Los 70.000 desplazados que tiene Bangui no pueden recibir casi ayuda humanitaria, entre otras cosas porque las bandas de violentos atacaron y saquearon numerosas ONGs
(José Carlos Rodríguez).- Desde el pasado 26 de julio trabajo de nuevo en Bangui, la capital de la República Centroafricana, con la MINUSCA, la misión de mantenimiento de la paz de la ONU. Lo de mantener la paz es un decir, como han demostrado los últimos acontecimientos violentos, que desde el pasado 26 de septiembre hasta el 3 de octubre se han cobrado 61 muertos y algo más de 300 heridos graves.
También ha habido 42.000 nuevos desplazados, que sumados a los que ya existían, dan una cifra de cerca de 70.000 personas que han huido de sus hogares en Bangui.
Durante mis dos primeros meses en Bangui, siempre me pareció que en comparación con situaciones de mucha inseguridad de las que yo mismo fui testigo durante 2013 y los tres primeros meses de 2014, la situación había mejorado mucho. Durante agosto y septiembre de este año he ido a pie literalmente por donde he querido en la capital centroafricana y siempre me pareció que la vida empezaba a normalizarse.
Sin embargo, dos semanas antes del fatídico 26 de septiembre empezaron a ocurrir incidentes que hacían presagiar un retorno a la violencia: rumores que hablaban de un nuevo flujo de armas llegado al barrio (mayoritariamente musulmán) del Kilómetro Cinco, milicianos anti-balaka que un buen día cortaban la carretera de salida de Bangui hacia el norte y se liaban a tiros con la Gendarmería y empezaban a saquear casas…
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