Ángel Manuel Sánchez

El fin de la Posmodernidad

"Deslumbra tan sólo con emociones, con juegos de luz y artificio"

El fin de la Posmodernidad
Ángel Manuel Sanchez

Por primera vez la Modernidad nos ha frustrado en sus certezas, y estamos obligados a buscar en otra parte

(Ángel Manuel Sánchez).- En los años 90, cayó en mis manos, siendo adolescente, una monografía titulada El Hombre Light del psiquiatra Enrique Rojas. En ella supe que vivía en una cultura llamada Posmodernidad, y que vivía en una sociedad impregnada de valores materialistas.

Después de casi más de 25 años, creo que la Posmodernidad ha llegado a su ocaso, y ya no irradia la energía de antaño (ya no proporciona certezas). Deslumbra tan sólo con emociones, con juegos de luz y artificio.

No estamos en una Era de la Razón, estamos en la Era de las Emociones, y aquí la religión juega un importante papel (especialmente en Oriente), donde no ignoran la Posmodernidad de Occidente, y detectan nuestras debilidades.

Si observamos bien, la publicidad, los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, incluso las relaciones personales se miden y gradúan por su nivel de emociones.

El nacimiento de la Modernidad.

El astro MODERNIDAD en el siglo XIX creó tantas rupturas como expectativas. No apareció de la nada, hay que encontrar sus orígenes en el Renacimiento.

Ruptura porque quebraba la cultura rural y religiosa de una población que emigra a la ciudad para mejorar su calidad de vida, empleándose en industrias, primero, y servicios después. Para mí éste es el mayor factor de descristianización de la sociedad.

La autoridad se transfiere del cura y la pequeña comunidad a la masa urbana impersonal y sus voceros (partidos políticos y medios de comunicación).

Expectativas, porque una nueva fe, el PROGRESO, es adoptada por las estructuras de poder, Estado y Capital, creando ínfulas de optimismo infinito en quienes pasan de estar sometidos a al paso de las estaciones y al resultado de las cosechas, al desarrollo tecnológico y a las promesas de prosperidad material.

Así se llega, en una carrera loca por hacerse con el control en origen de las materias primas (colonialismo) con entusiasmado ánimo de abordar la vida sin Dios (nihilismo), a la Primera Guerra Mundial, que poco pudo frustrar ambos sinos, porque apenas pasó de las trincheras pese a sacrificar a valiosas generaciones de jóvenes.

El cénit de la Modernidad.

Se produce en los años 20 y 30 y comienza a decaer con ocasión de la espantosa II Guerra Mundial, donde luchan dos aberrantes herederos irracionales y violentos, el FASCISMO, heredero del nihilismo y, el MARXISMO del materialismo filosófico, y que arrastran en su lucha por la supremacía o supervivencia, según se mire, al materialismo nihilista amable, al LIBERALISMO.

Con ella acabó la Modernidad y se pasó a la Posmodernidad.

Esta guerra sí traspasó las trincheras, y lo que vino después (años 50 y 60), fue la época del EXISTENCIALISMO, del desencanto y la decepción, pero también del INTIMISMO, y por ello de un cierto renacer espiritual y religioso. Simultáneamente su pesimismo se fundaba y no poco, en el conflicto no concluido de la guerra anterior, con una guerra tensa y contenida entre sus dos supervivientes (dos materialismos yuxtapuestos, el del Estado y el del Mercado), ambos dotados de armamento nuclear.

Con el derrumbe del marxismo, por su incapacidad de satisfacer las expectativas de consumo y libertades de sus súbditos, por fin queda un único superviviente: la poderosa Economía de Mercado con su omnímoda CULTURA DE CONSUMO. Para sobrevivir el liberalismo tuvo que adaptarse y transformarse, en socialdemocracia. El estado social de Bienestar, que es su obra, ésta hoy está quebrada por los excesos tanto del capitalismo como del corporativismo social.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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