"Si Europa no es capaz de ayudar económicamente a los países de donde proceden los refugiados, entonces ha de plantearse como afrontará este desafío
(Josep Miquel Bausset).- El drama de los miles de refugiados que huyen de la guerra, el hambre y el miedo, está provocando un gran sufrimiento en estas personas, que forzosamente han de dejar sus países de origen, en busca de un lugar seguro para poder vivir en paz.
En medio de esta tragedia, el dolor de estos refugiados que buscan una vida digna, aumenta aún más, por el hecho que son miles los niños que han «desaparecido» en Europa (algunos hablan de 10000 pequeños), víctimas de aquellos que sin entrañas utilizan, para conseguir sus objetivos, medios sofisticados propios de organizaciones de tráfico de personas.
Según diversas informaciones, muchos de estos niños pueden haber caído en manos de mafias criminales de explotación sexual y de esclavitud. Por eso el éxodo provocado por la huida de los refugiados, nos urge a acoger con solicitud a estos hermanos nuestros que no huyen de sus casas por gusto, sino por necesidad.
En medio de este drama, por medio de un informe de Intermon-Oxfam hemos sabido que el Gobierno de España solo ha dedicado una tercera parte del dinero que se comprometió a destinar para paliar este drama humano.
Cuando aquellos que podrían poner remedio a una situación trágica no lo hacen, siempre es interesante recordar como la solidaridad y la fraternidad de los cristianos más pobres, ha hecho mucho más que la indiferencia de los poderosos. Un de estos movimientos de solidaridad tuvo lugar a principios de los años ochenta, cuando hubo el episodio de los refugiados guatemaltecos que entraron en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, de donde era obispo Samuel Ruiz. Las comunidades indígenas acogieron con solicitud y con fraternidad a aquellas personas que huían de la guerra. Y cuando los refugiados llegaron a la ciudad mejicana de Amparo Aguatinta, en medio de un diluvio, extenuados y con miedo, y pidieron ser acogidos, se presentaron así: «Hermanos, estamos cansados, os pedimos que nos acojáis. Ya sabéis que tenemos problemas en nuestro país».
Los ciudadanos de Amparo Aguatinta, en la región de Chiapas, como cristianos y discípulos de Jesús de Nazaret, respondieron desde la solidaridad y desde el amor al prójimo: «Hermanos: conocemos los sufrimientos de vuestro país, y sabemos hasta que punto habéis estado afectados por ellos. Sois carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre, sois nuestros hermanos. Mientras tengamos un trozo de tortilla para compartir o un sorbo de café para ofrecer, estaréis aquí en vuestra casa. No tengáis miedo». De esta manera, aquellos refugiados se quedaron en Amparo Aguatinta diez años. De igual modo, otras comunidades indígenas también actuaron acogiendo como hermanos, los refugiados que atravesaban la frontera.
Los cristianos, como ha dicho el papa, no podemos caer en la «globalización de la indiferencia», sino que hemos de saber compartir los sueños de la gente más vulnerable, de los excluidos y de todos los que sufren. Recientemente, el papa Francisco ha urgido a los gobiernos europeos a «hacer autocrítica sobre la su actuación al Oriente Medio». Como nos ha dicho Francisco, «Si Europa no es capaz de ayudar económicamente a los países de donde proceden los refugiados, entonces ha de plantearse como afrontará este desafío».
En este éxodo de tantos miles de personas, hace falta que los gobiernos de Europa, desde la solidaridad y la cooperación, aprendan de los cristianos de Amparo Aguatinta, que reconocieron que los refugiados guatemaltecos eran «carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre». Y es que a veces, los que tienen menos son los que más saben compartir. Eso demuestra, como ha dicho el papa Francisco, que no sirve de nada la riqueza en los bolsillos, si hay pobreza en el corazón.
Y mientras tanto, las muertes de aquellos que huyen de la guerra y del hambre, ahogados en el Mediterráneo, recaerá sobre nuestras conciencias aburguesadas, indiferentes al sufrimiento de los más débiles. Y aunque no queramos, habremos de oír: ¿Dónde está tu hermano? (Gn 4:9) Y también: «No oprimirás ni vejarás al extranjero, ya que también fuisteis extranjeros en el país de Egipto» (Ex 22:20).
El gobierno de España, y en particular el ministro del Interior, que está tan preocupado por condecorar imágenes de la Virgen, habrían de escuchar las palabras del papa Francisco, cuando le preguntaron en el avión en el que regresaba del viaje a Méjico. En relación a la política antiimigración del precandidato Donald Trump, Francisco dijo que en el Evangelio no se encuentran muros y por eso los que construyen muros en vez de puentes, «no son cristianos».