En un mundo donde se privilegia la autonomía, la libertad, el negocio, el dinero, la producción también se observa destellos de trascendencia como es el agradecimiento. El agradecimiento es como la "sonrisa" del corazón
(Lucio Nontol, TOR).- El 26 de noviembre es fiesta nacional en los Estados Unidos, conocida con el nombre de Thanksgiving (día de acción de gracias), donde las familias se reúnen, los amigos se visitan y comparten la comida tradicional de cada país y el típico pavo asado u horneado propio de esta fiesta, por eso, algunos también la llaman fiesta del pavo.
Sus orígenes se remontan al año 1621, año en que se «empezó» a dar gracias con motivo de las cosechas abundantes y el encuentro intercultural entre nativos americanos e inmigrantes procedentes de Europa. Paulatinamente se fue haciendo una costumbre hasta que uno de los presidentes de los Estados Unidos la declaró fiesta nacional.
Actualmente es una fiesta muy variada: algunos aprovechan para visitar amigos y estar en familia, otros aprovechan para sacar provecho y promover negocios y otros para descansar. Resulta curioso este día porque se entremezclan muchas sensaciones, abre paso al Black Friday (viernes de ofertas), filas inmensas de gente que desean comprar algún producto porque todo se pone casi a mitad de precio y sin impuestos y, al mismo tiempo, invita a la reflexión.
En un mundo donde se privilegia la autonomía, la libertad, el negocio, el dinero, la producción también se observa destellos de trascendencia como es el agradecimiento. El agradecimiento es como la «sonrisa» del corazón. Nos hace conscientes de nuestra dependencia de los demás e ir más allá de aquella sentencia tan propia de esta sociedad: «se gana lo que se merece».
Si el sistema imperante en la sociedad nos hace maximizar nuestras necesidades, nuestro egoísmo, el agradecimiento sintoniza con la «lógica» del regalo, la donación, lo que no se merece. Nos conduce hacia una actitud de agradecimiento incluso con personas que nos hacen favores y no nos sirven de nada.
Es muy bueno que los Estados Unidos haya establecido un día al año para dar gracias. Y es doblemente importante que la mayoría de ciudadanos asume que este día también es para dar gracias a Dios. Así lo han vivido en muchas parroquias porque intuyen que la manifestación esencial del culto cristiano se llama acción de gracias, Eucaristía.
Sin embargo, a veces se puede caer en reduccionismos que consisten en identificar este día como único para dar gracias y creernos mejores de lo que somos en realidad y no advertir los dones que Dios nos otorga en todo momento. La acción de gracias no es estática, exige un dinamismo que hace del agradecimiento una virtud que ayuda a llevar una vida más agradable, más abierta al cambio y a lo mejor, y sobre todo más abierta a la trascendencia. Thanksgiving podría convertirse en un impulso que ayuda a una convivencia más pacífica, más humana y más cristiana.