuvieron luego un vínculo histórico con Cristo a través de una relación precisa con los apóstoles y los que los remplazaron cuando … el fin del mundo tardaba en llegar.
De allí que se llegó a reverenciar al sucesor de Pedro y a la Iglesia de Roma (centro del mundo a la época) como centro para la cristiandad. La Historia puede contar como las cosas fueron armándose humanamente después y como los vaticanistas de todos los tiempos se las ingeniaron para conservar unas cuantas hectáreas en Roma para darse el derecho como Estado de influir autoritariamente en todos los países con los nombramientos de los obispos.
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