La opción de Jesús por los estigmatizados nuevamente le quita el cetro al fariseísmo
(Jorge Costadoat sj).- Terminó el Sínodo de los obispos sobre la familia. Tal vez desde el Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, una reunión episcopal a nivel mundial no captaba tanto el interés y agitaba tanto las aguas. El acontecimiento ha constituido un verdadero turning point.
Es temprano aun para sacar muchas conclusiones. Pero si este Sínodo no representa un paso adelante, lo será hacia atrás, justo cuando más la Iglesia necesita avanzar. Como digo, no podemos aun ofrecer una opinión acabada, pues recién disponemos del texto final en italiano. Sí tenemos en castellano el discurso final del Papa, en el cual Francisco felicita a los congregados por haber atinado con su misión pastoral, consistente en pensar en las personas antes que en la doctrina; en interpretar la doctrina en función de personas que necesitan que se les anuncie un evangelio de vida, en vez de agobiárselas con mandamientos y prohibiciones inhumanas.
Muchos han sido los temas, pero uno ellos ha captado el interés principal. ¿Podrán los divorciados vueltos a casar comulgar en la misa? El Sínodo no excluye la posibilidad, es decir, sí, podrán hacerlo. Cualquier lector atento concluirá que la posibilidad existe, si las cosas se hacen seriamente. El documento final abre las puertas a que los católicos que fracasaron en su matrimonio puedan acercarse a comulgar.
Debe decírselo con todas sus letras: sí, los divorciados vueltos a casar que hasta ahora han sido excluidos por la institución eclesiástica y malmirados por los católicos hipócritas, deben alegrarse porque no se puede decir que todos ellos sean adúlteros. Los números del documento correspondientes a esta materia (84-86), impulsan un cambio pastoral responsable. En ellos tres son los criterios que, combinados, hacen posible un gran paso adelante: integración, discernimiento y acompañamiento.
El Sínodo, en esta materia, ha querido integrar a estas personas en vez de excluirlas. Se nos dice: «la lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, no solo para que sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino tengan de ello una experiencia gozosa y fecunda». El criterio proviene del Instrumentum laboris que recogía el parecer de las iglesias de distintas partes del mundo y que insistentemente no quería exclusiones, sino inclusión e integración. Estas personas han de ser acogidas con especial cariño y han de poder participar lo más posible en la misa.
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