Jesús nunca pensó que estaba formando una nueva religión, con papas y con obispos, ni en la sucesión apostólica...
(Jesús Bastante).- El teólogo José Arregi, estrecho colaborador de esta casa, es el autor de «Invitación a la esperanza» (Herder), un texto en el que profundiza sobre la «esperanza activa» en mitad de un mundo que sufre y en el que, pese a todo, hay razones para ser optimista. ¿También en la Iglesia? «La Iglesia tiene que renovarse radicalmente. Invertir el modelo autoritario, piramidal y clerical de la Iglesia. Y para darle la vuelta ese modelo piramidal, hay que eliminar dos dogmas: el poder absoluto del Papa y el de la infalibilidad«, argumenta.
Acaba de terminar el Sínodo de la Familia. ¿Tú cómo ves este momento?
Si has seguido mis artículos desde que se anunció y terminó la primera fase, sabrás que nuca he tenido muchas expectativas sobre este sínodo. Tengo la sensación de que hay dudas de que vaya a salir lo que yo pensaba que era muy poquita cosa pero que era posible, y que es el tema del posible acceso de los divorciados vueltos a casar a la comunión.
Da la sensación de que los obispos sobre los que recae la decisión está intentando dilatar su responsabilidad y que sea el Papa quien decida.
La impresión que tengo es de demasiado montaje para lo que va a salir
Sobre todo del tema de los divorciados al que te has referido. De hecho cuando salió la campaña de algunos teólogos a favor de esa revisión, tú sacaste un artículo, que iba bastante más allá. Eras mucho más directo.
En ese punto de los divorciados, admitían el carácter penitencial de esa posible comunión. Es decir que eran tratados como culpables, y le exigían las tres condiciones: arrepentimiento, confesión con el obispo del lugar, y el propósito de enmienda. Decían que era una disciplina de excepción y que no se ponía en tela de juicio toda la doctrina de la indisolubilidad.
Yo creo que hoy en día, presentándose como teólogos progresistas, esto no se puede tratar así.
Hoy mismo el Papa en Santa Marta se refería a la necesidad de que los cristianos estemos en el mundo, y atentos a los signos de los tiempos para poder cambiar a partir de esos signos. A veces de la impresión de que el papa Francisco quisiera ir más rápido de lo que la realidad vaticana le puede imponer.
Sí, esa es la impresión, y desde luego que habría que ir más allá. La inmensa mayoría de la gente afectada por ese problema ya lo tiene resuelto. Y lo ha hecho con su buen sentido, que desde un punto de vista cristiano, es el sentido del Espíritu Santo. La presencia y la voz de este espíriritu en el fondo de nuestro corazón y nuestra conciencia. Y la gente fiel a esa voz, va a comulgar tranquilamente.
Vienes a presentarnos un libro que tiene que ver con el sentido cristiano de ver la vida. Lo has escrito con la editorial Herder y lleva como título, «Invitación a la esperanza» ¿A qué esperanza quieres invitar al lector?
A una doble esperanza: la del aliento vital, esperanza tiene que que ver con el respiro, con el espíritu. Y también invitar a una esperanza activa, creadora. Que haga realidad, que anticipe aquello que esperamos y por lo que queremos trabajar.
Esperar no es aguardar a que suceda algo. Es vivir de tal manera que haces realidad eso que deseas que suceda. Es la esperanza de Jesús.
¿Cual es la esperanza que según tu opinión trae el mensaje de Jesús y que pueda ser aplicable hoy?
Jesús vivió en un mundo que tiene muchos puntos de semejanza con el mundo que vivimos hoy: una crisis económica muy aguda en la Galilea que era donde vivía. Un malestar económico muy grande que tenía que ver con la deuda:
Los pequeños propietarios de tierras, obligados a enajenarse de ellas porque no podían pagar las deudas y a hacerse arrendatarios. Y los arrendatarios que no podían pagar la renta y se veían obligados a convertirse en simples asalariados con unos sueldos que no daban para comer.
Jesús en sus mensajes tiene muy en cuenta la realidad de estos pobres campesinos y de los pobres pescadores y pescadoras. Y también tiene muy en cuenta la raíz de esta pobreza, que es la deuda. Deuda a la que se les ata y se les impone.
