Nada de autoritarismo, de dogmatismo, de superioridad, de autocomplacencia
(Román Espadas sj, Cuba).- Mis pareceres sobre la reciente visita del Papa a Cuba están iluminados por estas preguntas: ¿Por qué el Papa Francisco está siendo considerado el Papa del pueblo, el Papa de las gentes? ¿Por qué hay tanta y tan afectuosa aceptación de su persona y de sus mensajes? ¿Por qué su mensaje luce tan universal, tan planetario, tan ecuménico, tan encarnado, tan personalizado?
Su visita a Cuba fue clara y trasparente. Marca imborrablemente un antes y un después. Traía, vivió y compartió con todos, creyentes y no creyentes, pueblo y autoridades, una agenda de misericordia pastoral.
Se identificó como Misionero de la Misericordia y lo logró. Estilo y contenido, gestos, acciones y palabras brotaron siempre desde sus entrañas de Pastor Universal, de Pastor Misericordioso.
En el recibimiento y hasta su despedida, las autoridades y funcionarios cubanos mostraron amabilidad y cercanía al Papa. La visita a Fidel Castro estuvo marcada por el afecto y la cercanía: miradas y manos entrelazadas.
Los obispos de las diócesis que visitó, Jaime de La Habana, Dionisio de Santiago y Emilio de Holguín, ofrecieron al Papa una visión histórica y actual del obrar católico en Cuba.
Los niños y las niñas se mostraron cariñosos, libres y creativos: Una niña, desde los brazos de su madre, le gritó «querido papa Francisco». Otros niños lo fotografiaban y se abrazaban con él.
Los jóvenes, en la voz de un estudiante de historia de la Universidad de La Habana, le hablaron a Francisco de sus sueños y de sus frustraciones actuales. Francisco los escuchó y tomó nota escrita de sus aspiraciones y de sus necesidades juveniles.
Los animó a soñar grande, muy grande, y a poner esperanza y esfuerzo en la realización de esos grandes sueños, aunque se quedaran a mitad del camino. Les pidió que cultivaran la amistad social con todos. Les insistió en que no se jubilaran de la vida, ni permitieran ser jubilados por otros.
Los religiosos y las religiosas, los seminaristas, los diáconos y sacerdotes, representados en la voz de una Hija de la Caridad, le compartieron a Francisco sus dolores y sus esperanzas en su misericordiosa dedicación a los más pobres y necesitados del pueblo cubano.
Francisco les habló de la alegría evangélica de amar y servir a los que sufren el sentirse descartados por otros.
Bendijo a todas las familias cubanas desde el interior de la catedral de Santiago y les pidió que fueran comunidades de amor y de crecimiento humano, caracterizadas por el diálogo y la mutua comprensión, y donde se cuidara mucho a los más jóvenes y a los mayores.
Con el Presidente Raúl Castro y con los obispos católicos dialogó en privado. Al verlos actuar, nos iremos enterando de los asuntos en los que concordaron plenamente.
La fusión de aeropuertos, calles, plazas celebrativas, lugares históricos, iglesias y catedrales creó un medio ambiente muy parecido al que Francisco propone en Laudato Si. El rojo, el azul y el blanco de nuestra enseña nacional y de nuestra bella ave nacional, el tocororo, acompañados del verdor esperanzador de nuestras palmas, llenaron de simbólico colorido todos los espacios de encuentros.
Al pasar por el frente de nuestra Iglesia del Sagrado Corazón y San Ignacio de Loyola, se bajó del papamóvil y dedicó a sus hermanos jesuitas de Cuba unos minutos cálidos, humorísticos y muy fraternos.
Los medios cubanos de comunicación, especialmente la televisión, se esmeraron en dar a conocer la cálida y cercana relación que se desarrolló entre el pueblo cubano y el visitante romano.
El Papa, siempre sonriente y de buen humor, hablo en un español muy latinoamericano, amenizado por dos o tres modismos argentinos. En las celebraciones eucarísticas no apareció, afortunadamente, una sola palabra en latín.
En el momento de la consagración eucarística, siempre usó el modo digno de expresarse en español cubano: ustedes…Su estilo y su modo de proceder en todo y de relacionarse con todos, siempre estuvieron iluminados por la humilde, profunda y sincera fuerza de sus sabias convicciones.
Nada de autoritarismo, de dogmatismo, de superioridad, de autocomplacencia.
Sobre la necesidad colombiana de lograr una paz digna y justa, dijo que no se podía permitir un nuevo fracaso en las negociaciones. Al día siguiente de su partida, el gobierno de Colombia y las FARC firmaron un ejemplar acuerdo de paz en franco proceso de concretizarse.
Es mucho y muy bueno lo que hemos aprendido de este aventajado discípulo y fiel seguidor de Jesús de Nazaret, de Ignacio de Loyola y de Francisco de Asís.
Sigamos aprendiendo de Francisco, el Papa del pueblo, el Papa de las gentes, en su peregrinar unificador por el mundo estadounidense.
Con mi esperanza