Este libro, «El nombre de Dios es Misericordia», es el fruto de una conversación que comenzó en la salita de su vivienda, en la Casa Santa Marta en el Vaticano, durante una tarde caliente del mes de julio del año pasado
(Andrea Tornielli).- El 13 de marzo de 2015, mientras escuchaba la homilía de la liturgia penitencial al final de la que Papa Francisco estaba por anunciar el Año Santo extraordinario, pensé: «Sería bonito poder hacerle algunas preguntas sobre los temas de la misericordia y del perdón, para profundizar lo que significaban esas palabras para él, como hombre y como sacerdote».
Sin la preocupación de obtener frases clamorosas que alimentaran el debate mediático que surgió alrededor del Sínodo sobre la familia, que a menudo fue reducido a un «derby» entre aficionados enfrentados.
Me gustaba la idea de una entrevista en la que surgiera el corazón de Francisco, su mirada. Un texto que dejara abiertas las puertas, en un tiempo como el jubilar, durante el que la Iglesia pretende mostrar de manera particular, y con mayor significado, su rostro de misericordia. El Papa aceptó la propuesta. Este libro, «El nombre de Dios es Misericordia», es el fruto de una conversación que comenzó en la salita de su vivienda, en la Casa Santa Marta en el Vaticano, durante una tarde caliente del mes de julio del año pasado, a pocos días de que regresara del viaje a Ecuador, Bolivia y Paraguay.
Le había enviado poco tiempo antes una lista de argumentos y de preguntas de las que me habría gustado hablar. Me presenté en Santa Marta con tres grabadoras: dos digitales y uno con lo viejos cassettes.
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