Si el actuar de Dios es de esta manera, a nosotros como creyentes nos toca "entrar" en el caos, en el desorden, en el desconcierto del otro, de uno mismo, de una sociedad. Eso también es Navidad. Feliz Navidad
(Lucio Nontol, TOR).- Es impresionante e indescriptible las innumerables luces y decoraciones que adoran las calles y las casas de New York. Se observa alegría y entusiasmo en quienes con tanto esmero y dedicación preparan sus hogares para celebrar la Navidad.
El árbol navideño en Rockefeller Center, los adornos luminosos y llamativos de los distintos negocios durante estas fiestas, entre otras muchas cosas, hacen de esta temporada un regalo para los visitantes y para los mismos newyorkinos. No es para menos. Se trata de uno de los días más importantes para la Iglesia.
Es la fiesta de la Encarnación, Dios se hace carne. Dios elige hacerse uno de nosotros, Emmanuel. Sin embargo, en un contexto tan sobrado de bienes materiales, de derroche de energía, de dinero, de regalos, etcétera, pareciera «anti-evangélico» afirmar que Dios elige hacer su morada en este ambiente.
Pese a que el consumismo, la proclamación de libertad sin límites y la autonomía tan proclamada en todos los ámbitos, resulten imperantes y operantes con más ahínco en este tiempo, los newyorkinos intuyen que lo importante reside en otro lugar.
Se observa, al menos, en dos sectores:
1. En los estrenos cinematográficos de esta temporada, por ejemplo la película Star Wars: The Force Awakens (El despertar de la fuerza), donde una de las problemáticas que se presentan es que la galaxia no ha podido acabar con la fuerza y la opresión y hace falta considerar el código de los Jedi que entienden que la fuerza reside más allá de la luz y la oscuridad, que el conocimiento difiere de la sabiduría y ésta a su vez otorga un poder «ilimitado» manifestado en expresiones tales como: «No hay emoción; hay paz. No hay ignorancia; hay conocimiento. No hay pasión; existe la serenidad. No existe la muerte; ella es la fuerza». De alguna manera revela la espera de un salvador.
2. En los anuncios que a través de todos los medios posibles las Iglesias nos recuerdan que cada «Eucaristía es Navidad»; el pan y el vino se transforman en Cuerpo y Sangre de Cristo y, en cierto sentido Él nace de nuevo en el altar. La explicación que las Iglesias realizan de todos símbolos navideños, del intercambio de regalos como una cierta manera de «honrar» a Dios por regalo de su único Hijo al mundo y los recursos web que la Conferencia Episcopal de Obispos ofrece para esta temporada navideña en su página web: bendiciones, reflexiones, oraciones, etcétera.
Agreguemos a toda esta descripción una brevísima reflexión que nos puede ayudar a vivir la Navidad más allá de todo contexto y toda situación: «En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era caos y confusión». (Gn 1, 1ss.). Dios trae orden en el caos del universo. En la encarnación, en la Navidad, Dios entra en el caos de la existencia humana «curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo», (Mt 4, 23). Si el actuar de Dios es de esta manera, a nosotros como creyentes nos toca «entrar» en el caos, en el desorden, en el desconcierto del otro, de uno mismo, de una sociedad. Eso también es Navidad. Feliz Navidad.