Nadie puede pensar que alguien quiere estar en un campo de refugiados, que es una cosa terrible. Allí llega la sociedad que está huyendo, y en esa sociedad hay gente de todo tipo. Y en esos campos hay violaciones de niñas, hay robos y hay abusos
(Jesús Bastante).- Soledad Suárez es la presidenta de Manos Unidas, una de las ONGD católicas más conocida del mundo, una de las buenas «marcas España», con casi 60 de existencia. «Plántale cara al hambre, siembra», es el lema de la 57 campaña contra el hambre. ¿Y qué plantar? Soledad lo tiene claro: «En España lo que tenemos que sembrar es solidaridad».
La 57 campaña es la primera de un trienio que os pondrá a las puertas del 60 aniversario. El lema: «Plántale cara al hambre, siembra». En la rueda de prensa nos entregasteis a los periodistas un maceta con semillas para simbolizar que todos somos responsables de sembrar para que haya alimentos y cuidados para todos.
Sobretodo para darnos cuenta de la importancia que tiene esa siembra pequeñita. De las oportunidades que tenemos que darles a los agricultores que están haciendo agricultura familiar, frente a las grandes corporaciones que se dedican a grandes terrenos y que están siendo responsables de mucho daño a la naturaleza. Nosotros siempre decimos, como nos ha dicho el papa Francisco, que cuando se hace daño a la Naturaleza se está haciendo daño a una persona. Siempre va unido.
Además este año, la campaña contra el hambre se une a este regalo que es la «Laudato si» del papa Francisco, que vincula la naturaleza y las desigualdades de los hombres.
Creo que es la primera vez que se contempla al hombre como un componente más de la naturaleza, inseparable de ella. En vez de ponerlo como encargado de cuidarla, usarla y aprovecharla con respeto, pero desde fuera. Por eso, todos los daños que se le hagan a la naturaleza, al final, van a repercutir negativamente en alguna persona.
Es un planteamiento muy novedoso, pero en el fondo está en el relato del Génesis. El hombre es uno de los eslabones de la creación.
Nosotros somos parte de esa naturaleza y tenemos que vivir en ella. Y lógicamente tenemos que cuidarla, como si fuéramos nosotros mismos.
Hay más de 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo. Una de cada nueve personas del planeta. Un mundo en el que un tercio de los alimentos que producimos se desperdicia.
Se produce el doble de los alimentos necesarios para que toda la población mundial pudiéramos comer. Muchas veces las personas ponen el foco del problema del hambre en que somos demasiados y no hay comida para todos y que lo que hay que hacer es controlar la natalidad. Las cifras desmienten este argumento.
De hecho China está dando marcha atrás en la política del hijo único.
Además de la intromisión en una parcela tan íntima y que ataca tanto a la libertad de las personas que supone. Pero hay que fijarse en las cifras de producción de alimentos, que es una de las causas. Porque el hambre tiene muchas: acaparamiento de tierras, el uso de alimentos como biocombustible, la especulación con los alimentos en los mercados financieros… Y otra en la que nosotros tenemos mucho que hacer, como es el desperdicio de comida que ya se ha comprado.
Según datos del Ministerio de Agricultura, en los hogares españoles se tiran 1.300 millones de kilos de comida al año. Lo que te da una idea de la poca importancia que le damos a la comida. La consideramos más como un placer que como algo indispensable. Nos olvidamos de que hay gente que podría comer con eso que tiramos.
Hay que gente que muere porque no tiene alimentos. Aunque la razón no es directa.
Las causas del hambre son muy diversas. Hay que atacar desde muchos frentes. Pero uno es el desperdicio de alimentos que tenemos en los países ricos. Eso es evidente.
¿Hoy es más factible que se pueda a acabar con el hambre que antes?
Indudablemente. Todos los que nos dedicamos a esto, gobiernos, instituciones, estamos consiguiendo disminuir los niveles de hambre. De hecho en 2008 eran 1000 millones de personas. El problema está en que hay determinadas zonas del mundo en las que no disminuye, e incluso podemos decir que aumenta. En el África Subsahariana, el Sudeste Asiático, en las poblaciones indígenas de América Latina. Y ahí es donde tenemos que ver qué está produciendo el aumento del hambre.
¿Tenéis alguna clave de por qué sucede?
Una cosa importantísima para favorecer que estas personas tengan acceso a la agricultura, es una buena política entre gobiernos. Que haya unos pactos entre gobiernos de países desarrollados y subdesarrollados o en vías de desarrollo que sean favorables.
