Una versión 2.0, retransmitida en directo, para que después nadie pueda achacar que no lo sabía. Y en un momento, nos han raptado la libertad, han secuestrado nuestros sueños
(J. Bastante).- Cuenta la mitología que Zeus, incansable conquistador, posó sus ojos en la bella Europa, una joven asiática, hija de Agenor, rey de Tiro (Fenicia). Para conquistarla, decidió metamorfosearse en un bello toro, blanco, noble, hermosísimo, al que la joven acaricia y adorna, hasta llegar a montarse encima suyo.
En ese momento, el toro Zeus arranca con violencia y se lleva a Europa más allá del mar, hasta la isla de Creta, donde la somete y la deja embarazada de tres hijos. Uno de ellos, Minos, dará lugar a la famosa leyenda del Minotauro.
Siglos después, Zeus se reencarna en otra Europa, mucho más sutil, mucho más peligrosa, mucho más real. El secuestro de centenares de miles de seres humanos que huyen de la guerra y de la muerte (por no hablar de los diez mil menores desaparecidos a manos de las mafias de trata), su expulsión de Creta, de Lesbos, de todo el Continente, nos convierte en monstruos disfrazados de dirigentes respetabilísimos, encorbatadísimos, pulcrísimos. Tan limpios que ni alma conservan, pues había quedado convertida en polvo que barrer.
El nuevo y sangriento rapto, finalmente, lo que ha conseguido es que el sueño de Europa, ése sí, se haya convertido en un mito. Una versión 2.0, retransmitida en directo, para que después nadie pueda achacar que no lo sabía. Y en un momento, nos han raptado la libertad, han secuestrado nuestros sueños. Y hemos despertado sintiéndonos un poco menos hombres.
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