El honor que entraña el ser cardenal y Arzobispo de Valencia sólo puede ser para gloria de Dios
(Jose Luis Ferrando, biblista).- Una carta pastoral, probablemente, no es el género literario más adecuado para conocer de cerca al obispo que la redacta. Generalmente los prelados plasman sus ideas e iniciativas en torno a un tema, sin mucho espacio para proyectarse personalmente.
No es el caso de Cañizares, en su última carta pastoral: «Proseguir el camino con la mirada puesta en Jesucristo». Leyéndola atentamente se descubren algunas confesiones personales, salidas con toda certeza de su puño y letra.
Subrayaremos algunas de ellas muy significativas: «Trascurridos estos doce meses iniciales, mi acción de gracias a la misericordia de Dios se ensancha todavía más, si cabe, que en aquellos primeros momentos. He empezado a ver y palpar vuestra realidad, a conoceros más y mejor, a saber más de vosotros, a sentirme cada día más entrañado en vuestra vida». Se adivina un tono afectivo y de cercanía, que hunde sus raíces en la «misericordia» de Dios. Un deseo profundo.
Y continúa casi en una conversación de tú a tú: «Han sido meses intensos. Apenas si he parado. La verdad es que me sentía urgido a meterme de lleno en la diócesis y ser uno de vosotros con vosotros, y entregarme así a todos como vuestro servidor y Pastor….Cómo me hubiese gustado hablar personal y sosegadamente con todos y cada uno de los sacerdotes, mis hermanos muy queridos, y conoceros en ese trato de tú a tú, y haber visitado todas las parroquias y comunidades de nuestra extensa diócesis!».
No estamos acostumbrados a ese tono, en muchos purpurados, que marcan distancias desde el primer momento. Y sigue una hermosa confesión de humildad muy paulina: «No ha sido así; seguramente no ha sido posible o no me he ordenado adecuadamente. Da lo mismo; la verdad es que lo siento y que os llevo a todos dentro de mí compartiendo vuestros gozos y esperanzas, vuestros sufrimientos e inquietudes. Como, sin duda, también lo sentís vosotros. Algunos, tal vez, hasta pueden sentirse defraudados por ello. Perdonadme, si así fuera; ya veis que tenéis un Obispo limitado y débil. Así se ve mejor que es Dios quien lleva a la Iglesia, y que Él nos da fuerza y actúa en nuestra debilidad».
Todavía va mas lejos un poco más adelante: «Perdonadme todos también porque, probablemente, no he sabido responder, o, sencillamente, no he respondido a las expectativas que quizá os habíais forjado sobre mi persona, tan sujeta a desaciertos y omisiones, fallos, errores, lentitudes, y pecados incluso, en el ejercicio de mi ministerio.». No suenan, por innecesarias, a palabras y frases estereotipadas…
Muy en la línea del Papa Francisco afirma que «La tentación mundana es una enfermedad mortal. En la Iglesia no existe promoción humana, sino solamente la imitación del Hijo de Dios. Las satisfacciones de los salones eclesiásticos no son más que falsos oropeles. Con razón suele recordar (el Papa) Francisco «la mundanidad de Satanás»….Si lo referimos todo a Él, tenemos la humildad garantizada. El honor que entraña el ser cardenal y Arzobispo de Valencia sólo puede ser para gloria de Dios». Estas palabras reflejan su paso por la urbe romana. Esta ya de vuelta de todo eso de la «urbi». Se siente libre de las cosas que esclavizan a muchos. En estos momentos, su dedicación y preocupación fundamental es la Diócesis Valentina.
Me parecía importante ofrecer otra mirada sobre este hombre, cuya imagen muchas veces ha sido distorsionada en los medios. Sus mismas palabras le definen. Muchos no tuvieron en cuenta, en su momento, su capacidad de pedir perdón al abrir la espita a una hermenéutica terrible; y su voluntad de perdonar a los que fueron más allá de las interpretaciones, linchando al mensajero.
La Carta Pastoral la dejo para los que la quieran leer y meditar. Esta vez era el turno de la persona. Un hombre tan recio y sobrio como esa tierra de vino y ventisca de la Valencia castellana, su patria natal.