RUTAS POR LA PROVICIA DE SALAMANCA.

Sequeros, territorio libre de estrés

El mirador de la Sierra

Sequeros, territorio libre de estrés
Municipio Salmantino de Sequeros

Verdana","sans-serif"; mso-fareast-font-family: "Times New Roman"; mso-bidi-font-family: Arial; color: #343434; mso-fareast-language: ES;">En el corazón de la sierra de Francia, en la falda de un suave cerro conocido como del Mariscal a unos 950 m. de altitud, se yergue la villa de Sequeros, declarada Conjunto Histórico en 2004. Su privilegiado emplazamiento le ha valido la merecida denominación de “Mirador de la Sierra”, obteniéndose desde Sequeros algunas de las más bellas perspectivas de toda la provincia.

Atestiguan su antiguo pasado restos de lo que pudo ser antigua cerca de un castro, así como algunos vestigios romanos y visigodos. Más tarde, en el siglo XII, las crónicas la incluyen en el obispado de Santiago y después en el condado de Miranda del Castañar, hasta que en 1756 Fernando VI le otorgó el definitivo título de villa, pasando en 1833 a convertirse en cabeza de partido.


Recomendamos al viajero que abandone su vehículo antes de adentrarse en la villa, cerca del Ayuntamiento, junto a la carretera que discurre hacia Béjar. Desde allí podrá arrancar un relajado paseo por sus calles, a la búsqueda de rincones, plazuelas, casas singulares, dinteles labrados, balconadas… recursos todos que sorprenderán agradablemente al paseante.

La plaza del Altozano, que cumplió antaño las funciones de coso taurino y aun hoy de mercado, conserva excelentes balconadas, organizando uno de los pocos amplios espacios urbanos libres que pueden contemplarse en un entramado urbano con claras herencias árabes y judías.


Cerca de esta plaza se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de Sequeros y quizá de toda la sierra, el Teatro del Liceo. Este singular edificio, único en los alrededores, nació de la mano de la Sociedad del Liceo en 1870, época de esplendor de la burguesía de la villa, recuperándose hace unos años como Centro Cultural León Felipe.

Si deja que sus pasos le lleven

sin más, puede que descubra callejuelas como la del Infiernillo, donde los aleros dibujan una arquitectura intrincada de acercamientos imposibles y de suma estrechez. Otras muchas calles le sorprenderán por su bella factura, adornadas primorosamente en sus balconadas y solanas con flores, llevándole hacia fuentes y manaderos, al amparo de soportales y puertas con dinteles en los que se descubren enigmáticas inscripciones.

Una de estas calles, la del Concejo, le permitirá contemplar uno de los rincones más bellos de Sequeros, el que conforman la portalada con las torres de la iglesia de San Sebastián y la del Concejo, presidida por un histórico reloj colocado en tal lugar en 1638 y que desde entonces ha acompañado, con sus toques de campana, la vida y muerte de sus moradores.


Abandonemos ahora el caserío hacia poniente, hacia un crucero que destaca entre tapias de granito que forma parte de un extenso vía crucis y antecede a la ermita del Humilladero, del siglo XVI. Allí podrá disfrutar de un breve descanso, al cobijo del Cristo de las Batallas, pues le proponemos que continúe hacia el sur, recorriendo el Llanado, hacia el Robledo.

Recibe tal nombre un amplio espacio poblado de arbolado que transforma su disfrute y contemplación, y la del santuario que lo preside -el de Nuestra Señora del Robledo-, al amparo del discurrir de las distintas estaciones. De histórica veneración, este templo parece remontarse al siglo XIII, aunque su factura actual se debe al siglo XVI. Más tarde, en el XVIII, se construyó la espadaña, el enlosado y se llevaron a cabo cambios en su camarín.

Su cubierta mantiene todas sus armaduras de madera, destacando las de la nave central, ochavada, y la de la capilla mayor, octogonal y de gran sencillez y calidad. Alberga interesante imaginería en sus retablos, destacando, la de su titular la Virgen del Robledo, obra románica tardía, y la Virgen de la Leche.

Como curiosidad

sepa el lector que este templo se entronca con una de las tradiciones y leyendas más arraigadas en toda la Sierra de Francia, la de la Profetisa Juana. Esta moza santa que tras su muerte, en 1424, profetizó el milagroso hallazgo de la Virgen de la Peña de Francia y la construcción de algunos de los más singulares conventos de todo el entorno, se encuentra enterrada en el camarín. También descansa en estos muros el verdadero protagonista del hallazgo profetizado, Simón Vela, un “franco” devoto que encontró dicha imagen, la más venerada de toda Salamanca. De regreso al pueblo el camino le llevará hasta la iglesia parroquial o de San Sebastián. El templo se construyó en el siglo XVIII bajo la dirección de Jerónimo García de Quiñones. De una sola nave y esbelta apariencia tiene características del barroco de transición, con retablos y notable imaginería.


Desde el parque del Barrero parte un camino asfaltado hacia la Cabezuela, extensa planicie que antaño fue lugar dedicado a las labores de trilla y limpieza del cereal. Hoy lo preside un magnífico crucero y el mirador, por excelencia, de toda la sierra de Francia. Desde allí las cumbres nevadas de la Sierra de Béjar destacan en el horizonte en una de sus más bellas siluetas, obteniéndose también espectaculares perspectivas de la Sierra de Francia y del Castillo.

Disfrute, sin prisa

de tan inigualables panorámicas y plantéese tomar un tentempié. Si así lo decide sepa que la gastronomía local se fundamenta en los más sencillos, y a la vez más excelentes, ingredientes. El aceite, el vino, las frutas…, se transforman en el “limón serrano”, los hornazos o los contundentes pucheros, dando paso a postres como las tortas de nogalada, los sacatrapos, el turrón casero o las cazuelas de sopa dulce. Y para concluir nada mejor que un aguardiente, que dicen por aquí que es excelente digestivo.

Si quiere conocer la villa en pleno jolgorio festivo, sepa que puede elegir entre numerosas y singulares celebraciones. El 3 de mayo se celebra la fiesta mayor, el día de la Santa Cruz, con procesión, ofertorio y bendición de campos. Por el Corpus los altares adornan sus calles. La chocolatada culmina la noche de San Juan. Las águedas, en su fiesta, interpretan una bellísima alborada. La antigua cofradía de la Purísima engrandece su día presidida por su abad. Y si lo que prefiere es el profundo disfrute de una romería, elija la del Robledo, el 15 de agosto.

LEÓN FELIPE

A la edad temprana de dos años fue traído por su familia a esta villa, donde pasó su infancia hasta los once años. Las calles de Sequeros, sus plazuelas, los lugares de baño, las ermitas, el Robledo, la Cruz… todos fueron escenario de sus andanzas y travesuras, y todos ellos forjaron la fina sensibilidad de este poeta, como queda patente en sus versos:


Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

 

 

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