El escándalo no es tener Patrimonio, sino, no conocerlo claramente, y no saber cómo se está gestionando
(José Luis Ferrando, biblista).- El tema de los dineros en las Instituciones Eclesiales es siempre delicado. El «dinero», en términos bíblicos, es «anatema», que vendría a ser como «el dinero consagrado a los dioses» es el rival número uno de Dios (Mt 6, 19-24). La conclusión final del texto es bien clara «No podéis servir (adorar, rendir culto) a Dios y al dinero».
Y esta complicación se ha decantado, con demasiada frecuencia, del lado del dinero: unas veces para pagar favores, obtener prebendas o mostrar prepotencia. Sin olvidar los aspectos compensatorios, que Freud y su escuela nos explican. La historia de la Iglesia está repleta de ejemplos de estas prácticas. Incluso para llenar bolsillos de particulares de todo tipo.
Los dos mil años de historia de la Iglesia, sin duda, han dado de sí para acumular un gran patrimonio en oro y joyas, propiedades inmobiliarias y otros bienes. Y esto se puede explicar históricamente y es comprensible. No digo aceptable. Muchos de esos bienes, incluso, suponen una esclavitud para la Iglesia, porque conllevan un costoso mantenimiento. En este largo período son muchos los hombres que han gestionado este inmenso patrimonio, en cada momento, por supuesto desde unos u otros criterios, presuponiendo siempre las buenas voluntades. Pero las malas prácticas también se han deslizado con frecuencia. La historia nos ofrece muchos ejemplos de esto, aunque también de lo contrario. No podemos olvidar que los hombres que integran la iglesia jerarquía son «hombres de carne».
Hoy, el Papa y la Iglesia, se encuentran con ese inmenso Patrimonio. Francisco, con buen criterio lo primero que desea es poner orden y, para eso, lo básico es conocer las verdaderas dimensiones del mismo, con una documentación acreditativa bien clara. Sin un inventario claro y preciso, difícilmente, se podrán tomar decisiones. Por eso el escándalo no es tener Patrimonio, sino, no conocerlo claramente, y no saber cómo se está gestionando. Estas cuestiones tan básicas y elementales son lo que el Papa, al parecer, ha pedido a la Comisión, de la que formaban parte los filtradores. Auditar claramente el uso de esas propiedades es absolutamente necesario, ya que la segunda parte de lo escandaloso es la nefasta gestión de ese Patrimonio. Quién se está beneficiando de ese patrimonio.
La claridad y la transparencia serán la antesala de, sin duda, decisiones valientes por parte del Papa y de la Iglesia en cuanto al buen uso de esos bienes. Una contabilidad rigurosa es prioritaria para una utilización inteligente y evangélica de los bienes. Y que nadie ponga en duda la intencionalidad de los filtradores, ya que en lugar de informar a quien debían, para poner remedio, lo han hecho a quienes con la publicación quieren escandalizar a las buenas gentes del Pueblo de Dios. Lo importante, ahora, es que el trabajo continúa, como ha dicho el Papa. Y, si Francisco le ha dado tanta importancia a estos temas económicos es porque sabe que la tienen, ya que pueden empañar gravemente el testimonio evangélico. Y, sobre todo, porque sospecho, que su voluntad es que la productividad y rentabilidad de ese Patrimonio repercuta en el mantenimiento de la Iglesia y en los destinatarios naturales y preferidos del Señor, los más pobres.
Finalmente, en esta área, el estilo de vida elegido por Francisco marca una clara tendencia: la sobriedad y la desapropiación. Vive en una casa común y compartida en Santa Marta, y usa el llamado Palacio Apostólico para desempeñar sus funciones. Estos dos gestos son muy significativos de su pensamiento. Asume libremente lo que considera oportuno, les guste o no a los cancerberos del sistema. Y esa libertad nos encanta, pero no debemos olvidar que el camino de los dineros, es siempre un camino peligroso.