P. Cebrià era consciente de la necesidad de la Iglesia de ser una hogar abierto a todos, sobre todo a los que sufren, para mostrar así la misericordia de un Dios que es Padre
(Josep Miquel Bausset).- Sensible, coherente y atento, amable y afable, sencillo, humilde y lleno de ternura, el pasado día 5 P. Cebrià Pifarré dejó este mundo para ir al encuentro del Dios que desde siempre lo amó y que de joven lo llamó a la vida monástica.
Nacido en Barcelona el 16 de abril de 1940 en el seno de una familia cristiana con quince hijos, Ignasi Pifarré (que era su nombre civil) entró en el Seminario Menor de la Conreria el 1951 y en el Seminario Mayor el 1956, donde permaneció hasta que ingresó en Montserrat el 1958. Hizo la profesión temporal como monje el 6 de agosto de 1959, la solemne el 15 de agosto de 1962 y fue ordenado presbítero el 29 de junio de 1965. Licenciado en Teología por el Pontificio Ateneo San Anselmo de Roma, obtuvo el grado de doctor con una tesis sobre la Cristología de Arnobio el Joven, un autor latino del siglo V.
El P. Cebrià Pifarré, que fue maestro de novicios de Montserrat de 1972 a 1980, tuvo una gran irradiación pastoral, ya que supo acoger a una multitud de jóvenes en las llamadas «convivencias», para compartir la fe con chicos y chicas adolescentes que pasaban uno o dos días en nuestra hospedería, y también en los Encuentros de Jóvenes de Santa Cecilia.
Del 1980 al 1982, el P. Cebrià estuvo en el Instituto Ecuménico de Tantur, en Jerusalén, donde hizo la experiencia del ecumenismo y donde descubrió la gran riqueza las liturgias orientales, tan desconocidas en la Iglesia latina. También estuvo un tiempo, de 1990 a 1993 en el monasterio benedictino de Samos, como maestro de novicios y luego, en Montserrat, fue ayudante del P. Abad Cassià, que era el maestro de novicios.
En Montserrat hizo clases de teología dogmática y de liturgia, y su docencia también se extendió en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, en la Facultad de Teología de Catalunya, en el Instituto de Teología Espiritual y en otros centros. Por otra parte, con discreción, sencillez y sabiduría, el P. Cebrià acompañó espiritualmente numerosas personas, tanto por medio de los ejercicios espirituales, como también por un contacto personal. Colaboró en el programa de Ràdio Estel, conducido por Rosa Deulofeu, «Mar de Claror». Sus conferencias y retiros, como tarea pastoral, y su reflexión teológica plasmada en las obras que escribió, sobre todo en el libro «Literatura Cristiana Antigua», estaban empapadas, como dijo el P. Abad Josep Mª Soler en el funeral del P. Cebrià, «en la oración y en la vida de monje».
Sensibilizado con los pobres y los sencillos, con la ecología y la liturgia, y atento a todos los que sufrían, el P. Cebrià era consciente de la necesidad de la Iglesia de ser una hogar abierto a todos, sobre todo a los que sufren, para mostrar así la misericordia de un Dios que es Padre. Y por eso declaraba en una entrevista a la prensa: «el Reino de Dios es la comunión con los pobres».
Fiel a Dios y testigo de la alegría del Evangelio, el P. Cebrià, como dice una canción del cantautor Raimon, mostraba «la bondad en la cara«, y con «los labios dibujando una sonrisa», y con su sencillez de corazón, transmitía a todos los que se le acercaban, la gran misericordia de un Dios que es Padre y que ama a los hombres con pasión.