La escucha es una forma de evitar la alienación existencial
(Juan P. Espinosa Arce).- Introducción. El pasado 26 de Enero se dio a conocer a toda la Iglesia el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del Año Jubilar. En el documento titulado «Misericordia quiero y no sacrificio’ (Mt 9,13): Las obras de misericordia en el camino jubilar», Francisco estructura su propuesta de itinerario cuaresmal en consonancia a la Misericordia, experiencia personal y eclesial a la que estamos invitados durante este 2016. El propósito de ésta columna es proponer algunas pistas de lectura de este mensaje de manera, esto a modo de pre-texto, es decir, como el inicio de un proceso de reflexión en torno a la palabra del Papa latinoamericano. El mensaje de Cuaresma se divide en tres apartados: 1) María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada; 2) La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia; 3) Las obras de la misericordia.
1. Importancia de una «teología de la escucha»
En el mensaje de Cuaresma encontramos que Francisco le otorga a la actitud de la escucha un lugar de importancia. Así el Papa presenta los conceptos de: escucha, escuchar y escuchen. Son siete menciones en total: «escuchar la Palabra de Dios», «primacía de la escucha orante de la Palabra, sobre todo de la palabra profética», «escucha perfecta de Dios», «escuchar de distintas maneras el primer anuncio», «la escucha como forma de evitar la alienación existencial», la mención del texto de Lázaro y el rico y el pasaje de Lucas «tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen» (Lc 16,29) y finalmente «la escucha activa» como actitud pascual y escatológica.
Para el pensamiento y la reflexión bíblica, la intervención de Dios en la historia, la revelación, acontece como un proceso de escucha de su Palabra y de la respuesta a ella mediante la fe como don de la gracia. Entre estas experiencias de escucha se ubica la del profeta, del hombre y la mujer que está llenos del Espíritu de Dios, que anuncian la Palabra de Dios y denuncian todo aquello que va contra esa palabra liberadora, especialmente los abusos cometidos contra los huérfanos, los extranjeros o las viudas. El profeta y su experiencia tiene un lugar de importancia en el mensaje cuaresmal. Para comprender un poco más la teología de la escucha desde la misión profética, leeremos un texto de Isaías correspondiente al Tercer Canto del Siervo de Yahvé: «El Señor Dios me ha dado lengua de discípulo, para que Yo sepa sostener con una palabra al fatigado. Mañana tras mañana me despierta, despierta mi oído para escuchar como los discípulos» (Is 50,4)
La figura del profeta, emisario de Dios en medio del pueblo, representa el verdadero prototipo de servicio. Servicio que se basa en dos acciones fundamentales. La primera es la capacidad profética de «sostener con la palabra al fatigado». Para poder confortar, el verdadero discípulo debe saber lo que es el dolor. Nuestra sociedad ha impuesto un rechazo generalizado al tema del sufrimiento. Se pasa por alto, se evita. Pero en cambio, el que quiere ser «siervo», debe someterse, abajarse, salir de su metro cuadrado y compartir la suerte de las masas sufrientes.
La segunda actitud, y la que nos interesa, es la acción de Dios a favor de que su siervo preste oído a sus palabras. Desde el momento en que Dios nos interpela, debemos establecer una capacidad de sano discernimiento. El «oído despierto», denota un claro signo de fidelidad. Es poner nuestra atención en la revelación, en el signo que estamos presenciando. Quizás será sutil o velado, pero aun así debemos tener la voluntad de prestar nuestra obediencia al plan de liberación y de praxis de la buena nueva fundada en la misericordia. La sociedad actual nos va colocando en la contrapartida de la escucha. Permanecemos sordos ante la voz del Dios actuante, y no asociamos nuestra vida a su vida. Es la actitud que debemos mejorar y que Francisco la denuncia cuando habla de los totalitarismos de este siglo fundados en «las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar» (parágrafo 3). También se manifiestan en las esperanzas puestas en los «falsos modelos de desarrollo, en la idolatría del dinero que nos hace no mirar y reconocer a los pobres y volvernos indiferentes a su destino» (parágrafo 3).
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