El Papa, y ahora también los obispos, disuelven anualmente millares de matrimonios ratos no consumados
(Celso Alcaina).-Ante las últimas normas del Vaticano que relajan los procedimientos para las declaraciones de nulidad matrimonial, han surgido voces discrepantes o alarmistas de algunos juristas y obispos. Con el presente trabajo pretendo contribuír a esclarecer el tema de la indisolubilidad del matrimonio.
«Disolución» es el eufemismo usado en la Iglesia. Bajo esa etiqueta se despachan miles de divorcios de verdaderos válidos matrimonios. Leed las publicaciones de los expertos o los libros oficiales del Vaticano. Se me ocurre citar el volumen «L’attività della Santa Sede», publicación anual.
El hecho real y constatable de los divorcios en el seno de la Iglesia Católica contrasta con la proverbial e intransigente doctrina antidivorcista de la misma Iglesia. Ambigüedad que queda al descubierto en momentos en que es preciso aquilatar ideas y cuando no vale echar humo a los ojos.
Papa y obispos no se cansan de afirmar que el matrimnio es indisoluble, aunque opten por facilitar las declaraciones de nulidad del vínculo. Pero tal afirmación está en desacuerdo con la praxis y con los documentos pontificios.
Voy a referirme a un documento que ha dejado de ser secreto, pero que no es conocido fuera del círculo de especialistas. A su elaboración tuve la oportunidad de contribuír en mi condición de oficial de la Congregación para la Docrina de la Fe. El documento fue enviado en 1973 al Episcopado Norteamericano y a otros pocos Episcopados. Consta de 23 artículos. Fue impreso en la Políglota Vaticana y lleva el siguiente título: «Normas sobre la disolución del vínculo matrimonial en favor de la fe en virtud de la Suprema Autoridad del Sumo Pontífice; y normas para la confección de los procesos de disolución en favor de la fe».
No se trata de «anulaciones», las famosas sentencias de los tribunales diocesanos o de la Rota que jurídicamente constatan la inexistencia (o invalidez) del vínculo matromial.
Tampoco se trata de las anulaciones – verdaderas disoluciones – del matrimonio rato y no consumado, praxis que, partiendo de las controversias escolásticas sobre la naturaleza del matrimonio, no puede no causar perplejidad por su falta de lógica. En efecto, en la hipótesis de la indisolubilidad del matrimonio, si un matrimonio es rato (o sea válido y sacramental) y si la esencia del matromonia es el contrato (y no las relaciones sexuales), no se ve por qué faltando la cópula carnal – posterior a la formalidad contractual – el matrimonio sea disoluble, mientras que no lo sería después de efectuada la cópula carnal. El Papa, y ahora también los obispos, disuelven anualmente millares de matrimonios ratos no consumados.
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