En ese clima de comunión entre hermanos es necesario orar, escuchar, argumentar y, evidentemente hablar y proponer con sencillez y humildad tras haber meditado, estudiado, escuchado, consultado y orado
(José Manuel Vidal).- El obispo de Bilbao, Mario Iceta, es uno de los obispos españoles que participan desde este domingo en el Sínodo de la Familia. Presidente de la Subcomisión de Familia y Vida, este prelado licenciado en Medicina considera que el encuentro sinodal «será un ejercicio muy bueno de escucha, propuesta, diálogo y profundización«, y desea «superar la polarización de posturas que contrastan entre sí» para «buscar juntos la respuesta adecuada a los retos que la pastoral familiar nos plantea hoy».
¿Se prepara para vivir el Sínodo como una gracia o como un momento de crispación?
Sin ninguna duda como un acontecimiento de gracia, como la posibilidad de participar en un evento que contribuye a expresar y realizar la comunión de la Iglesia. El sínodo es precisamente un ejercicio de comunión con vistas a la tarea pastoral que el Señor Jesús ha encomendado a su Iglesia.
En cualquier caso, el Papa quiere que los sinodales hablen con absoluta «parresia».
Recuerdo que en unos ejercicios espirituales, el director nos decía que en la predicación hay que comunicar primeramente lo que se recibe en la oración y en todo caso después lo que se sabe. Y la parresía para participar en el Sínodo incluye, a mi parecer, también este modo de obrar: la libertad y la fortaleza que suscita el Espíritu Santo para conocer y proclamar la verdad, que es la medida de las cosas a la luz de Cristo. Pienso que precisamente en ese clima de comunión entre hermanos es necesario orar, escuchar, argumentar y, evidentemente hablar y proponer con sencillez y humildad tras haber meditado, estudiado, escuchado, consultado y orado.
¿Cuáles van a ser las grandes líneas de su aportación en el aula sinodal?
Yo no hablaría de grandes líneas, sino de aportaciones modestas y sencillas. Algunos aspectos que me parecen importantes son la necesidad de profundizar en la iniciación cristiana o incluso de una reiniciación de modo que la preparación al matrimonio quede enraizada en la nueva vida de la gracia que incluye la conversión, palabra olvidada pero que es de importancia trascendental; la necesidad de educar para el amor desde esa iniciación cristiana y desde edades tempranas como una concreción de la propia vocación a la que estamos llamados; la necesidad de la educación y acompañamiento personal en el camino hacia el matrimonio y así mismo, el acompañamiento durante la vida matrimonial, principalmente en los primeros años de vida; la concepción de la pastoral familiar como eje capaz de coordinar y aunar la pastoral general de la Iglesia; el matrimonio y la familiar como lugar de aprendizaje de la caridad, del servicio a los necesitados y de la construcción de una sociedad más humana y fraterna; la necesidad de crear servicios y formar personas para servir y atender a personas con dificultades en su vida matrimonial y familiar; potenciar la interrelación entre las delegaciones diocesanas de familia, los COF diocesanos y la pastoral familiar ordinaria en las parroquias y comunidades.
¿Hay dos frentes consolidados en el Sínodo o eso son especulaciones periodísticas?
Como su mismo nombre indica, sínodo es ejercicio de comunión. Me parece que es deseable superar la polarización de posturas que contrastan entre sí, para buscar juntos la respuesta adecuada a los retos que la pastoral familiar nos plantea hoy, partiendo de la revelación que se expresa en la Escritura, la Tradición y el Magisterio que es muy profuso, hermoso y profundo. La revelación acerca del diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia es capaz de iluminar toda situación humana, de responder a los nuevos desafíos y de mostrarnos la senda por la cual podemos caminar. Será un ejercicio muy bueno de escucha, propuesta, diálogo y profundización y tengo la confianza de que podremos hacer aportaciones que contribuyan a impulsar la pastoral familiar y los retos que se plantean en la actualidad, superando las diferencias iniciales para llegar a una visión compartida de las cuestiones fundamentales y de las propuestas finales como un don que el Espíritu Santo quiere conceder a su Iglesia.
La familia española, a la que conoce bien como presidente de la subcomisión episcopal de Familia y Vida, goza de buena salud?
La familia no es una célula aislada del cultivo común de la sociedad. Si se me permite la comparación, cada familia es una célula que forma el tejido social y que, por tanto, vive y se desarrolla en un continuo intercambio con el medio en el que vive. Los aspectos positivos de la sociedad influyen positivamente en ella y los negativos le hacen daño. Al mismo tiempo, la familia ejerce un decisivo influjo sobre la sociedad en cuanto que es la célula fundamental que la constituye. Actitudes e ideologías que podemos encontrar en mayor o menor grado en nuestra sociedad como el egoísmo, el hedonismo, el individualismo, el afán de lucro, la ideología de género, el neoliberalismo radical o el relativismo no ayudan a la familia. También hay aspectos positivos en la sociedad que contribuyen positivamente a su crecimiento: protección social, educación, sanidad, comunicaciones, mayor conciencia de la necesidad de la solidaridad, de promoción de la paz, de cuidado de la creación… Pero la misma familia, cuando vive verdaderamente su vocación, y muchísimas familias lo hacen cotidianamente, transmiten a la sociedad esperanza, vitalidad, alegría, capacidad de esfuerzo y superación ante las dificultades, estabilidad, futuro, es decir, construyen una sociedad verdaderamente humana.