Creo que sí ha sentido culpabilidad por no hacer la suficiente denuncia de las violaciones de los derechos humanos durante la guerra sucia. Pues al menos no hizo tanto como los jesuitas en El Salvador, que fueron asesinados después
(Jesús Bastante).- Jimmy Burns Marañón, escritor, periodista, nieto de don Gregorio, publicó hace unos meses «Franciscus, el Papa de la promesa», con gran éxito en Reino Unido. Ahora nos presenta su edición española (Stella Maris). «En el libro describo la transformación que ha habido de Bergoglio a Francisco», subraya Burns, quien añade que «Francisco es un profeta pero, cuando haces una promesa, puedes incumplirla«.
El Papa de la promesa, dice el título. ¿De qué promesa hablamos?
El título es la traducción directa de la versión inglesa. Aunque, por ejemplo, al salir un año después este libro está actualizado y tiene un nuevo capítulo. A la editorial y a mí nos pareció que lo de la promesa valía: en cierto modo, es una forma de describirle como un Papa profético, por lo que dice a la Iglesia y lo que lleva a la sociedad. Lucha por un mejor mundo. Pero, también, lo de la promesa produce un título deliberadamente ambiguo: cuando haces una promesa, puedes incumplirla. No sabemos, por ejemplo, cuántos años va a estar con nosotros este Papa. Esperemos que tenga salud mucho tiempo, pero es mayor y no podemos saber… El que venga detrás de él, ¿será un Papa similar? La promesa, en definitiva, sugiere su carácter profético pero al mismo tiempo una interrogación.
Cuando leí el título por primera vez, me vino la imagen de Moisés, que llevó a su pueblo a sus orígenes con la incertidumbre de no saber si podría concluir su obra.
Sí. Y Francisco vuelve a los orígenes también, en el sentido del retorno al Evangelio, a las raíces del cristianismo.
También en el libro analizas las raíces de Bergoglio, cómo era antes de convertirse en Papa. También los problemas con los que actualmente se puede encontrar (externos, como la amenaza del Estado Islámico) e internos (sus propias filas no le quieren tanto como el pueblo…). ¿Qué has sacado en claro de ese análisis?
Obviamente, en el libro señalo que hay tensiones dentro de la curia. El Vaticano es una institución milenaria y, cómo no, se ha acostumbrado a una manera de ser y de vivir tradicional. En consecuencia, es evidente que este Papa ha revolucionado el Vaticano: ha nombrado a gente que conoce, afín a su humildad de no vivir en el Vaticano ni utilizar el coche oficial… Todas esas cosas que hace el Papa las conocemos porque él las quiere transmitir a sus semejantes, al clero institucional. «Yo no quiero una Iglesia de museo», ha dicho. La quiere abierta al mundo, en salida a la calle.
Las críticas de dentro de la Iglesia se deben a ese motivo: sienten que el Papa les llama más la atención a ellos que al mundo exterior. Es un cambio que se ha producido respecto a los pontificados anteriores, que criticaron las maldades del mundo sin demasiada autocrítica. Este Papa es un «azote» constante para obispos y demás religiosos… ¿Resulta excesivamente complicado para ellos?
Es complicado de asumir. En ese sentido, cualquier persona que te aconseje cómo llevar una empresa bien, puede fastidiarte. Va a echarte la culpa a ti y a toda tu pandilla, y eso os va a desmoralizar a todos. La crítica que hizo el Papa a finales de 2014 sobre los pecados de la curia, fue muy fuerte. Si yo hubiera sido uno de ellos y nunca hubiera hecho nada malo más que trabajar dentro del Vaticano, ni abusado de nada, me habría sentido dolido. Pero, por supuesto, era un toque, una alarma necesaria. Él había asumido el reto de reformar la institución, adolecida por una crisis que había heredado de Benedicto…
Sí, porque a veces se nos olvida por qué Francisco salió elegido Papa. En la Iglesia había escándalo.
Sucesivos escándalos, exacto. Y su manifiesto en las últimas horas antes de ser elegido durante el cónclave, habló ya de una Iglesia a reformar.
Su discurso en contra de la autorreferencialidad.
Exactamente.
¿Cómo ves tú a Bergoglio? Tu libro es, probablemente, el que más cuenta sobre quién era Bergoglio antes de ser Papa. ¿Qué cosas ya existían en el Bergoglio de ayer y cuáles han revolucionado a Bergoglio haciéndose Francisco?
Es cierto que conté con una ventaja a la hora de meterme en este proyecto, que cuento en el prólogo: me eduqué con los jesuitas en el norte de Inglaterra, además de que tengo familiares, del lado español y del británico, que han sido jesuitas. Además de vivir rodeado de jesuitas, estuve de corresponsal en Buenos Aires durante muchos años, sobre todo los de la «guerra sucia» de los militares. He ido volviendo durante la democracia y Bergoglio ya estaba.
