Víctor Márquez Pailos

Lo que nos hace personas

"Cabe interrogarse sobre la alteridad como problema"

Lo que nos hace personas
Víctor Márquez, columnista

Más allá de la naturaleza, el ser humano es el interlocutor de un diálogo transcendental con alguien que le hace persona gracias a este mismo diálogo

(Víctor Márquez Pailos).- ¿En qué consiste ser persona? Ser persona no es una manera de ser, otra entre las múltiples, innumerables, que conoce ya el mundo. Persona es relación. Sería impensable, por inhumana, una persona aislada, sin relación con ninguna otra. No hay una vocación de solitario, una llamada a perderse en el desierto. Ni la hay de multitud, a ser uno más, perdido en el fondo de la colectividad anónima.

Hay tantas vocaciones como personas, lo que vale tanto como decir que cada persona es única, irrepetible, inefable. Cada persona es, en célebre sentencia de Zubiri, «la manera finita de ser Dios». Pero, más que «uno sin segundo», como invoca a Dios la filosofía en su gozosa confluencia con la mística, cada uno, cada cual, cada persona, es otro, otro respecto de uno. Y, si ser persona consiste en ser otro y no, más bien, parte de uno mismo -la idea que cada uno se hace de los demás o ellos de nosotros-, la alteridad es, entonces, un problema.

Está lejos, en efecto, de ser evidente que haya personas, otros de verdad, y cabe, pues, interrogarse sobre la alteridad como problema. Cabe creer que Dios existe y dudar, al mismo tiempo, de que exista realmente otro como yo, como yo y diferente de mí. Cabe hacerse una hermosa idea de Dios y una pobre idea del otro, del hombre mortal.

La manera más cómoda de situarse ante un problema es, como todo el mundo sabe, no planteárselo. Así, la persona humana, el ser humano, sería parte de la naturaleza, una especie particularmente evolucionada dentro del reino animal. Y, en tanto que parte de la naturaleza, lo sería también, como es natural, de la sociedad humana y de la historia. Pero, si nos planteamos el problema en su radicalidad, si nos preguntamos qué nos hace personas y no ya, como vienen haciendo los antropólogos, qué nos ha hecho humanos, entonces será posible replantearnos la cuestión en términos propiamente personales, esto es, no ya en términos de qué sino de quién: ¿quién es aquel respecto del cual cada uno de nosotros es otro, uno mismo y no ya la idea que otro se haga de mí?, o bien, ¿respecto de quién es otro él mismo y no ya la idea que yo me haga de él?

La dificultad con la que tropiezan, a cada paso, las relaciones humanas, la enorme complejidad del convivir, no parece haber encontrado, hasta ahora, vías de solución dentro de las propias relaciones humanas. Y digo «hasta ahora» porque plantearse el problema no es lo mismo que no planteárselo, es un gesto de esperanza en la posibilidad de encontrar un día algún tipo de respuesta. Hasta ahora nuestros conocimientos nos han permitido descubrir cómo es el otro, cómo somos los seres humanos, cuáles son las notas o propiedades de nuestro comportamiento específicamente humano. Un nuevo impulso para las ciencias del hombre puede venir, sin embargo, de la pregunta acerca de quiénes somos, más allá de nuestras respuestas a la pregunta de cómo somos.

Tal es la propuesta cabal de la fe cristiana, pensada por filósofos personalistas de la talla de Maurice Nédoncelle y analizada recientemente por uno de sus expositores más autorizados, el profesor Juan Fernando Sellés, en su libro La antropología transcendental de Maurice Nédoncelle (Madrid, Ápeiron ediciones, 2015). Más allá de la naturaleza, el ser humano es el interlocutor de un diálogo transcendental con alguien que le hace persona gracias a este mismo diálogo, siempre abierto entre aquellos seres humanos que se tratan unos a otros como personas y no ya como meros depositarios o desposeídos de cualidades o recursos capaces de suscitar algún tipo de interés en cuantos se relacionen con ellos.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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