¡Cómo añoramos en el País Valenciano a pastores como el arzobispo Santiago Agrelo!
(Josep Miquel Bausset osb).- De esta manera tan clara, y con palabras valientes habla, un día sí y otro también, el arzobispo Santiago Agrelo, un cristiano de los pies a la cabeza, que el pasado fin de semana estuvo en València, para participar en el Fòrum «Cristianisme i món d’avui».
Arzobispo de Tànger, el gallego Santiago Agrelo habla con la fuerza de los profetas, y por eso mismo denuncia con valentía y sin miedo, las injusticias de nuestro mundo. El arzobispo Agrelo defiende una Iglesia, que sea la comunidad de los seguidores de Jesús de Nazaret, una comunidad que no tiene por misión «llevar buenas razones, sino buenas noticias», es decir, el Evangelio, la Buena Nueva, que es siempre un mensaje de liberación, no de opresión.
Por eso el arzobispo Agrelo defiende también la necesidad de construir una Iglesia que, solo desde la fragilidad, siendo débil, puede ser fuerte. Por el contrario, Agrelo no quiere una Iglesia fuerte o poderosa, ya que cuando más fuerte, más tentaciones puede tener de caer en la corrupción.
En su denuncia profética, el arzobispo Santiago Agrelo ha denunciado diversas veces el problema, y a la vez, el escándalo del hambre, acusando a los gobiernos del Primer Mundo de ser los responsables de esta plaga, ya que «si no son criminales por el hecho de condenar al hambre a una multitud de pobres, son culpables por ignorarlos». Y por eso el arzobispo se pregunta, y nos pregunta a todos nosotros: «Los que matan de hambre millones de persones, si no son terroristas, ¿qué son?».
El arzobispo Agrelo también ha denunciado frecuentemente la corrupción en la política y en la economía, una práctica, que según él, está basada en la mediocridad de algunos políticos y empresarios, que cuando es «aceptada por una mayoría de ciudadanos, es la madre de la corrupción escandalosa de una minoría de mediocres».
A partir del Evangelio, y en sintonía con el papa Francisco, el arzobispo Santiago Agrelo ha proclamado con frecuencia que «una legalidad injusta es una injusticia legal». De aquí que también haya levantado su voz para denunciar la indiferencia de Europa hacia los refugiados que huyen de la guerra, cuando la impermeabilización de las fronteras, «han impermeabilizado el corazón» de los hombres.
Y por eso, si a través de las fronteras pasa el dinero, pero mueren los pobres, quiere decir que «las fronteras son la evidencia de nuestra iniquidad». Para el arzobispo Agrelo «los muertos en nuestras fronteras son la evidencia que la política migratoria es criminal».
Y eso habría de hacer reflexionar a los gobiernos y a los ministros que condecoran imágenes de la Virgen, y al mismo tiempo desprecian a las personas más vulnerables de nuestro mundo. Por eso el obispo Agrelo pide una vez y otra, que para humanizar nuestra sociedad hace falta mirar a los demás como hermanos: «Solo conoceremos al otro si te acercas a él».
En el Fòrum «Cristianisme i Món d’avui», el arzobispo Agrelo ha defendido el derecho a celebrar la fe en la lengua del pueblo, como pasa en París, en Londres o en Madrid, pero no en la mayoría de templos del País Valenciano donde nuestra lengua sigue prohibida .
El arzobispo Santiago Agrelo habla como hablaba Jesús, sin ser políticamente correcto, sin adular al poder, sin cerrar los ojos o mirar hacia otra parte, ante la dramática situación que vive una multitud de persones. Por eso las palabras del obispo Santiago Agrelo, como las del papa Francisco, hacen creíble nuestra Iglesia, ya que no habla desde la alianza con el poder, sino desde la libertad i desde la denuncia profética de un hombre que, de una manera radical, es decir, desde la raíz del Evangelio, es testigo del Reino.
El arzobispo Agrelo no vive encerrado (y aislado) en un palacio de marfil, sino que, como Jesús de Nazaret, va por las calles y por las plazas en contacto con la gente, y se desplaza a les vallas de Ceuta y de Melilla, para denunciar una política migratoria antihumana y, evidentemente, anticristiana.
Como añoramos en el País Valenciano a pastores como el arzobispo Santiago Agrelo, que, con los pies en el barro, no en moquetas, y con voz profética, denuncia las injusticias y las opresiones de los poderosos, y abre caminos de liberación y de libertad para los pobres.
De esta manera el obispo Agrelo presenta el Dios de los cristianos, que no es el Dios de los poderosos, sino el Dios de los oprimidos, el Dios que «dispersa a los hombres de corazón altivo», el Dios que «derriba a los poderosos del solio y exalta a los humildes» (Lc 1:51-52)