Ramón Baltar

La verdad que escuece pero sana

Homosexualidad y ministerio sacerdotal

La verdad que escuece pero sana
Ramón Baltar

El cérigo destaca que una vez decidido a escuchar la llamada de la carne se sintió mejor sacerdote

(Ramón Baltar).- La marimorena que armó el monseñor polaco alto cargo en el Vaticano al salir a la plaza mediática a declararse gay con pareja y pedir a su Iglesia que acoja sin reservas a los heridos del amor que ya osa pregonar su nombre. Cuyos máximos responsables bien podrían agradecerle que les colocara en suerte a uno de los miuras que les toca lidiar.

La homofobia católica basa la condena de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en textos del Viejo Testamento que las consideran abominación sólo en el caso de los hombres (ni palabra de las mujeres), porque no encajan con el papel que la sociedad patriarcal judía atribuía al varón.

E incluso las tilda de antinaturales argumentando que no se ordenan a la transmisión de la vida, como si desconocieran que en la especie humana las partes pudendas valen para más que para procrear.

Hay en la postura de la Iglesia algo que las protestas de compasión y misericordia hacia los condenados sin razón no consiguen disimular. Conceder que sus inclinaciones no son pecaminosas si no llevan al «retracto de colindantes», descubre el fondo de crueldad que subyace al rigorismo moral.

Porque ¿se puede calificar de otro modo la petición a los homosexuales y lesbianas de que guarden castidad de por vida? Las normas éticas están para ayudarnos a ser buena gente, no héroes.

En las rotundas declaraciones a la prensa del clérigo despachado destaca esta confesión: que una vez decidido a escuchar la llamada de la carne se sintió mejor sacerdote.

Dio en el centro del blanco: si el ministerio sacerdotal estriba en reconciliar a los hombres consigo mismos primero, con los hermanos y con Dios después, mal puede desempeñarlo quien rechaza aceptarse como natura lo hizo y su madre lo parió.

Los homosexuales son personas que no necesitan compasión ni misericordia sino respeto. Si el Sínodo de la Familia propone a la Iglesia reconocer esto y obrar en consecuencia, habrá satisfecho una parte de las expectativas que levantó su convocatoria.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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