Y la deuda, ¿por qué? Pues yo creo que ahí también hay un punto de semejanza muy grande entre lo que pasaba y lo que pasa hoy. Herodes Antipas duplicó y triplicó los impuestos para sus construcciones: hipódromos, circos, etc, y para quedar bien ante el emperador y ganarse sus favores.
Me estoy imaginando Grecia, España y Alemania de ahora mismo con tus palabras
Hubo una auténtica burbuja inmobiliaria por parte del rey vasallo, Herodes Antipas, y a costa de los pobres campesinos, de los pobres pescadores y de los artesanos de la época.
Y sin embargo el mensaje de Jesús cala, va entrando y modifica el concepto de sociedad.
Es que todas las palabras de Jesús tienen una carga de subversión política muy grande. Todas ellas. Nos parece que Jesús habló del perdón de los pecados, y del más allá. De lo bien que viven los pájaros y de los bonitas que son las flores. Él admiraba mucho la lluvia, el sol, el campo, la semilla…, pero todo para él era sacramento del reino. Y el reino, para él era una metáfora política de la transformación radical que ha de suceder en las estructuras sociales, económicas, políticas, y religiosas.
Y qué sucede cuando el mensaje de un subversivo es acogido y posibilita la creación de una institución que, hoy por hoy es lo menos subversivo que pueda existir: la mayor representación de ese imperio, de esa falta de sintonía con el mundo, de ese dogma y de esas prohibiciones. Esa Iglesia del «no» que hemos denunciado en más de una ocasión. ¿Cómo se llega a eso?
Pues muy pronto. Primero, el movimiento de Jesús se estabilizó. En segundo lugar, el movimiento que era subversivo y reformador se convirtió en un movimiento estático y acomodaticio. Y sobre todo, con Constatino, a partir del siglo IV, la Iglesia se acomodó al gran modelo social, económico y religioso imperial.
La Iglesia-poder pervierte el mensaje de Jesús, pero la Iglesia-institución consigue crear una cultura con una serie de valores: el tema de la educación, las universidades… ¿Hasta qué punto eso es un mal menor aceptable? Parece haber una dicotomía entre lo posible y lo probable
Seguramente todo aquél que deja de estar en el margen y puede permitirse anunciar el cambio radical que sueña, que es lo que hizo Jesús, y una vez que un grupo se institucionaliza, como hizo el movimiento de Jesús, tiene que contar con el principio de la realidad y de lo posible mucho más de lo que contó Jesús.
Jesús fue siempre profeta. Ni sistematizó la doctrina ni dio pautas ni soluciones políticas. Anunció su sueño y lo promovió. Y lo hizo realidad en el inmediato entorno que se movía ante él.
Pero claro, la Iglesia, como toda institución religiosa, en la medida en que adquiere poder se carga también de intereses y tiene que seguir estrategias, y no tanto el sueño primero.
Y esto le ha pasado a la Iglesia como institución desde muy pronto. Ha hecho muchísimas cosas, ha forjado en buena parte la cultura occidental. Durante un milenio fue prácticamente la única que transmitió la cultura en Occidente, pero esto como ya sabemos tienen un precio. Este precio fue la consolidación de una doctrina muy férrea e inmutable. De una alianza con los poderes políticos de cada momento. Y esto hay impedido que la Iglesia haya ido mucho más lejos en el espíritu profético de Jesús.
Sin embargo hay muchos profetas, me atrevo a decir, que siguen trabajando teniendo la letra y el espíritu del evangelio en el motor de sus vidas. Y que siguen viviendo no sólo en las fronteras sino en el día a día, moviéndose y cambiando la sociedad. Y que son un motivo de esperanza a través de la fe en Jesucristo.
Sí, sin duda lo olvidamos. Normalmente cuando hablamos de la Iglesia, hablamos de la Institución y no es justo. El espíritu de la esperanza activa y pacificadora late en el corazón de muchísima gente sencilla y que vive eso en el día a día. A veces en las situaciones más extremas, en situaciones límite. En la frontera y más allá de la frontera. Y nadie sabe eso. No hay más que ver la cantidad de cristianos y cristianas que se están volcando con los refugiados, con los inmigrantes, con los desahuciados. Eso es el evangelio viviente de Jesús.
