Josep Miquel Bauset

Perfectae caritatis

"Este decreto propone unos criterios para la renovación de la vida religiosa "

Perfectae caritatis
Josep Miquel Bausset

El decreto nos anima a ser testigos de ternura y de alegría, de la misericordia y del amor de Dios

(Josep Miquel Bausset).- Hoy 28 de octubre celebramos el 50 aniversario de la aprobación y promulgación por parte de los padres conciliares, del Decreto del Vaticano II, Perfectae caritatis, con el resultado de 2321 votos a favor y cuatro en contra.

Fue el papa Juan XXIII quien el 5 de julio de 1960, con el motu proprio, «Superno Dei nutu», constituyó la comisión preparatoria conciliar de los religiosos, que elaboró un primer esquema, que, como ha escrito el P. Josep Mª Rambla, era «un buen resumen de la doctrina hasta Pío XII, y abrió el camino a la renovación».

El debate de este decreto entre los padres conciliares dio lugar a cinco esquemas, el último de los cuales fue presentado y debatido del 6 al 8 de octubre de 1965, con 19 votaciones parciales. Y fue el 28 siguiente, cuando tuvo lugar, en sesión solemne, su votación final y su promulgación, con el resultado de 2321 votos favorables y cuatro negativos.

El Decreto Perfectae caritatis es el único documento conciliar que expresa en el mismo título, el objetivo propio del Vaticano II: el aggiornamento o renovación conveniente de la vida religiosa. El nombre de este decreto marca el final de un largo proceso que comenzó con el texto, De statibus perfectionis, después se pasó a, De religiosis, y finalmente se impuso, De accommodata renovatione vitae religiosae.
Como ha escrito el P. Josep Mª Rambla, «el trabajo del Concilio en relación a la vida religiosa, fue una peregrinación a los orígenes, es decir, a aquello que la hizo nacer, y por lo tanto, a aquello que la sustenta».

El núcleo de la Perfectae caritatis es el seguimiento de Cristo y no tanto la llamada en otro tiempo, «vida angélica». De hecho, los religiosos no hacemos sinó prolongar en nuestra vida, a Cristo, amando como él amó, y por eso las primeras palabras de este decreto hacen referencia a la caridad perfecta.

También el primer párrafo menciona el Espíritu, envido por Cristo para llevar a término, a través de los religiosos, su obra. Por otra parte, la «división» tradicional entre oración y misión, solo se puede admitir como dos dimensiones de una misma vida con Cristo. Y es el seguimiento del Señor, impulsado por el Espíritu, que ha hecho florecer en la Iglesia una gran variedad de carismas.

El texto de este decreto propone unos criterios para la renovación de la vida religiosa desde el cambio o conversión del corazón: fidelidad al Evangelio, retorno al carisma de los fundadores y integración y participación de los religiosos en la vida de la Iglesia.

Antes del Vaticano II había costumbres y tradiciones que no manifestaban claramente el valor trascendental de la vida religiosa, como hábitos anacrónicos, separación de diferentes clases de religiosos o alejamiento del mundo.

La vida consagrada en el seno de la Iglesia, tiene, evidentemente, una naturaleza eclesial y de esta manera supera cierto elitismo o aristocracia eclesial, ya que la vida religiosa ha de abandonar «el anacronismo de considerarse un estamento de élite, como si fueran los mejores, o al menos los llamados a serlo», como ha dicho el P. Josep Mª Rambla.

El texto del Decreto Perfectae caritatis consta de una introducción y veinticinco números, que van desde la actualización de la vida religiosa (nº 2), el cultivo de la vida espiritual (nº 6), los institutos contemplativos (nº 7) y los dedicados a la vida apostólica (nº 8), la vida monástica (nº 9), la vida religiosa laical (nº 10), los institutos seculares (nº 11) y los consejos evangélicos (nº 12, 13 i 14).

El decreto trata también de la clausura de les monjas (nº 16) «aunque suprimiendo aquellas costumbres ya antiguas», para adaptarse «según las circunstancies de tiempo y de lugar», el hábito religioso (nº 17) que es «signo de consagración», y que ha de ser «sencillo y modesto, pobre i a la vez apropiado», y por eso se ha de modificar aquellos que «no se ajustan a estas normes».

El decreto trata también de la formación (nº 18), la fundación de nuevos institutos (nº 19) o la unió entre institutos (nº 22). En la conclusión de este decreto (nº 25) se anima a los religiosos a proclamar «por todo el mundo la Buena Nueva de Cristo» desde una «fe íntegra, con caridad a Dios y al prójimo».

Hace falta recordar que el papa Francisco, en el discurso que el pasado 20 de septiembre, en la Habana, dirigió a los religiosos, nos invitaba a vivir y a ser portadores de la misericordia de Dios: «Donde hay misericordia está el Espíritu de Jesús». Y por el contrario, «donde hay rigor, están solamente sus ministros».

El papa nos ha pedido diversas veces a los consagrados, que no tengamos miedo de la ternura y de la misericordia de Dios, que «se hacen caricia». Y también nos ha pedido que vivamos nuestra consagración como un servicio, ya que «el que no vive para servir, no sirve para vivir», así como también a esparcir la alegría.

Por eso hoy, cincuenta años después de aprobarse el Decreto Perfectae caritatis, este texto nos anima a los discípulos de Jesús que hemos sido llamados a la vida consagrada, a ser testigos (en medio de nuestra sociedad) de ternura y de alegría, de la misericordia y del amor de Dios.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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