José Moreno Losada

Detalles de pastor del arzobispo Morga

Dispuesto a descubrir la diócesis desde todos los lugares y todas sus periferias

Detalles de pastor del arzobispo Morga
José Moreno, columnista

Nuestro arzobispo está contento y disfrutando de su quehacer pastoral, se está dejando tocar por la realidad y abierto a ella

(José Moreno, sacerdote).- Es cierto que no es lo mismo predicar que dar trigo, pero cuando vemos semillas buenas es para alegrarse y hacerlas notar, porque seguro que de ahí saldrán buenas espigas y buen pan para partir y compartir. Digo esto a colación de todo lo que está queriendo ser este año eclesial de la misericordia. Son muchas las palabras, reflexiones y discursos que se están haciendo en torno a este tema, cosa que debería ser normal porque se trata de la clave transversal del quehacer teológico programado en las bienaventuranzas, aunque el año no estuviera dedicado a ello.

Así lo ha proclamado el papa Francisco al hablarnos de que el nombre auténtico de Dios es el de la misericordia, como su rostro. Pero es bueno destacar los hechos concretos que se presentan como signos discretos y callados, a la vez que auténticos y profundos que caminan en esa dirección de hacer normal lo más central e importante de la misión. En este sentido quiero recoger pequeños signos que para mí están siendo significativos y cercanos.

En estos días recibía una llamada telefónica de mi arzobispo, Celso Morga, pensé que sería alguna cuestión de organización respecto a mi trabajo pastoral, pero no, su llamada era para interesarse por mi salud, mi ánimo, mis cuidados personales. Es decir, que le interesa y le importa cómo pueda estar yo y cómo me van las cosas. La verdad que me alegró y me satisface cuando otros compañeros me hablan de que es algo habitual y natural en él, porque a ellos también les ha llamado. Esta naturalidad nos favorece a todos y crea un buen clima de confianza y ánimo general.

En la conversación me comentó que acababa de estar por el barrio de los Colorines, zona muy marginal de nuestra ciudad. Había estado allí sin más preparativos, ni componendas, echando una mañana de visita y encuentro con la realidad y las personas que por allí viven, sienten, sufren, buscan…Visitó los proyectos de Cáritas, los talleres de formación personal de mujeres, jóvenes; más que hablarles, les escuchó en todo lo que quisieron compartir con él.

Entró en casas de gente que, desde la calle, le invitaron a visitar, la de una mujer de etnia gitana que se lo pidió diciéndole que era pobre pero muy limpia. Allí vio como en una casita viven nueve personas, que le han retirado la renta básica porque venden frutas ilegalmente en las calles, y él, atónito, veía la realidad en directo como hacía Jesús de Nazaret, como hace Vicente -el sacerdote que le acompañaba- a diario en esa barriada de dolor y sufrimiento, junto a todos los que colaboran en esa parroquia y en esos proyectos. Me confesó que le había impactado la realidad de la pobreza y el sufrimiento de ese barrio, hablamos de cómo esa realidad circunda a toda la ciudad como una corona de espinas, como le llamaba el arzobispo emérito Antonio Montero.

Le mostré agradecimiento por todos esos gestos, que con motivo del año de la misericordia, está realizando en peregrinación callada y sencilla a los lugares de dolor y periferia. Sé que ha estado en el centro hermano dedicado a los transeúntes, en los comedores sociales de la ciudad, y que tiene previsto seguir con toda una serie peregrinaciones de este tipo. Y él se mostró contento de todas las iniciativas que se están desarrollando con este espíritu en nuestra diócesis, tanto desde las parroquias y los sacerdotes, como de laicos y personas comprometidas que están apostando por favorecer las entrañas de misericordia que deben ser el centro de toda nuestra doctrina, nuestras normas, nuestros cultos, nuestros bienes.

Este tono vital y de gestos nos llaman a interpelarnos a todo el presbiterio, a mí me provocan y lo agradezco, porque por ahí ha de venir mi renovación, la de todos. De broma le decía que si había crisis a los sesenta, porque me voy acercando a ellos y se reía diciéndome que a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta… y que había que estar vigilantes. Él, de alguna manera, está vigilante y dispuesto a descubrir la diócesis desde todos los lugares y todas sus periferias, buen estilo y buen corazón.

Recuerdo que en la felicitación de la Navidad, nos contaba cómo el papa le había dicho, al destinarle como pastor nuestro, que iba a disfrutar más que detrás de aquella mesa y esos papeles. Confesó allí, que era verdad que el año que llevaba con nosotros había sido de gozo y buen ánimo, con sensaciones nuevas. La conversación telefónica me reafirmaba en esta sensación tan agradable: nuestro arzobispo está contento y disfrutando de su quehacer pastoral, se está dejando tocar por la realidad y abierto a ella, quiere a los sacerdotes y se preocupa, pero al mismo tiempo quiere abrir sus entrañas a los que son más pobres y sufren, esto no puede ser otra cosa que felicitante para él y para nosotros. Sé que lo demás vendrá por añadidura y se me ocurre una invocación sencilla: Oscar Romero, ruega por nosotros.

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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