La reflexión de Francisco dio cuenta de esa palabra incómoda para la frivolidad mundo
(Guillermo Gazanini, México).- Como se esperaba… Francisco deja el protocolo para ir a lo espontáneo. Un Papa que charla y quiere tocar cada fibra y emoción, revolucionar el espíritu para redescubrir el valor inestimable del Evangelio, de la Buena Nueva de salvación. El encuentro del domingo 20 de septiembre con la vida consagrada en la Catedral de San Cristóbal de La Habana requirió de una profunda reflexión sobre dos ejes en los que debería gravitar la vocación: pobreza y misericordia. La reflexión de Francisco dio cuenta de esa palabra incómoda para la frivolidad mundo y, de manera singular, de escándalo para consagrados, sacerdotes y obispos arropados en la mundanidad traicionando la primera de las Bienaventuranzas de Jesucristo.
Francisco solicitó una Iglesia pobre y libre, desvalijada de intereses y comodidades, del acumulamiento de la plata y del aseguramiento del futuro. Para la Iglesia y cualquier congregación «un ecónomo desastroso es una bendición de Dios», precisamente porque llevaría a la quiebra a cualquier organización religiosa liberándola de las garras del dios dinero. Francisco tocó una llaga abierta en el cuerpo de la Iglesia y que se niega cerrar cuando en muchas partes del mundo, los ministros viven del altar como sibaritas y auténticos señores cultivando la seguridad en el futuro por la riqueza. No es mala la administración de las cosas -dijo-, lo realmente grave y peligroso es la riqueza pauperizante: «Entonces el futuro no está en Jesús, está en una compañía de seguros de tipo espiritual que yo manejo…».
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