El Papa pone en el centro a los descartados, a los tirados en la cuneta de la vida y de la Histori
(José M. Vidal).- En las tablas de la Ley que Yhavé entrega a Moisés en el monte Sinaí está escrito: «No tomarás el nombre de Dios en vano». El segundo mandamiento le ha servido al Papa para nuclear sus mensajes al pueblo de Kenia (de África y de todo el mundo) en el segundo día de su visita al corazón del continente africano.
Porque justificar el terrorismo y la violencia en nombre de Dios es tomar el nombre de Dios en vano. Lo volvió a repetir Francisco ante los líderes religiosos de Kenia, entre ellos los imanes más prestigiosos del país. Allí, ante los representantes de Dios o de los diversos dioses, el Papa les advirtió de que «con demasiada frecuencia se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades».
No es que se radicalicen por ellos mismo, sino que se les radicaliza. Y la culpa -vino a decir el Papa implícitamente- es, por lo tanto, de los líderes religiosos que incuban en las nuevas generaciones falsas ideas, herejías que atentan contra los sagrados principios de todas las religiones y contra su esencia más íntima.
Porque, para todas ellas, «el Dios que buscamos servir es un Dios de la paz». Y, como es lógico, sus clérigos y sus imanes deben ser «profetas de paz, constructores de paz que invitan a otros a vivir en paz, armonía y respeto mutuo». Un no evidente a los imanes que predican soflamas yihadistas.
Contra el machismo africano
El terror en nombre de Dios es una blasfemia que, además, mata. Pero también se toma el nombre de Dios en vano, cuando no se respeta la dignidad de la persona o cuando se construye, sobre los cimientos de la religión, una sociedad no inclusiva. Y, desde ese principio, Francisco fustigó el machismo africano que «hiere o degrada a la mujer». La mujer africana, pilar de la familia y de la sociedad por un lado y, por el otro, tan marginada e invisible en los puestos de responsabilidad.
Tomar el nombre de Dios en vano es también sembrar discriminación, que conduce al «valle de las sombras de muerte», como canta el salmista. Y porque, como dijo Francisco, «el prejuicio y la discriminación no son cosas de Dios». Y en África, sigue habiendo discriminación por raza, tribu o, incluso, por religión.
Tomar el nombre de Dios en vano es también no oponerse al «avance de nuevos desiertos creados por la cultura del materialismo y de la indiferencia hacia los demás». La cultura del descarte. De ahí que el Papa invite a todos los keniatas, especialmente a los más jóvenes, a «construir una sociedad que sea cada vez más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad humana». Como siempre, el Papa pone en el centro a los descartados, a los tirados en la cuneta de la vida y de la Historia.
Ésta es, según el Pontífice, la misión de cualquier creyente y, lógicamente, de los católicos, llamados a ser «canales de la misericordia de Dios». Y, por eso, Francisco quiere una Iglesia hospital de campaña, «una casa que sea hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y respeto mutuo». Sin tomar nunca el nombre de Dios en vano.