Agustín Ortega

Fraternidad, unidad ecuménica e interreligiosa en un mundo injusto

"La Iglesia está al servicio del anuncio de esta filiación divina"

Fraternidad, unidad ecuménica e interreligiosa en un mundo injusto
Agustín Ortega

La gracia obra de modo invisible en todos los hombres de buena voluntad

(Agustín Ortega).- En este tiempo, se han sucedido varios acontecimientos de la fe que han tenido relevancia. Tales como la Semana por la Unidad de los Cristianos y el vídeo del Papa Francisco, sobre el diálogo y encuentro inter-religioso por la paz. Cada vez es más importante la formación y la conversión cristiana. Con una teología y educación en la fe cualificada, un sentir con el Evangelio e Iglesia. Y así evitar ideologizaciones, fundamentalismos e integrismos de todo tipo que deforman la fe, el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia.

Siguiendo la tradición y enseñanza de la fe en el Evangelio e Iglesia, tal como nos enseña hoy la teología más valiosa, el Papa Francisco nos ha recordado y mostrado que todos los seres humanos somos hijos e hijas de Dios. La fe nos muestra cómo Dios Padre, en Cristo y su Espíritu, ha creado, salvado y vivificado a toda la humanidad de todos los tiempos. El Dios Padre en su Hijo Eterno, Jesús con su Vida y Pascua nos ha regalado a toda persona su Gracia, el Don del Espíritu, que nos libera de todo pecado, mal e injusticia.

Como nos enseña el Concilio Vaticano II, «Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano y para poblar toda la haz de la tierra (Act 17,26), y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es, Dios mismo» (GS 24). Todavía más, nos sigue enseñando el Concilio, «el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre… lo ha asociado a su misterio pascual que configurados con la muerte de Cristo llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección. Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual» (GS 22).

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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