Que haya algo más que el pago de deuda, una inversión.
Y que se respeten mucho más sus tierras. Que no se invadan esas tierras que se dedican al cultivo para hacer una extracción minera o petrolífera. O sembrar biocombustibles, que además, al final son energías que se van a consumir e los países ricos.
Me comentaron que China estaba comprando terrenos en África a cambio, por ejemplo de un estadio olímpico o de inyecciones económicas. Y al final se está cultivando esa tierra con un tipo de cultivo propio para China.
Y no sólo China. Hay muchos países que compran tierra en África o en América. Y hay países en América que venden tierra a otro país y ellos la compran en África. Es de locos. En el estudio que tenemos hecho sobre seguridad alimentaria, hay un capítulo dedicado al acaparamiento de tierras. Vemos en él unos mapas que señalan que EEUU compra tierras en Argentina, y Argentina se va a comprarlas a África. Estamos viviendo una política y unas situaciones de absoluta locura.
La colonización del cultivo que al final es la colonización del hambre.
Corea del Sur ha comprado enormes extensiones en Madagascar. Ellos tienen un problema de tierra a la hora de cultivar, y lo que hacen es llevar a Madagascar sus semillas y a su gente. De manera que cultivan esa tierra que han comprado, se llevan el producto, y en el país no queda absolutamente nada, ningún beneficio. Algo estamos haciendo mal. Y esa práctica es la que tenemos que denunciar. Nosotros pensamos que siempre hay que estar informado de lo que sucede para luego poder poder decirle a a tu gobierno: «no quiero que hagas esta política, quiero que hagas esta otra».
¿España también lo hace?
Sí. Compramos tierras, aunque en una proporción mucho más pequeña. No te lo puedo decir exactamente, pero creo que es en África. En una proporción mínima. No tanto el gobierno español como empresas españolas.
Hablas de los acuerdos entre países. Este año pasado se llegó al final de los famosos objetivos del milenio. Se han modificado por otros, que parecen bastante más optimistas en su cumplimiento que los objetivos del 2015.
Indudablemente los objetivos del 2000 de Desarrollo del Milenio, fueron una herramienta importantísima para luchar contra la pobreza. Lo fundamental fue que 189 países firmaron aquello.
Fue una toma de conciencia. Tuvieron muchos defectos, entre otras cosas porque estaban pensados desde los objetivos del Norte para ser ejecutados desde los países del Sur. Y eso no se puede hacer nunca en cooperación.
Es otro neocolonialismo de la solidaridad o como quieras llamarlo.
Claro. Y además es que tú no conoces las necesidades de esos países. Y con tus soluciones estás coartándoles su capacidad de trabajar. Algo que Manos Unidas no hace jamás. Nosotros esperamos a que ellos nos den la solución y luego trabajamos juntos. Porque a veces la solución que te proponen se puede mejorar, pero es la suya y ellos están priorizando sus necesidades. Y en estos objetivos de Desarrollo del Milenio el fallo fue ese. Otro fallo fue que no se contempló la sostenibilidad de la naturaleza. Se le han podido producir muchos daños intentando desarrollar estos países. Yo creo que el problema de los actuales es una excesiva complejidad. Porque otro de los fallos que tuvieron los anteriores fue que no fuimos capaces de hacer que la sociedad los asumiera como propios.
Eran demasiado concretos y ambiciosos.
Eran difíciles de explicar. Y nosotros no tuvimos la capacidad de que esos objetivos los asumiera la sociedad como propios y los reclamaran. Y estos objetivos de desarrollo sostenible son demasiado complejos y demasiados. Son 17. Hemos creado una agenda donde ha habido mucha más participación. Mucho más participados por los países del sur. También mucho más participados por la sociedad civil. Pero a cambio es más enrevesado. Y desde el punto de vista de las ONG’s son poco vinculantes. Pero siempre son herramientas y caminos para trabajar y para sensibilizar a la gente. Para que los que vivimos en países desarrollados no nos olvidemos de los otros.
Lleváis trabajando en muchos países casi seis décadas. Este último año habéis desarrollado 600 proyectos.
Lo que hemos hecho ha sido aprobar 600 proyectos. Pero los proyectos no son de un año. Duran más. Entre uno y tres años, y la mayoría dos años. A lo largo de un año podemos aprobar 600, pero tenemos abiertos 1.400.