¿Y cómo hacemos para que esas personas que son iglesia, puedan formar parte de su construcción? ¿O no hace falta?
Bueno, el espíritu sopla, late y hacer vivir. Pero tampoco estaría mal que se hiciese propaganda de esta presencia activa del espíritu. Los medios prefieren un tipo de noticias diferente, más llamativas. Habría que hacer muchísima más propaganda del bien, de esta presencia viva del Evangelio en el corazón de mucha gente anónima.
¿Cómo te insertas tú dentro de la Iglesia como creyente?
Me defino como simple novicio discípulo de Jesús, uno más en la Iglesia. No tengo buena conciencia de mi implicación con las grades causas: de los marginados, los pobres…, me dedico más que nada a otras cosas. Pero trato de mantener la sensibilidad y pequeños compromisos. De sintonizar mi mente.
También sé que mi postura, como la de tantos otros es discutible y discutida, no sé si estoy en la frontera, o la he traspasado como dicen muchos, que me sitúan fuera. Yo me siento dentro, aunque creo que no hay dentro ni fuera.
Has tenido muchos problemas con el obispo actual de San Sebastián, monseñor Munilla.
No tengo ningún problema, lo saludo cuando nos encontramos por ahí. Eso es una etapa superada. Procuro seguir mi camino con la mayor paz que puedo.
Cómo ves la llegada de un hombre como Francisco, un pastor de las periferias como él se definía, a la cúpula del poder de la Iglesia- institución. ¿Cómo lo sentiste y cómo lo sientes ahora, dos años y medio después?
Todos quedamos impactados por sus primeras palabras y su sus primeros gestos: inclinándose ante la gente en la plaza, pidiendo su bendición, reconociéndose obispo de Roma…, y después su manera de ser y el nombre que adoptó me hizo soñar mucho y me llegó al alma.
Dos años después, incluso antes, tuve mis dudas de que un hombre pudiera llegar hasta el mínimo necesario, para dar los pasos que posibiliten una verdadera nueva Iglesia.
¿Cuáles son esos pasos?
Que tiene que renovarse radicalmente. Invertir el modelo autoritario, piramidal y clerical de la Iglesia. Y para darle la vuelta ese modelo piramidal, hay que eliminar dos dogmas: el poder absoluto del Papa y el de la infalibilidad. Que son los dos últimos, por cierto. No son de Jesús ni del espíritu que late en los corazones en el mundo de hoy.
Quienes acusan a los que defienden esa postura dicen que provocaría la destrucción de la Iglesia de Cristo
No es la Iglesia que Jesús construyó, si es que lo hizo. En esto están de acuerdo casi todos los exégetas mínimamente críticos: Jesús nunca pensó en fundar una iglesia, ni una nueva religión. Jesús se sintió judío, aún cuando rompió y movió cosas que para la mayoría de los los judíos eran inamovibles, como la cuestión de la circuncisión y la comunión de mesa con los cristianos procedentes de la gentilidad.
Pero nunca pensó que estaba formando una nueva religión, con papas y con obispos, ni en la sucesión apostólica…
Todos son términos del derecho romano
Summus pontifes es un título imperial que en los siglos IV y V asumió el obispo de Roma, que todavía no era papa. El de papa, es una creación del siglo XI, con esa pretensión del poder absoluto. Y la infalibilidad de más tarde todavía, es de la reforma de Gregorio VII y Bonifacio VIII y después del Vaticano I, cuando se le dio la formulación. Pero de Jesús, no. Esto ya lo sugirió Juan Pablo II, también Benedicto XVI y el papa Francisco lo acaba de decir.
Que el papado tiene que convertirse, pues efectivamente. Y ¿a qué?, dicen que a lo que fue en el primer milenio. Yo diría que a mucho más. A lo que Jesús vivió y soñó: todos sois hermanos y hermanas.
La radical diferenciación y sometimiento de la mujer al varón dentro de la iglesia, es brutal.
