Francisco ha dicho lo que tenía que decir. Francisco ha creído en nosotros. Francisco, nos ha lanzado el reto
(Hno. Héctor Dessavre fms).- Antes de la visita del Papa Francisco a México, expresé que tenía gran esperanza pero al mismo tiempo un temor a la desilusión. Ambas cosas se vieron cumplidas de algún modo.
Mi esperanza de que el Papa hablara fuerte tuvo su positiva respuesta. Francisco habló claro y fuerte sobre la desigualdad, la injusticia, la violencia contra la gente más pobre, la corrupción. No se centró en cuestiones sexuales, sacudió conciencias, se mostró humano con su enojo y reprimenda a un joven que le jaloneó.
Pero, luego de escucharlo hablar en Brasil y en los Estados Unidos y de leer sus mensajes en el Vaticano, sentí una gran desilusión. Creí que Francisco sería también más directo ante ciertas circunstancias que aquí vivimos. Sin embargo, luego de volver a analizar lo sucedido y lo dicho, surge en mí la siguiente reflexión.
Creo que Francisco fue tan claro como las circunstancias se lo pedían y permitían. Fortalece mi idea de que el Papa debería dejar de ser jefe de estado, cuestión meramente histórica y nacida de la ambición y el poder y no desde el Evangelio.
Sin ser jefe de estado, sino sólo Pastor y Pescador de hombres, experimentaría, y con él, la iglesia entera, la misma dificultad de Aquel que decidió dejar su poder divino, para hacerse como nosotros y ensuciarse los pies y manos con los más pobres y desprestigiados de su pueblo.
La institución, luego de una sencilla alborada de 2000 años, ha ido al desierto y está frente a la tentación de usar el poder para convencer, pero es sólo a Dios a quien hay que servir y sólo a Él al que hay que adorar. Habrá de hacer camino de conversión. Francisco ha iniciado el camino. Yo, también debo ser parte de ese caminar.
Vivir el Evangelio, lleva el rechazo de los suyos, conlleva el desprestigio, la vergüenza de desnudez y el señalamiento de blasfemo… el sufrimiento del abandono de la cruz. Se ha de pasar por eso también institucionalmente, antes de llegar al Reino.
Por otra parte, los mexicanos parecería que estamos esperando un redentor externo de nuestra situación. Nos preocupa si un presidente de Estados Unidos va a hacer algo por nosotros, pero no estamos dispuestos a unirnos nosotros, a tomar las riendas de nuestro destino y provocar el cambio.
Los católicos mexicanos, no nos escapamos de esta parte. Francisco es y ha sido muy claro para todos. En este mundo global, ya no es sólo una palabra para México. La palabra está dicha ante la realidad vivida. ¿Qué vamos a hacer nosotros con esa palabra? Es nuestra tarea. Una tarea de adultos, no de niños escondidos tras la falda de la mamá (sotana del Papa).
Obispos, deberán bajarse de ser príncipes (fue claro y contundente Francisco) y asumir la tarea que a ellos corresponde, ser valientes y claros en la denuncia de la corrupción y la lucha contra el narcotráfico. Sacerdotes y religiosos, habremos de no resignarnos para proyectar, arriesgar y transformar. Laicos y laicas, habrán de asumir su vocación y compromiso en la iglesia como buenos cristianos; acercarse al otro no para predicar y darle duro, no para sentirse poseedor de la verdad, sino para escuchar, acompañar y animar en el camino.
Francisco ha dicho lo que tenía que decir. Francisco ha creído en nosotros. Francisco, nos ha lanzado el reto. No nos gusta, experimentamos la cobardía, la flojera, el miedo… pero, nos toca.