¿En cuántos países estáis?
Trabajamos en 60. Pero en algunos de una manera muy simbólica. Por ejemplo, en Nepal, donde no trabajamos. Pero si algún socio nuestro que está en la India nos pide apoyo para un proyecto, le ayudamos. En Ghana ocurre lo mismo. En África trabajamos en Burundi, en Marruecos, en Kenia, Sudán, Etiopía, Camerún, Benin, Togo, en Congo…, de una manera muy continua. Luego tenemos otros países en los que trabajamos, pero menos, como Mauritania y en Argelia. En Somalia no nos dejan trabajar. Muchísimo en Madagascar y en Tanzania. Son 60 países, pero en algunos de una manera menos intensa.
Tú que tienes que viajar mucho a estos países por tu cargo. ¿Existe el riesgo de burocratizarse, o te sigues emocionando cuando ves esa realidad?
Como no trabajo de burócrata no me burocratizo nada.
Me refiero a llegar a un país, tener muchas reuniones y luego de vuelta al aeropuerto.
Esas cosas no son mi misión. Voy a enseñar proyectos, o a enseñar un convenio. Verdaderamente tocas tejido, te alegras con ellos. Pero los técnicos de proyectos de Manos Unidas que van al país, de burocracia tienen lo indispensable. Lo que más hacen es ver y tocar. Y luego controlar. Y para controlar necesitas la burocracia. Es indispensable porque tenemos que dar cuenta de todo lo que hacemos. Hasta cuando tenemos un fallo lo anotamos. En muchas ocasiones nos devuelven el dinero y en otras se pierde. Pero en un mínimo tanto por ciento. Y sabemos exactamente lo que ha sucedido. Cuando nuestro técnicos van a supervisar proyectos suelen ser viajes de entre quince y veinte días.
Yo me refería más a la emoción.
No, no te habitúas. El cariño con el que te reciben, las gracias que te dan. Que a mí siempre me avergüenzan, porque me agradecen y ellos son los que están allí dejándose la piel. Son nuestros socios locales que trabajan a pie en estas poblaciones. Es imposible perder la emoción.
Háblame de esas partes. Porque una de las cosas que definen vuestra actuación es que trabajáis donde hay unas necesidades con gente de allí, que trabaja en su propio proyecto.
Sí. En Manos Unidas esto lo estamos haciendo desde el principio en el que nos fundaron aquellas mujeres utópicas y fantásticas. La frase es la subsidiaridad. No hagas nada por el otro que el otro no pueda hacer por sí mismo. Tenemos una multitud de entidades, la mayoría de ellas de tipo religioso. Congregaciones de misioneros que están viviendo con la población como hermanos y detectando necesidades y posibles soluciones. Son tantos años los que llevamos con ellos que nos resultan de una fiabilidad total. Pero, en cualquier caso, cada organismo o cada socio local nuestro que nos pide un proyecto, tiene que venir avalado por una entidad independiente de él. Que también lo conoce y que da garantías de que esta persona puede realizar ese proyecto. Esto es muy importante porque nosotros no queremos que el proyecto dependa de una sola persona. Y si por ejemplo es una congregación religiosa, un agustino que está en una misión, y ese agustino por cualquier circunstancia se va, ese proyecto no se puede quedar tirado. Con lo cual ahí, el aval lo está dando el superior de la congregación. Se compromete a que si este agustino se va, va a haber otro. Y cuando son las Cáritas diocesanas, con las que trabajamos mucho, es el obispo el que avala a la congregación.
Los obispos en sus localidades son autoridades.
Y las conocen muy bien. En América por ejemplo tenemos muchísima asociación que no está ligada intrínsecamente a la Iglesia, pero que también viene avalada por la Iglesia o por instituciones que son para nosotros de garantía. Por regla general lo que sí suelen tener es un origen de la Iglesia católica, pero que después se han desligado y convertido en una asociación civil que orgánicamente no tiene nada que ver con la Iglesia. Aunque indudablemente comparten valores con ella.
El concepto de sembrar está absolutamente presente en la campaña de este año en todo. ¿En qué podemos sembrar?
En España en lo que tenemos que sembrar es en solidaridad. A los agricultores tenemos que sembrarles para facilitarles el acceso a la tierra. Para facilitarles semillas de buena calidad y agua. Con los gobiernos, Tenemos que sembrar diciéndoles cómo tienen que hacer las cosas. En los españoles tenemos que despertar el interés por esas personas que están viviendo en esas circunstancias. Lo que no se conoce, no se ama. Y nosotros tenemos que despertar el amor hacia estos hermanos nuestros. Y darnos cuenta de cuántas cosas podemos hacer cada día por ellos. Lo primero, modificar nuestro estilo de vida. No podemos consumir de la manera en que lo hacemos.