¿Era provincial?
Sí: cuando llegué era jefe de los jesuitas. Después, cuando volví de enviado especial, él estaba de arzobispo. Gracias a estas oportunidades, he comprendido al Papa, o eso creo. Su visión espiritual, política y social no se puede empezar a describir sin partir de esas dos bases: el discernimiento ignaciano, su diálogo abierto al otro, su reflexión profunda, así como la situación de Argentina en la que se desarrolló.
Sin embargo, el cliché que se le pone a los argentinos choca con el del jesuita: que no son personas muy dadas al diálogo… Incluso en el entorno latinoamericano, no son «bienqueridos».
Yo describo la transformación que ha habido de Bergoglio a Francisco. Sólo hace falta observar las fotos… Bergoglio no sonreía y ahora el Papa resplandece. Yo creo que ha sido una conversión interna que, por otra parte, nos puede pasar a todos. No ha sido inmediata, sino a base de años, como todo en la vida.
¿Qué parte del Bergoglio jesuita en una dictadura y del Bergoglio arzobispo de Buenos Aires son fundamentales para entender a Francisco hoy?
Estamos en el Año de la Misericordia. Lo ha destacado porque, para mí, él destaca por ese sentido de la misericordia… Y por su humildad. Francisco no es así porque se lo haya leído. Obviamente, ha leído a San Ignacio y ha leído a San Francisco. Pero eso viene de la propia trayectoria y de cómo es él como persona. Creo que sí ha sentido culpabilidad por no hacer la suficiente denuncia de las violaciones de los derechos humanos durante la guerra sucia. Pues al menos no hizo tanto como los jesuitas en El Salvador, que fueron asesinados después.
También creo que ha aprendido mucho de la política de Argentina: de los extremos del populismo a la corrupción… El peronismo como movimiento político que se sintió el único movimiento político, etc. Lo vivió todo: la corrupción y las chabolas. Vivió la Villa Miseria, no pontificó desde arriba. Eso es muy importante: estando en las villas, ha vivido la pobreza. Los padres villeros son estupendos y siempre que puedo, cada vez que voy a Buenos Aires, me tomo mi tiempo para estar con el Padre Pepe. Cojo este tren que va a su villa y me tomo algo con él.
Sé de qué hablas: es fantástico. Estás ahí, con los voluntarios, y encuentras un lugar que tiene mucha miseria, pero muchísima esperanza, porque hay ambiente de alegría.
Absolutamente. Se puede construir.
La felicidad, a veces, la encontramos en los lugares más improbables.
Eso, como sabes, forma parte del discurso de Francisco. Su visión consiste en encontrar la alegría dentro de la pobreza. Yo lo he experimentado con el compadre Pepe en su villa… La solidaridad de la gente es mágica. La carta del Papa, su encíclica, dice esto, no sólo habla de cosas ecológicas, y por lo tanto es totalmente revolucionaria: cambia el esquema mental de cómo nos relacionamos. El respeto al otro, la recuperación del sentido común… es todo un mundo profético en contra de esta sociedad.
¿Crees que será posible o, como dicen algunos críticos, es sólo una de las utopías de Latinoamérica? ¿Se puede cambiar esta Iglesia eurocéntrica? ¿Puede, además, la Iglesia después de cambiar, ser motor de cambio para darle la vuelta al mundo?
Bueno, yo diría que el problema no está en el mensaje, sino en la Iglesia como institución. Sobre todo en Europa, mucha gente no va a misa. ¿Cómo va a ser viable el mensaje católico si sólo somos «cristianos de cultura»? Pero, al mismo tiempo, y eso es lo revolucionario, el mensaje del Papa Francisco encaja en este mundo de cambios importantes. Pese a la violencia, la corrupción… no hay que ser pesimista: el Espíritu Santo está viniendo a través de Francisco y por fin Cuba y Estados Unidos se están poniendo de acuerdo. Por ejemplo. Dedico un capítulo entero a ese logro en el libro, porque creo que el papel del Papa fue muy importante.
En todos los países de Europa se está hablando de la necesidad de cambiar el establishment político… Hay conflictos que merecen la pena. No estoy hablando de nada agresivo, sólo de que la política puede ser, más que una ideología, una manera de ser. Lo dijo mi abuelo. Consistir en tratar al otro. En escuchar.
Perdimos el concepto de política como servicio al bien común.