Y eso tiene que ver con una misoginia patriarcal que viene de muy lejos, y que es como en otras religiones…, pero fundamentalmente con el modelo clerical masculino y autoritario de la Iglesia.
Sí, porque Jesús vivió en la Palestina del siglo I donde la mujer tenía una condición social infinitamente inferior a la del hombre.
Y sin embargo Jesús dio pasos impensables para la época. Como el hecho de admitir en su grupo a seguidores y seguidoras, haciendo vida itinerante. Eso, y que en las iglesias de Pablo, las mujeres tenían protagonismo y presidían las iglesias domésticas.
Pero aunque no hubiese sido así, el espíritu inventa, como la vida vive de renovar las formas.
Es el problema para los que piensan que las soluciones de los problemas de la vida son exclusivamente una interpretación de las palabras de Jesús, como si él pudiera dar una respuesta a cuestiones como la investigación genética.
No puede consistir el seguimiento de Jesús en imitar sus palabras y repetir sus gestos y su manera de pensar. No. Jesús fue innovador, y serle fiel es renovar, como la vida pide y como el espíritu pide. Ir más allá de Jesús, siguiendo el su impulso espiritual.
Como el de Francisco de Asís que es un líder para muchos. ¿Tienes esperanza de que esos pasos puedan darse, o de que se estén dando más allá de lo que ofrezca a Iglesia-institución?
Si me preguntas por la esperanza de aguardar, no aguardo mucho. Vivo, en mi pequeño grado, con la esperanza activa para que esto suceda. Pero mis expectativas de que vaya a suceder de motu propio y por impulso interno de la propia institución eclesial…
A nivel personal, parece que en su estilo a eso apunta el papa Francisco. Pero yo no veo ni atisbo de las reformas institucionales de modelo eclesial. Ni de la interpretación los dogmas que se requerirían a nivel institucional.
No tengo expectativas de eso suceda desde dentro. Sucederá, pero como tantas cosas, desde fuera se desmoronará lo que hay. Y el espíritu dará forma a otra cosa. Como sucede en todos los campos.
¿Los seguidores estamos obligados en cierto modo a tener esa esperanza activa, a ser esperanza viva?
Obligados no. Esta es la suerte si lo vivimos. No tenemos que hacer nada por obligación, sino por el gusto y por el impulso espiritual. Eso es vivir de lo que el cuerpo te pide, de lo que el espíritu te pide cuando el espíritu es bueno, de la vida buena.
Nos has invitado a caminar en esa esperanza, con todas sus dificultades y sin mojigaterías, pero advirtiendo un camino que está ahí y que en buena medida es necesario para construir ese mundo que Jesús contribuyó a que fuera surgiendo.
Con esa alegría y con esa voluntad de que las cosas cambien también entre los que sufren esa crisis de la Palestina del siglo I en la Europa del sXXI.
«Invitación a la esperanza» que publica Herder. No se lo pierdan, es un libro delicioso que se lee con mucha facilidad. Es complicado que un teólogo escriba de una forma que la gente normal pueda entender.
Yo soy incapaz de escribir complicado, y eso lo tengo como limitación. Yo no quiero hacer teología académica, no me interesa. Ahora menos todavía porque ya no estoy en la docencia, que te obliga siempre a ese esfuerzo. Y siempre dije a mis alumnos que para hacer buena teología hay que leer mucha ciencia y mucha literatura y estar al tanto. Y leer mucho mucho menos sobre la teología de los «versados en teología»: teología de libros, de manuales. Porque entonces, la teología se retroalimenta y vive dando vueltas y vueltas a las mismas cuestiones. Esto se rompe aspirando el aire del entorno, que es el espíritu.
Otro día si te parece hablaremos del estado de la Teología porque eso daría para otra entrevista. Muchas gracias por acompañarnos y por escribir «Invitación a la esperanza».
Aprovecho para agradecerlo. La invitación a escribir este libro me vino de José Manuel Vidal y de Religión Digital. Yo lo tomé como carga y lo hice, y después lo ha publicado Herder. Pero la primera intención y el primer proyecto nacieron aquí.
Gracias por hacerlo y por estar aquí, que ya tocaba
Ha sido un placer, Jesus.