¿Hemos aprendido con la crisis a cambiar este modelo?
Yo creo que sí. Nuestra crisis nos ha hecho ver que esa riqueza que teníamos era ficticia. Y otra cosa muy importante, que es demostrarnos que tener más cosas no nos hace más felices. Que podemos ser más felices con menos. Y que también somos felices si nos acordamos del otro. Si conseguimos que el otro, que a veces está lejos y otras cerca, pueda vivir un poquito mejor. Y nosotros con nuestra campaña, queremos sembrar solidaridad. Cuando vayas a comprar, no te fijes en la estética de los alimentos.
La cantidad de alimentos «feos» que se tiran.
Y que el agricultor los tiene que tirar en origen. Que es otra barbaridad de comida la que se tira así. Esa especie de dictadura de la imagen a todos los niveles llega también a la comida, y es terrible. Hay que actuar desde nuestras casas. Cuando vienen mis nietos a comer a casa me dicen: «abuela, qué rico, ponme mucho» Y siempre les contesto: «piensa que te vas a comer todo lo que te ponga en el plato, porque no te voy a dejar que lo tires».
Abuela puñetera, entonces.
Abuela puñetera. Y entonces me miran y me dicen: «Bueno, repito luego». Así me gusta. Otro ejemplo es el de las caducidades, que a mí me hiere en el alma. Parece que poner la caducidad da más valor al producto. Hay muchas cosas que no necesitan caducidad, sino sentido común. Se puede poner una fecha recomendada.
Además, la utilización del lenguaje es importante. No es lo mismo una recomendación de consumo que una caducidad.
Sobretodo que le damos un valor añadido si tiene caducidad. Los alimentos no valen porque tengan o no caducidad, valen por lo que te nutran. Ni siquiera por lo bonito que te lo presenten. De esa manera convertimos la comida en un material de negocio. Y eso es un gran problema. Indudablemente los productores tienen que ganar dinero con ella, pero no se debe convertir en un objeto de competencia. Porque estás perjudicando a muchos otros que no tienen qué comer.
Además de ese cambio de modelo productivo. ¿Qué podemos hacer desde nuestra casa?.
Lo que siempre digo, información. Busca los boletines de Manos Unidas, o de cualquier otra ONG. Entra en la web de Manos Unidas y preocúpate. Fíjate en el ejemplo que tenemos con la crisis de los refugiados en las puertas de Europa. La gente me preguntaba: «¿vais a hacer algo por ellos, quieres que te dé un donativo, habéis abierto alguna una cuenta?» Yo me los quedaba mirando y respondía: «¿sabes los años que Manos Unidas llevamos trabando con los refugiados?»
Llevamos atendiendo a los refugiados de la guerra de Irak 10 años. Y a los de Siria 4 años. Lo que pasa es que no tienen dinero más que para llegar al campo de refugiados de Jordania o de Líbano. Estos refugiados que están viniendo a Europa no tienes más que verlos. No son pobres. Y me preguntan que por qué lo sé. Y la respuesta es tan simple como que los niños tienen chupete. Los niños pobres no usan chupete. Estos niños vienen en sillitas, sus padres no son pobres. Huyen del terrible drama que es la guerra. Y ya de paso, otra cosa que podemos hacer desde aquí es presionar a los gobiernos para acabar con la guerra de Siria y de Irak. Políticamente hablando. Que se pongan en serio. Estos refugiados tienen que volver a su país. Porque todos se van queriendo volver.
Ese es otro de los errores que cometemos. Pensar que la gente viene aquí a robarnos nuestro trabajo.
Nadie puede pensar que alguien quiere estar en un campo de refugiados, que es una cosa terrible. Primero, a los campos de refugiados llega la sociedad que está huyendo, y en esa sociedad hay gente de todo tipo. Buenos, malos y regulares. Y en esos campos de refugiados hay violaciones de niñas, hay robos y hay abusos.
Hay que tener en cuenta un poco también nuestra respuesta: las vallas, los muros, el olvidar que hay un problema. No sé si están muriendo o no personas, pero en Centroeuropa el frío del invierno es muy duro. Tienen que estar pasándolo muy mal.
