Omella y Osoro se mueven en la misma horquilla de edad, rozando los 70. A ambos les quedan cinco o seis años de dedicación pastoral. Por eso, tendrán que pisar el acelerador
(José Manuel Vidal).- Un aragonés de la periferia catalana para el corazón de Cataluña. El Papa ha elegido a uno de los suyos, Juan José Omella, como nuevo arzobispo de Barcelona, para suceder al incombustible cardenal Martínez Sistach. Una elección, en la que Bergoglio ha tenido muy en cuenta el ‘placet’ del hasta ahora titular de la sede catalana, asi como las cualidades y el recorrido vital de este obispo ‘franciscano’ antes de Francisco.
Llega a Barcelona el primer obispo-párroco de la era Bergoglio. Francisco no quiere prelados de despacho ni doctrinarios asociales. Quiere que sus obispos sean eminentemente pastores y servidores de sus comunidades, presidiendo sus diócesis no a baculazo limpio, sino desde la caridad. Como acaba de demostrar en Italia, con los nombramientos de dos párrocos para los importantes obispados de Palermo y Bolonia. Y el hasta hoy obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño encarna a la perfección este nuevo perfil episcopal franciscano. Porque de párroco ejerció Omella en la zona del bajoaragón durante casi 20 años.
Un cura de pueblo, pero con una sólida formación intelectual y que nunca abandonó ni la letra ni el espíritu del Concilio, siguiendo la línea episcopal que va desde Tarancón a Díaz Merchán, pasando por Osés, Echarren, Úbeda, Jubany, Yanes o Sánchez. Y, por eso, se puede decir que ha sido una de las ‘parteras’ de la actual primavera de la Iglesia. Porque Omella nació y creció y se mantuvo siempre alineado en el sector «social» de la Iglesia y del episcopado. Es decir, entre los obispos convencidos de que la Iglesia debe ser, ante todo, samaritana o, como dice el Papa «hospital de campaña».
Párroco, preparado, enamorado de los pobres y siempre ‘encarnado’ (no de rojo, sino de metido) en la realidad. Una encarnación que, en Cataluña, le va a ser más fácil por su procedencia. Omella nació y se crió en Cretas, un pueblo de Teruel, donde se habla el lapao o el ‘chapurriao’, un dialecto mezcla de catalán y castellano, una lengua que el obispo nunca ha olvidado y que habla con soltura, siempre que tiene ocasión. Amén de dominar también el francés y el italiano.
Eso sí, necesitará una rápida inmersión en los entresijos de la sociedad catalana. Desde la prensa a los intelectuales, pasando por políticos, teólogos, fundaciones y asociaciones. Es decir, integrarse a fondo en el tejido social y eclesial catalán, requisito imprescindible para que Omella sea plenamente acogido en Barcelona, cuente en la sociedad catalana y lidere con garantías la conferencia episcopal tarraconense.
Algo relativamente fácil para un prelado que está adornado con muchas y variadas cualidades personales. Omella es un pastor sencillo, cercano, afable, de los que buscan las distancias cortas y pisar barro. De los obispos servidores de la comunidad que tanto gustan al Papa. Un cura acostumbrado a salir y a conectar con la gente. Primero en los pueblos bajoaragoneses de Daroca, su primera parroquia, para pasar después a Castelserás y Calanda, el pueblo de la tamborrada y de Luis Buñuel. En todas sus parroquias fue un cura querido por todos, especialmente por los jóvenes con los que se volcó.
Nacido en Cretas el 21 de abril de 1946, en el seno de una familia de agricultores, estudió Humanidades en el seminario de Zaragoza, para pasar en Filosofía al seminario de los Padres Blancos, con los que terminó la Teología en Lovaina. Como miembro de los misioneros de África, se fue a la misión del entonces Zaire (hoy Congo) y allí estuvo un año. El tiempo suficiente, para que no perdiese nunca el gusanillo de África y de las misiones.
De allí regresó de cura a los pueblos de Zaragoza, hasta que, en 1990, Elías Yanes, su amigo y protector, se fijó en él y lo nombró su vicario general, para pasar a obispo auxiliar de la sede del Pilar unos años después, en 1996.
Por poco tiempo, porque el 27 de octubre de 1999 fue nombrado obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón, de la que tomó posesión el 12 de diciembre de 1999. Cinco años después, el 8 de abril de 2004, pasa ya a ocupar una diócesis importante, la de Calahorra y La Calzada-Logroño.
Además de su experiencia y de su excelente recorrido pastoral, tiene «padrinos». Omella es amigo personal de dos de los cardenales más cercanos del Papa, el también turolense cardenal Santos Abril, arcipreste de la Basílica romana de Santa María la Mayor, y del cardenal hondureño Rodríguez Maradiaga, moderador del G-9 y probable presidente del nuevo dicasterio romano de ‘Justicia y Caridad’, que se pondrá en marcha tras la reforma de la Curia vaticana. Y no sólo eso. Omella conoce personalmente al Papa, desde su época de arzobispo de Buenos Aires y mantiene una estrecha relación con él.
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