Totalmente, en España lo hemos visto con la crisis: cada uno hablando por su partido sin pensar en el bien común ni en las necesidades de los más pobres, de los que no tienen trabajo o de los que se sienten totalmente desvinculados del proceso político. Tenemos que superar las derechas y las izquierdas, la agresión al otro, porque lo que nos une a todos es un Dios benigno, un espíritu de humanidad y la necesidad de solidarizarnos. Por eso es tan importante el mensaje de Francisco para alguien como yo… Mis hijas han vivido su adolescencia en tiempos modernos: ¡materialismo! Hay que reequilibrar esta sociedad tan alejada de los valores esenciales. Los jóvenes que están todo el tiempo mirando el iPhone tienen que darse cuenta de que hay una vida más profunda.
Hay personas, y parques, y un mundo alrededor que hay que continuar construyendo. Es la corresponsabilidad de la que el Papa habla mucho en Laudado Si.
Como dice el filósofo británico en silla de ruedas, «levanta la cabeza y mira las estrellas». Te lo está diciendo un tío que se ha pasado la vida sin poder moverse pero no ha perdido la fuerza. Lo de las estrellas no es sólo una metáfora: es físico. Porque vamos en el metro y todos vamos mirando nuestro mundito, el móvil, lo que sea, sin mirar a los demás. Esto es lo que está diciendo Francisco.
Has mencionado a tu abuelo, el gran Gregorio Marañón. ¿Sientes el peso de tu abuelo, de lo que ha contribuido a la filosofía, a la ciencia, a la sociedad…? Tu familia ha escrito páginas de la Historia.
Es un peso o una responsabilidad, pero sobre todo un orgullo y un gran ejemplo. La idea liberal, en el buen sentido de la palabra, que tenía mi abuelo de la política (estar abierto a ideas de ambos campos para construir una manera humana de diálogo…) la admiro muchísimo. La verdad es una responsabilidad y los escritores tenemos que estar concienciados. El Papa Francisco, la Iglesia dentro de la sociedad, la política… son temas que requieren un sentido de la responsabilidad. Yo espero que el libro sea leído como un trabajo de investigación histórica y política pero también como un intento de explicar al mundo que va más allá de lo católico qué es el Papa Francisco. No quiero que mis lectores sólo sean los que se meten en una librería religiosa.
…Que lo religioso se abra al mundo de verdad. Estamos en el mundo desde siempre, pero en ocasiones hemos pecado de encerrarnos. Este tipo de análisis son los que ayudan a salir afuera.
Siempre la gente en España me pregunta por mi abuelo Marañón. Es obvio que para mí es muy importante, pero también pienso mucho en mi padre, que fue director de una revista religiosa británica muy prestigiosa. Yo estoy en el consejo editorial ahora. Papá me enseñó lo importante que es ser católico inglés. Los católicos ingleses somos una minoría y, al contrario de los españoles, no estamos acostumbrados a tenerlo todo hecho. Nosotros hemos tenido que pensar y luchar como minoría. Para que nos tomaran en serio, aprendimos a dialogar.
Claro. Eso en España hace mucha falta, también dentro de la Iglesia.
Quería tomar la oportunidad, ya que estoy en Madrid estos días claves para la política, de decir que deseo de corazón, ya que mi familia española se tuvo que ir de España en el 36 por la guerra civil (a mi abuelo le amenazaban tanto las checas como los falangistas), que realmente España tenga políticos responsables. Le rezo a la Virgen de Montserrat, a San Francisco y al Papa, porque mi familia se exilió. Los políticos deben llegar a un acuerdo. Se lo deben al electorado. El gobierno ha de gobernar para toda España, sin exclusiones. Me aterroriza, a veces, leer y no encontrar una narrativa histórica común. Lo de la conmemoración de las cinco carmelitas asesinadas… No hay consenso y es increíble.
Ayer por la noche dieron marcha atrás, y van a volver a colocar la placa. Se han dado cuenta de que era un tremendo error.
Pues me alegro muchísimo. Es un tremendo error. Cuando vienen amigos a Londres, les llevo al Parlamento inglés y les hago un tour, para que vean que tenemos estatuas de reyes al lado de los republicanos que los asesinaron, y viceversa. Los británicos hablamos de la Historia no como quisiéramos que fuese, sino como realmente fue. A los españoles les cuesta eso.
Franciscus, el Papa de la promesa, de Stella Maris. Jimmy Burns Marañón, muchísimas gracias por el libro y por la conversación.
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Los jóvenes que están todo el tiempo mirando el iPhone tienen que darse cuenta de que hay una vida más profunda
No quiero que mis lectores sólo sean los que se meten en una librería religiosa
Los católicos ingleses no estamos acostumbrados a tenerlo todo hecho