Sobretodo, han tenido que salir de su país. Y hay que conseguir que vuelvan. Y para ello tiene que haber paz. Y la paz es un tema político. Tenemos que presionar a nuestros políticos para que hagan todo lo posible para que haya paz. A los gobiernos que sea, del signo y la religión que sean. Trabajar por la paz. Es la única manera de conseguir que esto no suceda.
El papa Francisco está machacón con el asunto. Hace unos días volvía a repetirlo. Es un poco complicado, porque cuando en la guerra entran en conflicto cuestiones como la religiosa, que en esa zona está latente con el radicalismo islámico de EI, esto sirve de escusa a Occidente para evadirse del conflicto.
Pero son países con los que los gobiernos europeos y los de EE.UU. tienen mucho trato comercial. Entonces sí nos toca. Es decir, tomemos en serio el tema político con ellos, como recomendarles que respeten los derechos humanos, que tengan otras legislaciones. Porque cuando hay que hacer un bloqueo comercial por un interés político tuyo o económico, se hace. Aunque yo no soy defensora de los bloqueos. Pero les dices mira, la legislación con respecto a los derechos humanos es esta. Hay una gran hipocresía con este tema. A determinados países se les exige cumplir los derechos humanos para conseguir algo, y otros no.
Dinos cómo se puede colaborar en esta 57 campaña de Manos Unidas para plantarle cara al hambre.
De muchas maneras. Por supuesto con los donativos económicos, que los usamos muy bien y se multiplican en nuestras manos.
Con la preocupación permanente. Pensar cada día un poquito en estas personas. Saber qué es lo que ocurre para que vivan así. Por qué, con la riqueza que hay en África, la gente se muere de hambre.
Cambiar el estilo de vida, consumiendo menos. Todas estas cosas.
Infórmese además en la web que tiene Manos Unidas. La campaña también. www.manosunidas.org Entren en los materiales de la campaña, repártanlos. Léanlos con los niños. Hay actividades de todo tipo.
Sí, hay actividades para los niños preciosas. Un material educativo con unos cuentos estupendos. Y los niños son esponjas.
Material formativo. No crean que van a encontrarse con imágenes deprimentes de las víctimas.
Tenemos un código de conducta respecto a las imágenes. Pensamos que todas las personas tienen una dignidad que hay que respetar. Si a nosotros no nos gustaría que nos sacaran una foto cuando estamos pasando por determinadas circunstancias, suponemos que a ellos tampoco. Los periodistas me insisten en que una foto vale más que mil palabras. Pero para mí, no deja de ser la foto de un de un niño. Veo muchas fotos cuando se hace publicidad de algunas ONG’s que me duelen. Y pienso que la foto no aporta nada, porque el niño está demasiado triste. Yo pienso que las personas tenemos la suficiente formación para saber lo que está sucediendo sin necesidad de ver ese tipo de fotos.
Tendemos a endurecer el corazón respecto a ese tipo de cosas.
En televisión se tiende a poner durante varios días las imágenes de los dramas. Luego las quitan y no vuelven a aparecer. Sin embargo todos los días te cuentan cosas de la liga. Eso no cansa. En cambio lo otro parece que tiene un nivel de saturación.
Ese es un debate que los medios de comunicación deberíamos reflexionar muy en serio.
Esa es una imagen de la sociedad española que hay que ir modificando un poquito. Recuerdo siempre a Justo Lacunza cuando nos hablaba del Islam en Manos Unidas y nos ponía un ejemplo de esto. En Irak hubo un atentado en el que murieron sesenta personas. Para esa noticia, en el telediario emplearon 60 segundos y luego estuvieron 6 minutos hablando del muslo de un futbolista.
Lamentable, pero es así.
Quizá en eso pueden colaborar con Manos Unidas, pidiendo más información de lo que está sucediendo en el mundo. También de las buenas noticias. De cuando hay adelantos.
También pasan cosas buenas, gracias en parte a organizaciones como Manos Unidas. «Plántale cara al hambre, siembra» Lema de la 57 campaña de Manos Unidas.
Soledad, ha sido un placer y ojalá la campaña sea un éxito. Y espero que algún día podamos hacer una entrevista y decir: «señores, el hambre no existe».
Es una utopía pero creo que son las que te hacen ponerte en pie y caminar hasta alcanzarlas.
Sería impresionante ese titular. La gran noticia.
Así es, gracias Jesús.